Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Ofrezco el siguiente testimonio con profunda...

Del número de abril de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ofrezco el siguiente testimonio con profunda gratitud a Dios por la Sra. Eddy, autora del libro de texto, Ciencia y Salud.

Al ser examinado para entrar en el servicio militar fui informado que estaba padeciendo de un caso activo de tuberculosis. Para un joven recién egresado de la universidad y al comienzo de su carrera en el mundo de los negocios, esto fue un severo golpe. Un especialista en enfermedades pulmonares confirmó el diagnóstico, diciéndome que debía guardar cama durante seis meses y quizás hasta dos años. Me dijo que jamás podría llevar una vida normal y que no viviría por mucho tiempo si no guardaba cama y descansaba en seguida.

Ese día abandoné el consultorio del médico muy deprimido y preguntándome qué debía hacer. Antes de poder internarme en un sanatorio debía esperar a que mi solicitud de admisión fuera aceptada. Regresé a la casa de mis padres en tanto que esperaba ser admitido a un sanatorio del estado.

Un año antes, me habían regalado un ejemplar de Ciencia y Salud. Sabía que este libro había sanado a otros y sentía que en sus setecientas páginas debía de haber alguna ayuda para mí. Mis padres no eran Científicos Cristianos y se opusieron mucho a que yo leyera el libro de texto. Durante el día escondía el libro debajo del colchón y de noche, después que ellos se acostaban, yo leía.

Cuando le mencioné a una amiga que es Científica Cristiana, que yo comprendía muy poco de lo que leía, ella me aconsejó que siguiera leyendo y que aceptara aquello que podía comprender. Como a los tres días de haber comenzado a leer el libro, descubrí que la base de mi modo de pensar había cambiado. Pensaba en un Padre perfecto, un hijo perfecto y una creación perfecta. Esta revelación de mi perfección como el hijo de Dios comenzó a reemplazar la creencia en una ley irreal que producía un estado irremediable.

En la página 332 de Ciencia y Salud leí lo siguiente: “Padre-Madre es el nombre de la Deidad, que indica Su tierna relación con Su creación espiritual”. A medida que este pensamiento se hacía más evidente, me sentí consciente de lo que hoy comprendo acerca de Dios como Vida, Verdad y Amor. Y allí estaba yo, el perfecto hijo de Dios. Siempre había estado y siempre estaría protegido por Su amor. Sentí este amor que en ese momento me estaba sanando a mí y a toda la humanidad. Este pensamiento me era muy nuevo y no sabía que podía llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana. Pero simplemente seguí leyendo y meditando acerca de lo que este libro me estaba diciendo.

Una semana más tarde los médicos comenzaron una segunda serie de análisis. Estos exámenes tenían por objeto reunir información para proveer la historia clínica del caso para el sanatorio. En esta ocasión todos los análisis resultaron negativos. Los síntomas también habían desaparecido. La radiografía todavía mostraba una sombra tuberculosa. Los médicos estaban inciertos de cómo proceder. Fue en esa ocasión, y por primera vez, que quisieron administrarme medicinas, antibióticos, para ayudar la curación que ya había comenzado. Mi papá se adelantó a decir: “No”, dado que los médicos parecían inseguros de los resultados. El médico admitió que no estaba seguro de los resultados pero quería ayudar. Nadie sabía acerca del librito ni de mi lectura nocturna. En ningún momento se me administraron drogas ni medicinas. Luego me di cuenta de que ésta era la protección de Dios por lo que Él me estaba dando en el libro de texto.

Esta curación fue una curación en la Ciencia Cristiana efectuada totalmente por medio de la lectura de Ciencia y Salud. Mientras los médicos me observaban, y ante mucha oposición, sin la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, fui sanado completamente. Lo único que sabía hacer era leer y orar. Más tarde vi cómo este librito sanó la oposición de mi familia al punto que escuché a mi madre decirle a una amiga: “La Ciencia Cristiana está aquí para sanar al mundo”.

A la Sra. Eddy le estaré eternamente agradecido por habernos dado este don inefable. Mediante Ciencia y Salud, la Biblia ha llegado a ser mejor conocida como la voz viviente y sanadora de Dios. Estoy agradecido a Dios por la misión sanadora de Cristo Jesús, por la Sra. Eddy, y por ésta y otras múltiples curaciones que he experimentado por medio de la comprensión que el libro de texto ofrece a todo aquel que lo lee.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 1976

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.