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Estados de ánimo

Del número de mayo de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A veces estoy contento, a veces desanimado
Sí, Dios mío;
A veces me siento casi abatido,
Sí, Dios mío.

Este antiguo canto de los negros del sur de los Estados Unidos, denominado “spiritual”, lo dice. Cantamos acerca de nuestro estado de ánimo porque apreciamos nuestros sentimientos. Algunos dicen que es saludable expresarlos abiertamente.

La Ciencia Cristiana en realidad no niega que uno debiera expresar sus sentimientos, pero exige que se distinga entre los sentimientos reales y los falsos. Desde un punto de vista material, pareciera ser beneficioso para el que está en tensión mental, gritar, vociferar o dar puntapiés a algo, y que sería peor que ahogara sus sentimientos por medio de la autodisciplina. Pero ambos métodos parten de una base falsa y, en consecuencia, lo conducen por el camino equivocado. La base falsa es que el hombre es un ser material — sus emociones y su cerebro, la sangre, los huesos, los nervios, etc., todo formando un conjunto. La Sra. Eddy dice: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre es creado a la imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza”.Ciencia y Salud, pág. 475;

La simple autodisciplina, sin entender lo que es el hombre, puede ser mejor que no tener autodisciplina. También, en algunos casos, puede resultar en represión perjudicial. Pero cuando la autodisciplina se practica comprendiendo la naturaleza espiritual del hombre como reflejo de Dios, del Amor, los peligros de reprimir los sentimientos desaparecen y la persona se encuentra capacitada para expresar algo de su ser verdadero, que es libre.

Por medio de la oración se puede obtener una perspectiva espiritual de uno mismo y de los demás. En la proporción en que uno se ve a sí mismo como la idea espiritual del Amor — realmente, el hombre en todas las circunstancias a la imagen de la única Mente, Dios — empieza a reconocer como verdadero aquellos sentimientos que manifiestan las cualidades de la Mente divina, y como falsos aquellos que expresan las cualidades del llamado hombre mortal y material. Si es sincero y honesto en su oración, encontrará dentro de sí un poder en actividad, un poder que anula los efectos de tener que reprimir los llamados deseos naturales, demostrando como falsos aquellos deseos que no se originen en el Espíritu divino, o sea Dios. Entonces se siente libre para expresarse a sí mismo sin limitaciones ni inhibiciones, libre de todo sentido de culpa, pero sin ceder a las pretensiones de la mente carnal.

Es hora de acabar con la noción de que se debe elegir entre vivir naturalmente como un organismo biológico o volverse sicópata por haber reprimido las tendencias naturales. Si el hombre fuera un ser material, esto sería posible — y la creencia popular en la materialidad parece apoyar la teoría de que es así. Pero esta creencia no lo hace verdadero, y la Ciencia Cristiana demuestra que existe otra forma de vivir — la única forma verdadera. Esta forma de vivir está incluida en la Ciencia enseñada por Cristo Jesús. El Apóstol Pablo escribió: “Deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. Rom. 8:12, 13; La Nueva Biblia Inglesa traduce este pasaje así: “Nuestra naturaleza inferior no tiene poder sobre nosotros; no estamos obligados a vivir en ese nivel, si lo hacemos, moriremos. Pero si por el Espíritu hacemos morir toda vileza en que descansa el cuerpo, entonces viviremos”.

“Por el Espíritu”. No tenemos que reprimir tendencias naturales; tenemos que elevar “por el Espíritu” el nivel en que vivimos. La Sra. Eddy escribe: “Los mortales tienen que gravitar hacia Dios, espiritualizando sus afectos y propósitos”.Ciencia y Salud, pág. 265. ¿Aceptamos cada oportunidad de gravitar hacia Dios? ¿No nos dejamos más bien ir a la deriva en el mismo nivel mientras que todo parece marchar bien? Entonces cuando nos vemos enfrentados a alguna sugestión aparentemente poderosa de que somos seres materiales que debemos sufrir a causa de alguna enfermedad, o que podríamos experimentar placer al doblegarnos a nuestras necesidades aparentemente materiales, tenemos una gran lucha.

Pero supongamos, por otra parte, que vigilamos nuestro estado de ánimo para estar seguros de que mantenemos sólo aquellos pensamientos que provienen del único Espíritu, el Amor divino, Dios. “¿Cómo me siento hoy?”, podríamos preguntarnos. Pero en lugar de dejar que el “cómo” sea una pregunta sobre la condición de nuestro sistema emocional de cerebro, sangre, huesos, nervios, hagamos que la pregunta sea: “¿De qué manera se expresa la Mente divina hoy en la consciencia que tengo de mí mismo? ¿Cómo me impulsa el Amor a amar, la Mente a ser inteligente, el Espíritu a estar vivo? ¿Cómo me impulsa Dios a hacer bier todo lo que tengo que hacer para expresarlo a Él hoy?”

¡Estado de ánimo! ¿Bueno? ¿Deprimido? ¿Alegre? ¿Triste? ¿Amable? ¿Cruel? Ellos no nos gobiernan. Nosotros los gobernamos. Si nos vemos como ideas espirituales de Dios y reconocemos cada día más nuestra relación verdadera con Él, gobernamos nuestro estado de ánimo inteligentemente. Entonces cada problema que enfrentamos se transforma en una oportunidad para demostrar aquello que tiene o no ascendencia sobre nosotros. Puesto que estamos mejorando estas oportunidades a medida que avanzamos, estamos preparados para rechazar cada tentación de creencia en la enfermedad o en falso placer. Y tenemos curaciones, peldaños, que nos conducen a puntos de vista más elevados. También tenemos sólo días excelentes llenos de buenos estados de ánimo.


Las armas de nuestra milicia
no son carnales,
sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas,
derribando argumentos
y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios,
y llevando cautivo todo pensamiento
a la obediencia a Cristo.

2 Corintios 10:4, 5

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