En una ocasión, un estudiante de la Sra. Eddy le preguntó cuál era la diferencia entre el amor personal y el amor impersonal. La Sra. Eddy contestó substancialmente así: “Cuando vuestro amor requiere un objeto para que se manifieste, sabréis que es personal; cuando se prodiga libremente a todos, sabréis que es impersonal”.We Knew Mary Baker Eddy, Primera Serie (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1943), pág. 84 ;
Cristo Jesús incluyó a todos en su amor. Era compañero no sólo de los creyentes y de los que le eran leales, sino también de los pecadores para ayudarles a salir del pecado. Jesús tenía amigos y ayudantes especiales, incluyendo sus doce discípulos y María y Marta; no obstante, su amor fue ilimitado e imparcial. Proclamó la verdad a aquellos con quienes tuvo contacto.
A menudo el amor y lealtad personales nos defraudan, pero el amor de Dios, jamás. Ello se debe a que el amor personal es humano y limitado, mientras que el amor de Dios es infinito, divino, y omnímodo.
Muchos de nosotros hemos tenido buenas amistades personales. Una hermosa amistad es digna de atesorar y un matrimonio armonioso merece ser muy apreciado. No obstante, nuestros afectos no pueden circunscribirse a una vida de hogar holgada o a un sentido limitado del amor. Debemos acercarnos e incluir a todos para así llevar la curación a nuestro prójimo. La Ciencia Cristiana enseña que es posible tener amistades amables y abrigar al mismo tiempo un sentido universal del amor, que incluya a todos.
El amor personal a veces manifiesta enojo, celos, egoísmo, maldad, resentimiento, y hasta odio momentáneo, en tanto que el amor de Dios nunca abriga tales sentimientos. El amor de Dios es puro, fortalecedor, e imparte dominio y habilidad para vencer todo lo que se oponga a nuestro bienestar. El conocimiento de la eterna presencia de Dios puede ayudarnos en toda circunstancia. El estar consciente del Amor divino imparte un afecto y un gozo que nadie nos puede quitar. Por muy ofensivo que pueda parecernos el mal, el amor de Dios siempre está presente para protegernos y guiarnos.
A veces la pérdida de un ser querido nos obliga a estar más tiempo a solas para adquirir una mayor comprensión del Amor divino. En su oportunidad, todos tendremos que abandonar un sentido personal y limitado del amor por un sentimiento de amor más universal, y finalmente lograr una comprensión completa de Dios, que es Amor. Una comprensión del Amor infinito trae consigo el deseo y la habilidad de ayudar y sanar a nuestro prójimo. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El Amor universal es el camino divino en la Ciencia Cristiana”.Ciencia y Salud, pág. 266;
En realidad, nunca podemos comprender el amor a menos que comprendamos que proviene de Dios. Él es el manantial de todo amor verdadero, y Su reflejo, el hombre, lo expresa.
El Amor es infinito y siempre podemos verlo manifestado por doquier — ya sea entre una multitud de personas, en la calle al conocer a un extraño, o cuando estamos a solas con Dios. Pero jamás encontraremos el amor verdadero si esperamos que provenga de las personas.
Si el anhelo humano de ser amado se basa en un sentido personal del amor, no encuentra satisfacción permanente. En cambio, el amor que se expresa a los demás trae gozo y felicidad porque Dios es su fuente y sus efectos son de mucho alcance. Este amor es un poder que se extiende por todo el mundo y llega a toda la humanidad. A su tiempo es lo que acabará con las guerras, como se profetiza en la Biblia: “Y volverán sus espadas en rejas de arado. .. no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. Isa. 2:4; Y la hermandad de los hombres se expresará por todas partes.
A medida que oramos diariamente por el mundo e incluimos a toda humanidad en nuestro amor, sentiremos tal amor por nuestro prójimo que anhelaremos compartir nuestra comprensión del Amor divino con todos aquellos con quienes tratamos. Podemos afirmar que Dios nos guiará a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra comprensión. Jesús dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo ... Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:14, 16.
