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“Dios es el que obra en vosotros”

Del número de febrero de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es tan legítimo y científico manifestar actividad vigorosa como buena salud. La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. revela que toda la acción y volición del hombre tienen su origen en Dios, la Mente divina, y que permanecen bajo el gobierno de la Mente. El hombre refleja la Mente omniactiva. La acción de la Mente nunca se detiene. Nunca puede ser interferida. Nunca es obstruida. No conoce ni el cansancio ni la tensión. No está sujeta al estancamiento.

La acción irresistible y perpetua de la Mente es la autorrevelación de la actividad de la Deidad, la fuerza del pensamiento espiritual que mueve toda la creación. Está eternamente actuando en el hombre, dándole al sentido humano de las cosas dominio, poder y realizaciones espirituales. Pablo escribió: “Porque Dios es el que obra en vosotros, así el querer como el obrar a causa de su buena voluntad”. Filip. 2:13 (según la Versión Moderna de la Biblia);

La acción de la Mente se caracteriza por la espontaneidad, la armonía, la alegría y la fortaleza. Esta actividad siempre gozosa de la Vida, Dios, se manifiesta incesantemente en el hombre, Su hijo. Cristo Jesús dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19; El Maestro reconocía que la verdadera identidad del hombre está eternamente ocupada en los negocios del Padre. Eliminó cualquier alternativa. Comprendió que el trabajo del hombre es la actividad de Dios, y que la actividad constante es natural tanto para Dios como para el hombre.

A través de todo su ministerio Jesús demostró la unidad y coexistencia de Dios y el hombre. La iniciativa, energía, sabiduría y amor que impulsaron su obra como el Mesías tuvieron su origen en Dios, la Mente todo armoniosa, a quien él se refirió como a nuestro Padre que está en los cielos. Ver Mateo 6:9; Entendió que la acción del hombre nunca está separada de Dios. Cada día y a toda hora, él estaba animado por el Cristo, la manifestación siempre presente del amor y del poder de Dios. Mediante su trabajo impulsado por Dios, el Maestro venció las fuerzas negativas de la mente carnal que hubieran querido destruirlo. Demostró que la Vida del hombre es Dios, y el trabajo verdadero del hombre, la actividad de Dios.

En el estanque de Betesda (ver Juan 5:2–9) Jesús sanó al hombre que había estado inválido durante treinta y ocho años. Este hombre, al igual que muchos otros hoy en día, indudablemente se vio a sí mismo como enfermo, débil e incapacitado por una seria dolencia física. La dolencia era muy real para él porque había aceptado el falso testimonio de los sentidos físicos de que estaba gobernado por las llamadas leyes materiales. Probablemente sentía que tenía muy poco motivo para estar agradecido y muy poca esperanza de jamás llevar una vida activa.

Sin embargo, Cristo Jesús no aceptó este cuadro mortal sino que reconoció la perfección del hombre establecida por Dios, obteniendo así la curación. Jesús vio al hombre verdadero, que está sujeto únicamente a la ley de Dios; al hombre que es libre y sin trabas, incapaz de enfermarse y de pecar; al hombre a quien Dios creó a Su propia imagen y semejanza, la perfecta expresión del creador perfecto. Vio al hombre a quien Dios dio dominio sobre toda la tierra. Sabía que este hombre está gobernado y sostenido por Dios y, por lo tanto, no sujeto a las creencias de inacción, acción enfermiza, supuestas enfermedades incurables, pecado, carencia, temor, limitación, envidia, odio y desaliento.

En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras Mary Baker Eddy se refiere a la actividad como un atributo de Dios y muestra que la actividad divina siempre se manifiesta en Sus ideas y es inseparable de ellas. Nos dice: “La Mente, gozosa en su fortaleza, mora en el reino de la Mente. Las ideas infinitas de la Mente corren y se recrean. En humildad escalan las alturas de la santidad”. Ciencia y Salud, pág. 514; La actividad creadora de Dios, la Mente divina, lo incluye todo. Se manifiesta eternamente. Llena la infinitud. Cada idea de la Mente, cada manifestación de la Vida, expresa sin la más mínima interrupción la actividad de su fuente. El hombre constantemente se está desarrollando en nuevas formas de expresión porque representa a la Mente infinita. Es fiel en su obediencia a la dirección, gobierno y control divinos.

Estas verdades espirituales nos pueden ayudar a cumplir con nuestras tareas diarias con un sentido de alegría y seguridad, manifestando en nuestras actividades las cualidades que provienen de Dios, tales como bondad, amor, honestidad, mansedumbre — a ser celosos en hacer las obras de Dios. Parte de la definición que la Sra. Eddy da para “celo” es: “La animación reflejada de la Vida, la Verdad y el Amor”. ibid., pág. 599; La actividad del hombre es reflejar a Dios. Puesto que la actividad espiritual es constante, podemos probar que el hombre verdadero está siempre activo, siempre empleado. “La animación reflejada de la Vida, la Verdad y el Amor” abarca todo nuestro ser y caracteriza el trabajo que hoy estamos haciendo bajo la guía de Dios. Esta animación de la Vida divina no depende del cuerpo material, del cerebro, los músculos o los huesos, sino que es una fuerza del pensamiento que vivifica e inspira alegría, la cual gobierna cada función del hombre. “El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”, Isa. 9:7. escribió Isaías. La animación de la Vida es el impulso del Amor, la fuerza motriz de la Verdad. Fluye incesantemente de la fuente divina de nuestro ser. Se extiende a cada uno de los aspectos de nuestra vida y hasta hace que lo que se llama cuerpo humano funcione armoniosamente bajo el gobierno de la Mente.

El sentido de acción de la mente mortal muchas veces es cansador y carente de satisfacción. Trataría de robarnos el verdadero sentido de la vida y del ser. Pero el sentido espiritual eleva el pensamiento hacia un concepto más elevado del hombre, de su trabajo y actividad, y neutraliza y anula el sentido material y discordante del ser al revelar la eterna presencia del orden espiritual de la vida y la acción. Ni el cansancio, ni la tensión, ni el agotamiento caracterizan al verdadero sentido de acción. Es la autoactividad espontánea de la Vida y el Amor del todo inteligentes lo que lo hace. A medida que ponemos nuestro sentido del ser y de nuestra identidad de acuerdo con Dios y Su creación perfecta, nuestras labores humanas son menos cansadoras y más armoniosas, y Dios nos abre el camino para trabajar para Él y lo Suyo en aquello para lo cual somos más aptos.

Rechacemos las sugestiones de la mente mortal de que somos, o que podemos jamás llegar a ser, mortales sobrecargados de trabajo. En verdad el hombre es espiritual y no material. Está constituido y gobernado por Dios, por Sus fuerzas de pensamiento vivificantes, Sus leyes infalibles. Vive y se mueve y tiene su ser en la Mente infinita, expresando su acción gozosa, espontánea, inteligente. A medida que aprendemos a trabajar únicamente para Dios y tratamos honestamente de expresarlo a Él en cada detalle de nuestra vida diaria, nos sentimos más libres y felices en nuestro trabajo y comprobamos que “Dios es el que obra en vosotros así el querer como el obrar a causa de su buena voluntad”.

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