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Hace algunos años tuve la oportunidad de...

Del número de abril de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algunos años tuve la oportunidad de vivir en México. Fue una experiencia maravillosa y me encantó. Estaba lejos de mi hogar y vivía con gente que no hablaba inglés, y era la única Científica Cristiana en el pueblo. Al principio se presentaron algunas dificultades, pero el año fue verdaderamente provechoso.

Hacia fines del mes de octubre tuvimos un fin de semana largo en nuestro colegio y fui con algunos amigos a una isla cercana. Tres de nosotros nos divertíamos caminando por una hermosa playa, cuando de repente sentí un dolor agudo en mi pie, algo así como una picadura de abeja. Vimos a un escorpión sobre mi pie. Mis amigos se preocuparon y dijeron que debía ir inmediatamente a un médico o a un hospital porque las picaduras de escorpión pueden ser peligrosas. Me calmé y les dije que deseaba sanarme de una manera distinta, y que por favor sólo me ayudaran a llegar a la casa y a acostarme, lo cual hicieron. Insistí en que no quería arruinarles su diversión; finalmente se fueron aunque con cierta renuencia. El pie se había hinchado, pero el dolor había disminuido.

Me preguntaba cómo podía haberme pasado esto. Después de todo, en el reino de Dios no ocurren accidentes, y poco antes en la playa me había sentido muy cerca de Dios. Luego recordé que desde mi llegada había oída hablar acerca de personas que habían sido picadas por escorpiones y sobre lo que les había pasado, y me había preguntado qué se sentiría al ser picado por un escorpión. Comencé a pensar en que el hombre verdaderamente vive armoniosamente en el reino de Dios con toda Su creación, y que una criatura no puede herir a otra. Luego dije una oración que solía decir cuando pequeña (Poems — Poemas por la Sra. Eddy, pág.69):

Padre-Madre Dios,
en Tu amor,
guárdame al dormir,
guía mis pies al ir
de Ti en pos.

Mis “pies” estaban bajo Su cuidado y ni siquiera me molesté en mirar el pie nuevamente. No sentí más dolor, y me dormí.

Temprano en la mañana llovía torrencialmente y todos nos levantamos para meter algunas cosas que habíamos dejado afuera. Ya estaba levantada y corriendo de un lado a otro cuando me acordé de mi pie. Lo miré y vi que estaba completamente bien. Ni siquiera se podía decir qué pie había sido picado. Durante el desayuno todos querían ver mi pie y estaban sorprendidos de verlo bien. No podían creer que me había sanado a mí misma por medio de la oración sin necesidad de ir a un médico.

En otra ocasión me lastimé la pierna cuando la motocicleta que montaba resbaló. Pude volver a montar en la motocicleta, y continuamos nuestro viaje. La curación de la pierna, que fue enseguida, ayudó grandemente a todos los que la presenciaron.

Mis relaciones con los demás en el colegio fueron maravillosas; todos siempre querían presentarme a sus amigos para que les relatara cómo Dios me había sanado. La Ciencia Cristiana fue aceptada dejando de considerarse como una rareza, y no tuve más problemas en explicar por qué no tomaba bebidas alcohólicas. También pude conseguir ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, en su edición en español, para que mis amigos los leyeran, lo cual disfrutaron mucho.

Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana y por la oportunidad que tuve de compartirla con otros en su aspecto sanador.


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