Estoy muy agradecida a Dios por haberme guiado a la Ciencia Cristiana, y estoy muy contenta de ser miembro de una Sociedad de la Ciencia Cristiana y de La Iglesia Madre. He estado estudiando Ciencia Cristiana desde hace más o menos diez años, y mi familia y yo hemos recibido muchas bendiciones mediante este estudio.
Una noche, hace varios años, cuando regresaba en automóvil del trabajo a mi casa, súbitamente mi coche se volcó al chocar con otro vehículo que venía a gran velocidad, dejando mi automóvil seriamente estropeado.
El choque fue tan violento que aquellos que presenciaron el accidente se sorprendieron al verme salir del auto e ir a preguntar cómo estaba el otro conductor, el cual salió ileso. Sin embargo, yo sentía bastante dolor en la espalda y en las rodillas y tobillos. Una cortadura que sufrí en la cara sangraba tanto que la gente que había venido en mi auxilio me llevó al hospital a pesar de mis protestas.
Consciente de inmediato de la presencia del Amor divino, traté de afirmar la verdad de mi perfección a semejanza de Dios. Como hija de Dios no podía estar herida ni sentir dolor.
Pedí que llamasen por teléfono a mi casa para comunicarle a una amiga Científica Cristiana que yo necesitaba ayuda. En seguida sentí el efecto de las oraciones para ayudarme. Permanecí calmada en presencia del médico que me examinaba para ver el alcance de los efectos del accidente. Con firmeza rechacé la vacuna antitetánica y firmé una declaración asumiendo la responsabilidad por esta decisión. Luego me llevaron a casa.
Desde allí llamé a mi amiga, quien me alentó a permanecer calmada asegurándome que en el reino de Dios, el reino de la armonía en el que verdaderamente vivimos, no hay accidentes y que, como idea de Dios, yo estaba rodeada por el Amor infinito.
Durante la noche se me hinchó un tobillo y el dolor era intenso. Cuando traté de caminar no pude apoyarme en el pie. Continué afirmando constantemente verdades científicas, y finalmente me dormí. A la mañana siguiente estaba trabajando y caminando libremente.
Unos días más tarde sentí dos durezas en las pantorrillas, que me dolían. Pero con la ayuda y el apoyo de mi amiga Científica Cristiana, oré a Dios llena de gratitud porque, en verdad, la demostración ya era completa. Pude irme a casa tranquilamente esa misma noche e ir a trabajar a la mañana siguiente.
Mi amiga me dijo que el Amor disuelve todo error, y fiel a sus recomendaciones continué estudiando cuidadosamente este versículo de la Biblia (Isaías 41:10): “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. También me ayudó mucho el meditar sobre este pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 424): “Los accidentes son desconocidos para Dios, la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la dirección infalible de Dios y de esta manera sacar a luz la armonía.
“Bajo la Providencia divina no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”. En muy poco tiempo sané completamente y no tuve consecuencias posteriores a causa del accidente.
Estoy muy agradecida a Dios por Cristo Jesús, nuestro Modelo, y por la Sra. Eddy, quien tan altruistamente compartió la revelación de la Ciencia Cristiana con el mundo.
Aosta, Italia
