Después del establecimiento en Canaán, lo cual fue brillantemente planeado y ejecutado por Josué, el compañero y sucesor de Moisés, debieron elaborarse planes para gobernar a las tribus israelitas, las cuales aún no estaban firmemente unificadas sino que, en esa etapa de su desarrollo, todavía eran, mayormente, grupos de familias que profesaban lealtad a la memoria y liderato del patriarca Jacob. Durante el período que pasaron en el desierto, Moisés las alentaba, pero también las refrenaba mediante leyes básicas establecidas y les recordaba constantemente que fueran leales a su Dios.
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