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La música en la iglesia — su efecto sanador

Del número de abril de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Después que David, el joven pastor, fue ungido para ser rey del antiguo Israel, “desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David”, nos dice la Biblia.

Saúl, que en ese momento todavía era rey, envió a buscar a David. Y cuando Saúl no se sentía bien, “David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de el”. 1 Sam. 16:13, 23;

También nosotros podemos sentirnos vivificados y bien cuando escuchamos la música del servicio religioso en una Iglesia de Cristo, Científico.

No es solamente la selección musical lo que inspira. En realidad, las selecciones musicales no siempre son del gusto de todos en la congregación. Asimismo, tampoco se leen en cada servicio religioso los versículos bíblicos y los pasajes de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy que cada uno prefiere.

Pero podemos percibir la actividad de la Verdad, la expresión del Amor, en la parte musical del servicio, así como en las selecciones de la Biblia y Ciencia y Salud. Podemos apreciar la música por una razón importante. Puesto que el propósito de cada servicio religioso de la Ciencia Cristiana es sanar, la parte musical también debería promover la actividad sanadora — no simplemente por la forma en que los intérpretes se han preparado, sino también por la forma en que los miembros de la iglesia se han preparado.

Durante la semana que precede al culto dominical, los Científicos Cristianos estudian la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y que se lee a la congregación el domingo. Este estudio — esta meditación devota sobre las verdades espirituales que se encuentran en la Biblia y en Ciencia y Salud— sirve para elevar a la congregación de una actitud meramente pasiva al escuchar la lección, a la comprensión activa de su significado espiritual. Tal comprensión sana.

¿Y qué decir de la música? ¿Es solamente un preludio agradable, un interludio armonioso destinado a entretenernos mientras se hace la colecta, un simple fondo musical para que los congregantes abandonen rápidamente la iglesia? ¿O puede la congregación buscar un efecto sanador al escuchar atentamente la música?

Por ejemplo, ¿qué esperamos encontrar en el preludio? Todo lo que uno necesite para prepararse para la hora que sigue. Quizás una cálida bienvenida. Un sentimiento de gratitud por el bien que se expresará durante el culto. Una gozosa expresión de ese Amor divino del que habla la Sra. Eddy cuando escribe: “El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas. Es la fuente abierta que exclama: ‘¡Todos los sedientos, venid a las aguas!’ ”Ciencia y Salud, pág. 13;

¿Apreciará la congregación esta preparación, esta invitación, esta bienvenida? Lo hará cuando los miembros hagan algo más que escuchar pasivamente el preludio — cuando consideren el preludio como parte de la expresión de una cálida bienvenida, un amor espiritual que lo abarca todo.

¿Qué esperamos encontrar al cantar los himnos? Por cierto, alegría. Unidad de pensamiento a medida que la congregación se une en esta actividad. Una oportunidad para regocijarnos colectivamente. En el Artículo VIII, Sección, 5, del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, se nos hace un llamado para que oremos colectivamente: “Las oraciones en las iglesias de la Ciencia Cristiana deberán ser ofrecidas colectiva y exclusivamente en pro de las congregaciones”. La música puede ser ofrecida de la misma manera.

La responsabilidad de que los himnos sean cantados armoniosamente le corresponde a cada miembro, al combinar cada miembro la inteligencia de la Mente divina con el sentimiento del Alma para expresar el significado sanador de los himnos.

¿Qué decir entonces del solo? ¿Qué esperamos encontrar en él? Para algunos de nosotros el solo puede que produzca específicamente la comunión con Dios, el Padre-Madre de todos nosotros, nuestro origen, la Vida eterna. El solo puede preparar el pensamiento, proveer el terreno, para la parte central del servicio dominical — la lectura de la Lección-Sermón.

¿Y qué continuidad de la Lección-Sermón ofrece el ofertorio o colecta! Después que Cristo Jesús instruyó a sus discípulos a que alimentaran a la multitud, “como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”, con cinco panes y dos peces, lo que sobró de los pedazos llenó doce cestas (ver Mateo 14:15-21). Jesús probó que el Espíritu es substancia, que la abundancia está basada en la ley espiritual, no material.

La Lección Bíblica alimenta a la congregación. La colecta podría sugerir la superabundancia de la substancia espiritual contenida en la Lección Bíblica. Es una magnífica oportunidad para reconocer la omnipresencia de Dios.

¿Y qué esperamos del postludio? También todo lo que necesitamos para beneficiarnos completamente del culto. Quizás una apacible bendición. Quizás una sonora afirmación de “¡Así sea, amén!” Con toda seguridad un lazo de unión para la continuidad del bien — la estabilidad del Principio, la confiabilidad de la Verdad.

El poder sanador de Dios no deja de sostener a la congregación una vez que ha salido de la iglesia al terminar el culto. El postludio une a todos los miembros de la congregación en la confirmación de que lo que se ha dicho es verdad y de que todo está bien.

Y la congregación, ¿saldrá del culto sintiéndose bendecida, confiando en que la bondad de Dios los sostiene siempre, y no sólo durante el culto? Lo hará cuando los miembros consideren el postudio como la forma que ellos tienen de expresar una bendición, su afirmación de que cada uno puede salir de la iglesia sabiendo que: “Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino”. Salmo 18:32.

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