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[Original en francés]

Conocí la Ciencia Cristiana por primera vez en 1948 cuando una tía de...

Del número de enero de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conocí la Ciencia Cristiana por primera vez en 1948 cuando una tía de mi esposa nos invitó a una conferencia. Aunque yo no hablaba inglés, fui con mi esposa. Me sorprendió el ambiente de alegría, amor y espiritualidad. El conferenciante reflejaba tanto estas cualidades que a pesar de no conocer el idioma inglés, yo presté mucha atención. La parte más maravillosa fue cuando regresamos a casa que por una observación que hizo mi esposa me di cuenta de que había sanado de un caso muy severo de angina. Ésta fue mi primera curación en la Ciencia Cristiana. Estaba muy agradecido a Dios por eso, y desde entonces hemos continuado estudiando esta maravillosa religión.

Espero que el siguente testimonio ayude a aquellas personas que puedan estar buscando trabajo, especialmente a aquellas mayores de cincuenta años. Habiendo perdido mi empleo por primera vez, pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. En la página 494 de Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”. Este pasaje me ayudó mucho; y en aquel entonces, poco después de haber sido aceptado como miembro de La Iglesia Madre, se me presentó la ocasión de solicitar empleo. Mientras esperaba una decisión, estudié el siguiente pasaje de la Biblia (Colosenses 3:23, 24): “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia”. Fui aceptado para el empleo, que satisfizo ampliamente mis necesidades.

He tenido mucha alegría y bendiciones sirviendo en una iglesia filial. Además, a pesar de dificultades que podrían haberme impedido progresar, tuve la gran dicha de poder asistir a la primera clase de instrucción Primaria que se dictaba en Buenos Aires, en 1965. Esto fue un nuevo nacimiento para mí, desde todo punto de vista. Estaba sin empleo entonces, porque mis empleadores se habían declarado en bancarrota. Sin embargo, a pesar de tener más de cincuenta años de edad, sabía que Dios es omniactivo y que para Él “nada hay imposible” (Lucas 1:37). Durante el segundo día de clase me fue ofrecido un empleo en el cual aún continúo. Fue ésta otra ocasión en la que tuve prueba de que Dios bendice a Sus hijos infinitamente.

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