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La base científica de la moral

Del número de abril de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una de las falsedades que desmoralizan a la humanidad es la teoría que sostiene que las normas morales son simplemente una creación de la mente humana. Las investigaciones sociológicas han fortalecido este punto de vista. Diferentes culturas han producido diferentes conceptos de la moral. Por estas razones muchos han llegado a la conclusión de que las normas morales son simplemente una codificación de costumbres, tradiciones, y creencias colectivas que la humanidad sostiene.

En el ambiente del pensamiento contemporáneo, esta clase de razonamiento ha contribuido a que se abandonen las normas ya establecidas sobre lo que es moral y lo que no lo es. Algunos argumentan que si el código moral representa únicamente un acuerdo colectivo, aquél puede cambiar cuando cambian las opiniones. Una nueva generación puede que se sienta justificada en repudiarla. Algunos van más lejos y asumen la posición filosófica de que uno debiera establecer su propio concepto sobre lo que es correcto y lo que es incorrecto, tomando en consideración lo que satisface personalmente. Esta forma de razonar ha llevado a lo que se llama “la nueva moral”, que se destaca principalmente por su libertinaje.

Sin embargo, hay una pregunta importante que surge de la actual crisis moral. Si la tradición, las costumbres, y la sicología no ofrecen bases permanentes para un sistema moral, ¿existe alguna base sólida para la moral?

La Ciencia Cristiana
Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. arroja una nueva luz sobre este tema. Revela una perspectiva más profunda y muestra que la verdadera base de las normas morales no es humana sino divina. Sin embargo, difiere fundamentalmente de la teología tradicional, que sostiene que Dios conoce el mundo físico y que establece reglamentos humanos específicos para la conducta.

En la Ciencia, siempre empezamos con Dios perfecto y hombre perfecto, la realidad absoluta del ser. El hombre es la imagen de la Mente perfecta. Éste es el único hombre verdadero e incluye la verdadera identidad de cada uno de nosotros. El hombre verdadero es espiritual, puro, impecable, satisfecho, completo, y expresa al Principio invariable, y se caracteriza por la integridad absoluta y su fidelidad a la ley espiritual.

En las páginas 115 y 116 de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras y bajo el encabezamiento “Tercer Grado: Entendimiento” en la “Traducción Científica de la Mente Mortal”, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, detalla algunas de las cualidades divinas que caracterizan al hombre verdadero: “Espiritual. Sabiduría, pureza, entendimiento espiritual, poder espiritual, amor, salud, santidad”.

Es digno de atención que este párrafo tiene el índice marginal “Realidad” y que la Sra. Eddy agrega: “En el tercer grado la mente mortal desaparece, y el hombre a la imagen de Dios aparece”.

Lo falso o lo opuesto de este hombre verdadero — la visión ilusoria, invertida, que la mente mortal tiene de la creación — es el concepto de que el hombre es físico, débil, corrupto, presa de los apetitos, fundamentalmente material y amoral, un pecador desde el comienzo y condenado a morir.

Encontramos esta naturaleza contraria resumida bajo el encabezamiento “Primer Grado: Depravación” en la “Traducción Científica” a la que ya nos hemos referido: “Físico. Creencias malas, pasiones y apetitos, temor, voluntad depravada, justificación propia, orgullo, envidia, engaño, odio, venganza, pecado, enfermedad, malestar, muerte”.

La mente falsa que aquí se describe es totalmente negativa. Es interesante destacar que el índice marginal es “Irrealidad”.

Ahora bien, está claro que el ser humano individual se encuentra en algún punto intermedio; no es ni del todo bueno ni del todo malo. La consciencia humana parece ser una mezcla — algunos pensamientos reflejan más o menos tenuemente la naturaleza divina del bien, algunos de ellos erróneos y mortales pero disfrazados de buenos, y algunos otros manifiestan por completo el “Primer Grado: Depravación”. La consciencia humana es una mezcla aparente de elementos buenos y malos.

La parábola de Cristo Jesús sobre el trigo y la cizaña puede ser usada para mostrar la naturaleza dual del yo humano. La cizaña se quema en la época de la cosecha — se reduce a la nada — y el trigo se guarda. ¿No podría la cosecha simbolizar la venida de la Ciencia del Cristo, cuya acción separa la paja mental del trigo v limpia la consciencia humana?

La consciencia humana podría ser comparada con un cuarto a la hora del amanecer, en que entra muy poca luz por las ventanas. El cuarto parece estar caracterizado por una condición de obscuridad; pero, en realidad, sólo están los rayos del sol que entran en el cuarto y la obscuridad que desaparece a medida que la luz se hace más brillante. Pablo se refirió a esta transformación de la consciencia cuando dijo: “En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”. Efes. 5:8;

Este otro ejemplo puede ayudar para ver con más claridad este punto. Supongamos que hacemos una mezcla de pimienta y sal bien molidas. Lo que el ojo ve es una substancia gris. Pero si ponemos la substancia bajo un microscopio, veremos que aún está formada de partículas blancas y partículas negras, y que éstas están separadas. Están juntas mas, en realidad, no están fusionadas.

Lo mismo sucede con el yo humano. Parece ser una identidad consciente, que tiene algunos elementos buenos y otros malos. Para el sentido mortal, estos elementos opuestos del pensamiento parecen estar unidos indisolublemente.

Pero examinemos esta aparente identidad a través de la lente de la Ciencia y tendremos un panorama completamente diferente. La Ciencia nos permite analizar y disecar los pensamientos — separar la realidad de la fábula, la cizaña del trigo, la verdad del error, el bien del mal. Trae a luz la línea científica de demarcación entre la Verdad y el error y muestra que éstos realmente nunca se unen. A medida que esta línea de demarcación se nos hace más evidente, aprendemos a rechazar los pensamientos de la mente mortal y a aceptar los pensamientos que brillan con la luz del Divino. De esta forma encontramos una norma infalible que nos guía para medir los motivos, las actitudes, los deseos, los impulsos.

La Sra. Eddy destaca en sus obras que por medio de la Ciencia la persona puede tener pensamientos puros que vienen de Dios, pensamientos santos, absolutos y científicos; que puede aprender a comprender a Dios y a encontrar poco a poco el reino de los cielos dentro de nosotros. Pero también destaca que el pensamiento humano que no está iluminado por la Verdad expresa en mayor o menor medida la depravación de la mente mortal.

Vemos a través de la lente de la Ciencia que, en realidad, los elementos del mal en la consciencia humana son totalmente irreales. Son como la obscuridad en un cuarto obscuro, insubstanciales — no tienen substancia, realidad o identidad — sino que son destruidos cuando la luz se hace más brillante. La Ciencia revela que sólo el elemento divino en la identidad humana es verdaderamente real. Cuando nuestro entendimiento es más claro a consecuencia de esta verdad, el concepto de que el hombre es físico y mortal desaparece poco a poco, y vemos cada vez más claramente que el hombre es en verdad la idea espiritual de Dios hecho a Su semejanza.

Esta explicación tiene una aplicación directa al tema de la moral. La Ciencia muestra que las cualidades morales tales como la honestidad, la compasión, el amor desinteresado, la honradez dan testimonio, en cierto grado, del resplandor de la luz divina. La Sra. Eddy detalla varias de estas cualidades morales bajo el encabezamiento “Segundo Grado: Las creencias malas desapareciendo” en la “Traducción Científica” mencionada anteriormente: “Moral. Humanidad, honradez, afecto, compasión, esperanza, fe, mansedumbre, templanza”. El índice marginal las denomina “Cualidades de transición”.

Para el sentido humano, el bien que se expresa en los pensamientos y acciones morales parece ser un tanto limitado e imperfecto, y de origen humano. Nosotros “vemos por espejo, oscuramente”, 1 Cor. 13:12; como dijo Pablo. Pero a medida que nuestra comprensión espiritual crece, vemos cada vez más claramente que la luz que se refleja en los pensamientos buenos tiene su origen en Dios.

Cada átomo de bondad, substancia y verdad genuinas inherente a las cualidades morales tiene su origen en Dios, porque Dios es la única fuente del bien. La honestidad expresa, en la medida de su pureza, la integridad absoluta del hombre como hijo de Dios. La consideración, la compasión y el afecto desinteresado brillan, en la medida en que expresan su bondad genuina, con la luz del Amor divino. En la medida en que el afecto espiritual reemplaza al instinto animal, la moralidad sexual da testimonio de la pureza y perfección absolutas del hombre como reflejo del Alma.

Así es como revela la Ciencia una base para la moral, que no es humana sino divina. Al expresar las cualidades de pensamiento morales y espirituales nos despojamos de la identidad mortal y expresamos al hombre verdadero. En la medida de nuestra moralidad, podemos progresar en comprensión espiritual y expresar cada vez más quiénes y qué somos realmente como imagen de Dios. Es por eso que una moral sana es esencial para el crecimiento espiritual.

Pero, ¿cómo se aplica todo esto a cuestiones morales específicas? Frente a una compleja situación humana, ¿cómo podemos saber lo que es moralmente correcto? Cuanto más claro vemos la relación que hay entre las cualidades morales y su base espiritual absoluta — y aceptamos esta base — tanto más fácil se nos hace ver claramente lo que es correcto hacer.

Ante situaciones humanas a veces es necesario empezar con la elección del menor de los males, y esta elección necesita sabiduría. Pero la Ciencia nos enseña que podemos pedir sabiduría a Dios y tenerla. Podemos examinar nuestros pensamientos y motivos. Podemos prestar atención a la voz de la conciencia. Podemos definir nuestro concepto de lo que es la línea de demarcación entre la Verdad y el error.

Guías confiables para solucionar problemas morales se pueden encontrar en preguntas como éstas: ¿Se inclinan nuestros deseos hacia el dominio espiritual o están sujetos a lo físico? ¿Están nuestros pensamientos promoviendo el afecto espiritual hacia Dios y el hombre o hacia el egoísmo y la idolatría? ¿Hacia dónde vamos? Nuestro amor hacia los demás, ¿está motivado y tiene su expresión en las cosas del Espíritu? ¿Nos sentimos impulsados hacia el Principio, el Espíritu, la Verdad y el Amor, o hacia la materia, poniéndonos en desacuerdo con Dios? ¿Somos totalmente honestos con nosotros mismos? ¿Qué concepto del hombre estamos adoptando?

Cristo Jesús destacó la importancia de examinar y corregir los pensamientos. Dijo, por ejemplo: “Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:28; Es indudable que la castidad y la fidelidad en las relaciones matrimoniales, junto con su insistencia en las obligaciones permanentes, el afecto continuo, la unión de cualidades nobles, y la estabilidad social, se acercan más a lo correcto que las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

Es importante ver que el concepto de moral que se describe al comienzo de este artículo está basado en el concepto de que el hombre es un organismo físico, un ser biológico desarrollado en la materia. El concepto de moral que da la Ciencia procede de la verdad absoluta de que el hombre a la semejanza de Dios es espiritual y perfecto; y exige que se demuestre prácticamente, paso a paso, porque éste es el camino de salvación del Cristo.

Una de las razones por las cuales la Biblia puede ser llamada acertadamente la carta de navegar de la vida es porque sus páginas inspiradas muestran cómo la verdad absoluta puede aplicarse a la experiencia humana para responder a preguntas sobre la moral. Moisés, por ejemplo, luego de su comunión con Dios en el Monte Sinaí, le dio a su pueblo reglas específicas de conducta. Muchas de estas reglas se referían en forma meticulosa a las necesidades particulares de los hijos de Israel y a la estructura de su sociedad. Pero estaban basadas en los Diez Mandamientos. Y en estos mandamientos — que concuerdan con su base de amor hacia un Dios único, el amor hacia el hombre, y sus consejos contra la idolatría, deslealtad, el robo, el asesinato, la mentira, el adulterio, etc.— Moisés consagró reglas fundamentales de moral que son tan sanas hoy en día como lo eran entonces.

La exposición bíblica de rectitud moral llega a su punto culminante en el Nuevo Testamento: en el Sermón del Monte, en las parábolas y en otras enseñanzas de Jesús, y en las claras explicaciones de los escritores del Nuevo Testamento. Cuando se trabaja con las Escrituras y los escritos de la Sra. Eddy, tenemos todo lo necesario para purificar el pensamiento y los motivos, para regenerar el carácter, para fijarnos metas espirituales, para tomar decisiones correctas. La Ciencia nos enseña cómo trabajar partiendo de la verdad absoluta de la perfección espiritual del hombre, demostrando progresivamente un sentido moral más elevado.

Si en verdad estamos avanzando hacia la meta de la espiritualidad, seremos guiados divinamente en la senda correcta. ¡Y qué atractivo es el espíritu de la rectitud moral comparado con la discordancia y la confusión, la falta de honradez, el encubrimiento, y la final derrota de la conducta inmoral! La Sra. Eddy describe la senda correcta en términos gráficos: “Es la espiritualización del pensamiento y cristianización de la vida diaria, en contraposición a los resultados de la horrible farsa de la existencia material; es la castidad y pureza, en contraste con las tendencias rastreras y la atracción terrenal del sensualismo y la impureza, lo que realmente comprueba el origen divino y la eficacia de la Ciencia Cristiana”.Ciencia y Salud, pág. 272.

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