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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Serie de artículos que indica cómo se ha revelado progresivamente el Cristo, la Verdad, en las Escrituras.]

La época de los jueces

Del número de enero de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Después del establecimiento en Canaán, lo cual fue brillantemente planeado y ejecutado por Josué, el compañero y sucesor de Moisés, debieron elaborarse planes para gobernar a las tribus israelitas, las cuales aún no estaban firmemente unificadas sino que, en esa etapa de su desarrollo, todavía eran, mayormente, grupos de familias que profesaban lealtad a la memoria y liderato del patriarca Jacob.

Durante el período que pasaron en el desierto, Moisés las alentaba, pero también las refrenaba mediante leyes básicas establecidas y les recordaba constantemente que fueran leales a su Dios. Bajo Josué vieron que el ansiado sueño de la Tierra Prometida se hizo realidad; pero como mayormente eran nómadas no estaban preparadas para las responsabilidades de una ciudadanía estable y de una monarquía establecida — un tipo de gobierno que más tarde se asoció con gobernantes reales de la talla de Saúl, David y Salomón.

Estos primeros años en Canaán fueron un período de transición, representando, en cierta medida, una época de colonización o, tal vez, la adolescencia de Israel. Finalmente, cuando falleció Josué y ya no tuvieron una mano fuerte que los dirigiera, hubo una tendencia a la anarquía entre el pueblo que él había gobernado tan eficazmente. “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 17:6).

Fue más o menos en esta etapa de la historia de los israelitas que “Jehová levantó jueces” (Jueces 2:16), como se relata al principio del libro de los Jueces; y verdaderamente lo que aconteció “en los días en que gobernaban los jueces” (Rut 1:1) es de suma importancia para el estudiante de la historia y la religión hebreas.

Los artículos posteriores tratarán sobre las actividades de algunos de los individuos de mayor importancia entre los doce o más que aparecen como jueces en esta parte del Antiguo Testamento, pero a esta altura es conveniente considerar qué significa básicamente la palabra hebrea shophetim o jueces.

Estos individuos no eran exactamente jueces, según el sentido moderno del término que se refiere a los magistrados u oficiales que imparten justicia, aunque de “Débora, [una] profetisa” se dice que “gobernaba... a Israel”, juzgándoles debajo de una palmera (Jueces 4:4, 5). La función primordial de estos jueces que se sucedían era la de dirigir y liberar a los israelitas, salvándolos de los peligros y de las humillaciones resultantes de sus muy evidentes prácticas de idolatría y de otros actos de desobediencia a Dios. Se indica claramente que Dios Mismo seleccionaba a los jueces a causa de Su misericordia y en respuesta a las oraciones de los hebreos; y se nos asegura que “Jehová estaba con el juez” (Jueces 2:18).

Si se lee el libro de Jueces en el orden en que se encuentra en la Biblia, se ve que hay un ciclo de acontecimientos que se repite a menudo, el cual es bastante uniforme como para que exija comentario. Esto de ninguna manera significa que el libro debe descartarse o cuestionarse pensando que carece de carácter histórico. Más bien parece indicar que los hechos históricos fueron asentados en forma consistente para acentuar con mayor claridad las lecciones morales y espirituales que presentaron estos hechos repetidos.

Una y otra vez notamos este orden: El pecado de Israel es seguido por el castigo del pecado y esto hace que Israel ore a Dios; como respuesta Él envía a un juez o libertador que conquista a sus enemigos; después de lo cual sobreviene la paz. En el tercer capítulo del libro de los Jueces se encuentran ejemplos típicos de esta sucesión constructiva de acontecimientos. Este capítulo relata la liberación de los hijos de Israel por la mano de Otoniel, quien los liberó de los mesopotámicos (ver versículos 5–11), y por la mano de Aod, quien los liberó de los moabitas (ver versículos 12–15 y 27–30).


La justicia,
la justicia seguirás,
para que vivas y heredes la tierra
que Jehová tu Dios te da.

Deuteronomio 16:20

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