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En la página 546 del libro de texto de la...

Del número de abril de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la página 546 del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “La prueba de que el sistema expuesto en este libro es cristianamente científico estriba en el bien que este sistema está realizando, porque cura sobre la base de un Principio divino y demostrable que todos pueden entender”. Debido a que este sistema ha aportado tanto bien a mi vida, siento el deseo de dar a conocer mi experiencia de manera que otros puedan beneficiarse con ella.

Veinte años antes de conocer la Ciencia Cristiana mi vida era una secuencia de tribulaciones, infidelidad matrimonial, abandono del hogar, afición a la heroína y la práctica de actividades delictivas e inmorales, demasiado numerosas para detallar. Todo esto ocurrió entre largos períodos de prisión en instituciones penales tanto del estado como del condado, por varios delitos relacionados con drogas y violaciones a la libertad concedida bajo palabra de honor.

En 1968 fui nuevamente arrestado por violar la libertad acordada bajo palabra por un centro de rehabilitación para drogadictos. Mientras esperaba en una prisión de máxima seguridad para ser llevado nuevamente al centro de rehabilitación, me fue presentada por primera vez la Ciencia Cristiana.

Gracias a los esfuerzos de los trabajadores de la Ciencia Cristiana en el condado, se habían distribuido para los varios reclusos ejemplares del The Christian Science Journal y del Christian Science Sentinel. Estoy seguro de que nunca olvidaré el alivio que sentí cuando las verdades científicas que contenían estos periódicos me dieron una vislumbre de mi naturaleza espiritual como hijo de Dios. Y con este alivio mental me vino la certeza de que había encontrado finalmente la verdad que me haría libre.

Cuando llegué al centro de rehabilitación, me puse en contacto con el capellán de la Ciencia Cristiana que conducía los servicios en la institución todos los domingos por la tarde. Comencé a estudiar con toda dedicación la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy, y por medio de este estudio empecé a comprender un tanto el sistema cristianamente científico expuesto en el libro de texto. Empecé a percibir algo del verdadero significado espiritual de las enseñanzas de Cristo Jesús, con el resultado de que un gran cambio empezó a operarse en mi pensamiento. Dejé de verme como un criminal y drogadicto, y de la misma manera los demás dejaron de verme así. Este cambio en mi pensamiento no sólo me liberó permanentemente del hábito a las drogas, sino que también desapareció el deseo de fumar y de tomar bebidas alcohólicas. También desaparecieron rasgos de carácter inmorales e indeseables que durante años había estado aceptando como parte de mi identidad.

Después de haber pasado varios años en instituciones penales, de haber sido sometido por largo tiempo a tratamiento colectivo de terapéutica sicológica, de haber sido tratado con todos los medios de rehabilitación disponibles en las instituciones judiciales y correccionales del estado, de haber tratado la fuerza de voluntad humana y otros métodos humanos para corregir mi pensamiento y mi conducta sin cambio aparente alguno, el poder sanador y regenerador del Cristo, la Verdad, como se revela en la Ciencia Cristiana, transformó completamente mi vida en todo aspecto.

A medida que comencé a comprender más y más este “Principio divino y demostrable que todos pueden entender”, me fue cada vez más evidente que yo no era un mortal corpóreo indefenso, sujeto a llamadas leyes materiales y a teorías humanas sobre el hombre, sino que era la imagen de Dios, espiritual y perfecto, y que mi identidad real otorgada por Dios incluía la capacidad para demostrar esta verdad.

Desde que mi esposa y yo nos hicimos miembros de La Iglesia Madre y de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, e inscribimos a nuestros cuatro hijos en la Escuela Dominical, el bien que la Ciencia Cristiana ha traído a nuestra vida ha sido incesante. Muchas notables curaciones físicas experimentadas en nuestra familia durante los últimos años han servido para arraigar mi confianza en la bondad de Dios. Algunas de estas curaciones han sido el resultado de mi propia devota oración a Dios, según aprendí a hacerlo en la Ciencia Cristiana; otras requirieron la ayuda de practicistas de la Ciencia Cristiana, pero en todos los casos las curaciones fueron completas y permanentes.

En 1968, cuando fui atraído por ese primer periódico de la Ciencia Cristiana, la posibilidad que tenía de dejar de ser un criminal y drogadicto, por decir lo menos, parecía remota, pero la Ciencia Cristiana llegó a mí allí mismo donde me encontraba y me rescató de ese cuadro del todo erróneo, llevándome al conocimiento de mi verdadero estado como hijo de Dios.

Dios dice en la Biblia, en el libro de Joel (2:25): “Os restituiré los años que comió ... la langosta”. Ciertamente esta promesa se cumplió en mí. Estos últimos años han sido de un gran crecimiento y desarrollo espiritual. Han incluido el gozo del trabajo activo en una iglesia filial y la instrucción en clase, y he tenido el inmenso privilegio de servir como capellán de la Ciencia Cristiana en el Centro de Rehabilitación de California, operado por el estado, donde el sistema cristianamente científico expuesto en Ciencia y Salud sigue satisfaciendo las necesidades de aquellos cuyo pensamiento es receptivo al Cristo, la Verdad. El bien que se está realizando es abundante.


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