Tenía yo cinco años y una tarde mi mamá iba a visitar a unos vecinos. Me preguntó si quería ir con ella. Pero yo le dije: “No, quiero pasear en mi bicicleta”.
Hacía poco que había aprendido a andar en mi bicicleta y quería subirme a ella de nuevo. Así que mi mamá se fue y yo fui al garage a sacar mi bicicleta. La puerta levadiza estaba cerrada fuertemente y era difícil abrirla. Pero la empujé con todas mis fuerzas y finalmente la puerta subió.
Después de sacar mi bicicleta tenía que cerrar la puerta del garage. Pensé que sería divertido poner mi pie en la manija y montar en la puerta mientras bajaba. Y bajó —¡justo sobre mi otro pie!
Comencé a llorar, pero sabía que necesitaba de ayuda. Quise cruzar la calle para ver a mi mamá. Fui dando saltitos hasta donde pude llegar, entonces una vecina me ayudó a llegar a la casa donde estaba mi mamá. En el preciso momento en que necesitaba de ayuda — allí estaba la ayuda. Verdaderamente sentí el amor de Dios allí mismo conmigo.
Mi mamá me llevó a casa y me recostó sobre el diván. Descansé allí mientras pensaba en lo tonto que era estar recostada cuando podía estar afuera jugando. Pero aún parecía que no podía hacer uso de mi pie.
Había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que Dios está en todas partes y que yo no podía estar separada de Él. Sabía que Dios nos ayuda a resolver todo problema si recurrimos a Él. La Biblia nos dice: “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero”. Salmo 121:2, 3;
Era importante cerrar la puerta firmemente al error — a los pensamientos equivocados. Había aprendido a dejar fuera lo que está mal y a ser receptiva a Dios. Me rehusé a escuchar la mentira de que no podía caminar. Yo sabía que las sugestiones del error no provienen de Dios, quien da solamente pensamientos puros y sanos.
En el Glosario de Ciencia y Salud Mary Baker Eddy da esta definición espiritual de “hijos”: “Los pensamientos espirituales y representantes de la Vida, la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 582. Como representante de Dios, el Amor divino, yo sabía que sólo podía tener lo que Dios me da, todo el bien.
Me fui a la cama esa noche afirmando que yo era hija de Dios y que Dios me hizo perfecta. Que el pensar bien y la verdadera fortaleza provienen de Él.
A la mañana siguiente me levanté y caminé. Yo sabía que Dios estaba a mi lado.