En la Biblia se mencionan los setenta años como una edad razonable para vivir, y en la actualidad algunas personas no ven con agrado la perspectiva de vivir mucho más por temor a la decrepitud y al sufrimiento. A pesar de que a muchos patriarcas se les atribuye haber vivido vidas útiles — incluso plenas de triunfos — hasta edades mucho más avanzadas, el Salmista dijo: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos”. Salmo 90:10;
Pero limitar la edad a setenta años es una falacia. Aun en la época en que el Salmista expresó su melancólica opinión, pueden citarse a muchas personas que realizaron sus obras más extraordinarias a una edad mucho más avanzada. ¿Hay, en realidad, alguna ley o precedente fijo para justificar el poner límites a nuestra fortaleza, actividad, utilidad, y gozo a cualquier edad? Por el contrario, la Vida es Dios, infinita, eterna, y el hombre es la semejanza sempiterna y espiritual de Dios. El hombre, en su ser real, nunca puede estar separado de Dios, la Vida eterna, por ser Su reflejo; por eso nunca puede morir, ni tampoco perder su fuerza, utilidad, actividad, y gozo. Él no es afectado por la creencia en la edad.
Cristo Jesús sabía esto y dijo a sus seguidores: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás”. Juan 10:28;
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