La Ciencia Cristiana nos enseña que el hombre, la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu, es puramente espiritual. El hombre, la idea, no es un compuesto de materia y Espíritu; estos opuestos no pueden habitar juntos así como no lo pueden la luz y la obscuridad. El concepto de que el hombre es material existe sólo como una creencia falsa, y esta creencia es destruida mediante la comprensión de que el ser del hombre, la expresión de Dios, es incorpóreo.
El hombre, la imagen y semejanza de Dios, jamás nació de la materia puesto que coexiste con Dios. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “El hombre no procede de la carne, sino del Espíritu, — de la Vida, no de la materia. Puesto que la Vida es Dios, la Vida tiene que ser eterna, existente de por sí. La Vida es el eterno Yo Soy, el Ser que era, y es, y que ha de venir, que no puede ser borrado por nada”.Ciencia y Salud, págs. 289–290; La Vida no conoce ni comienzo ni fin, ni peligro ni muerte puesto que se expresa eternamente por doquier. Comprender que la Vida es infinita saca a luz la inmortalidad pues Dios es la Vida eterna. Cada uno de nosotros en su ser verdadero es una consciencia individual y espiritual mediante la cual la Vida se manifiesta. La vista, el oído y todo aquello que constituye los sentidos espirituales y la actividad del hombre, son, en realidad, la manifestación de la Vida perfecta.
Cristo Jesús es nuestro Mostrador del camino. Su comprensión de que Dios es todo — de que es Vida, Verdad, y Amor eternos — y que consecuentemente la materia es nada, era perfecta. Dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10; Jesús percibió la Vida siempre presente que es Dios, y por lo tanto probó el poder salvador de la Verdad y el Amor en sus curaciones.
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