En la Ciencia Cristiana el mal suele ser descrito como una sugestión mental agresiva. El mal es falsamente mental y viene como una sugestión que afirma que existe un poder opuesto a Dios. El problema radica en que el mal no tiene una verdad que pueda presentar. Es mesmérico y debe ser combatido desde el punto de vista espiritual de que Dios es Todo y que el error es nada.
El Primer Mandamiento nos insta a mantener una lealtad invariable a la Verdad divina: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éx. 20:3; La obediencia iluminada a esta directiva divina nos permite disciplinar nuestro pensamiento y reconocer sólo la realidad de Dios y de que Él es Todo. Así aprendemos a percibir la verdad espiritual de todo lo que los sentidos físicos parecen contemplar. Nuestro deber para con Dios es amarle con todo nuestro corazón, amar Su creación espiritual y perfecta, y esto incluye mantener el concepto correcto de nosotros mismos y de nuestro prójimo.
Creer en la realidad del pecado, la enfermedad, la carencia o la limitación es creer en otro dios y en otro poder y, por lo tanto, significa desobedecer el Primer Mandamiento. Un ejemplo singular de los resultados de esa desobediencia se encuentra en el Segundo Libro de Crónicas donde leemos: “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos. Y durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado”. 2 Crón. 16:12, 13;
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