Toda capacidad que poseemos, toda aptitud para expresar el bien que manifestamos, todo el amor que irradiamos, tiene un origen único: Dios, la Mente omnipresente. Cuando nos acercamos a Él devota y sinceramente, Su infinita inteligencia, Su guía e iluminación nos fortalecen. Nuestro bienamado Maestro, Cristo Jesús, nos enseñó: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5:6;
Cuando fracasan nuestras aspiraciones, cuando no logramos lo que deseamos — por más que nuestra actual comprensión alimente nuestra convicción de que nuestro deseo es correcto — es porque tal vez no hemos recurrido a la única fuente de inspiración, la única fuente de inteligencia y sabiduría; o tal vez — si hemos recurrido a ella — nos está indicando que Dios ha preparado algo más para nosotros.
Cuando confiamos completamente en Su sabiduría, somos guiados por Él, aun cuando no nos demos cuenta de ello. El Amor divino, siempre presente, nos salva de cometer errores. ¡Y cuántas veces nos encontramos solucionando problemas por medios que jamás hubiéramos imaginado!
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!