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La inteligencia: cualidad primaria de la Mente

Del número de febrero de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La práctica sanadora de la Ciencia Cristiana incluye como elemento importante el reconocimiento de que el hombre infaliblemente expresa inteligencia. Este reconocimiento es un poderoso factor para restablecer la normalidad física y para solucionar diversos problemas individuales, así como otros problemas con un impacto más amplio.

La inteligencia verdadera no es la actividad de un cerebro físico o de una mentalidad personal finita, mensurable mediante exámenes o cocientes. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy habla de la inteligencia como “la cualidad primaria y eterna de la Mente infinita, del Principio trino y uno, — Vida, Verdad y Amor,— llamado Dios”.Ciencia y Salud, pág. 469; Más allá del examen o mensura materiales, esta inteligencia es expresada por ideas espirituales e individuales — los hijos e hijas de Dios, de la Mente infinita única que conoce plenamente a su propia creación armoniosa y la sostiene.

El reconocimiento sanador de que el hombre siempre expresa inteligencia es algo más que una mera actividad de la consciencia humana iluminada que acepta una realidad espiritual. Por cierto que este reconocimiento incluye e impulsa tal aceptación, pero, esencialmente, lo que la Verdad divina está haciendo es afirmándose y haciéndose valer. La inteligencia infinita, además de gobernar todo lo que es divino, está constantemente afirmando su poder y presencia de un modo que pueda ser discernido humanamente.

Una gran diferencia entre las verdades espirituales concebidas por la Mente divina y los supuestos hechos materiales presentados por una mentalidad personal es que las realidades espirituales jamás son pasivas. Siempre están activas y trabajando, golpeando a la puerta de nuestros pensamientos y afectos. Lo que se requiere de nosotros es que abramos esta puerta a las verdades espirituales y experimentemos su poder.

Consideremos ahora cómo actúa esta inteligencia en un aspecto determinado: la reacción ante el tamaño. Sin duda, Goliat, el gigante filisteo, era para su propio ejército un espléndido ejemplar de sólido desarrollo — alto, ancho de hombros, erguido, y equipado con las armas más potentes. Pero en verdad, él no era ninguna de estas cosas; toda esta exhibición no era sino una desmedida inflación de la agresividad material carente de apoyo sólido.

Frente a esta pomposa jactancia estaba David que, aunque mucho más pequeño, en realidad, tenía más solidez. Éste fue su desafío al gigante: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel”. 1 Sam. 17:45; Representando la inteligencia, David escogió un sencillo equipo que le era familiar y que sabía manejar; con una honda y unas piedras demostró quién, en realidad, tenía más talla. La Sra. Eddy escribe lo siguiente sobre el verdadero desarrollo: “El desarrollo está gobernado por la inteligencia; por Dios, el Principio activo, omnisapiente, Creador de toda ley, disciplinante, legal”.Miscellaneous Writings, pág. 206;

La realidad espiritual de que la inteligencia gobierna el crecimiento es aún poderosa. La amenaza que alguien esté enfrentando en la actualidad puede que se presente como un repugnante tumor exterior o un anormal tumor interno; o quizás sólo sea exceso de peso que pretende limitar la utilidad de la persona. ¿Qué podría ser menos inteligente que esta multiplicación ciega de la materia? En la curación por la Ciencia Cristiana la verdad espiritual de que el crecimiento es gobernado sólo por la inteligencia puede detener y revocar la pretensión de crecimiento anormal.

En el grado en que las naciones también perciban qué es lo que realmente gobierna el desarrollo, no tendrán que preocuparse por una economía debilitada o por el aumento de población. Inspiradas para establecer buenas leyes y ponerlas en vigor, verán como resultado una proporción equilibrada de desarrollo dentro de sus propios límites territoriales sin perjuicio para las naciones vecinas o para el ambiente terrestre.

La verdad y la inteligencia van de la mano. El silencio puede que valga oro; pero si las palabras son necesarias, las únicas palabras inteligentes son las palabras que declaran la verdad. Decir una mentira, por muy hábil o astuta, o hasta por ventajosa que parezca momentáneamente, jamás es inteligente. La verdad es inteligente porque tiene su origen en la Mente inmortal; la falsedad carece de inteligencia porque se origina en el hipotético opuesto de la Mente inmortal — la mente mortal — que en realidad no es mente.

Para hablar la verdad se requiere que reconozcamos y aceptemos lo que es verdadero, algo que nosotros muy frecuentemente no estamos dispuestos a hacer. Pero reconocer y aceptar la verdad y luego expresarla es lo que la inteligencia nos exige. La Sra. Eddy lo resume así: “La Verdad es la inteligencia de la Mente inmortal. El error es la llamada inteligencia de la mente mortal”.Ciencia y Salud, pág. 282. La llamada inteligencia no es de ninguna manera inteligencia. El autor de la gran mentira es el autor de su propia destrucción. La verdad y la inteligencia siempre salen victoriosas.

Cristo Jesús vino al mundo para dar testimonio de la verdad. Al dar testimonio de la verdad, dijo testimonio de que el hombre expresa infaliblemente la inteligencia. Cuando estaba en el desierto, su comprensión y percepción inteligentes de las Escrituras confundieron la astucia del tentador. Cuando sus adversarios trataron de enredarlo con las autoridades civiles, militares o eclesiásticas, por medio de tortuosas trampas, su penetrante y pronta comprensión de la respuesta apropiada, lo puso a salvo; él era el que siempre escogía el momento de poner las cartas sobre la mesa. Durante todo el tiempo dio testimonio de la verdad de otra manera también: liberando a la gente de la enfermedad y del pecado, de las mentiras que les habían sido impuestas por la materia y por la mente mortal no inteligentes.

Hoy en día, la Ciencia del Cristo, la Verdad, está demostrando nuevamente la supremacía de la cualidad primaria de la Mente. Está demostrando compasivamente en la experiencia diaria la autoridad de la inteligencia divina para sanar y bendecir.

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