Tenía yo cinco años y una tarde mi mamá iba a visitar a unos vecinos. Me preguntó si quería ir con ella. Pero yo le dije: “No, quiero pasear en mi bicicleta”.
Hacía poco que había aprendido a andar en mi bicicleta y quería subirme a ella de nuevo. Así que mi mamá se fue y yo fui al garage a sacar mi bicicleta. La puerta levadiza estaba cerrada fuertemente y era difícil abrirla. Pero la empujé con todas mis fuerzas y finalmente la puerta subió.
Después de sacar mi bicicleta tenía que cerrar la puerta del garage. Pensé que sería divertido poner mi pie en la manija y montar en la puerta mientras bajaba. Y bajó —¡justo sobre mi otro pie!
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