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Nunca puede haber dolor en la materia

Del número de enero de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Podemos oponernos valientemente a la mentira que dice que un cuerpo material es nuestra vida y sustancia. La ley justa de Dios está basada en la ciencia del ser verdadero — en su espiritualidad, eternidad y armonía total. Puesto que el hombre es idea, el reflejo de Dios, la Mente divina, el Espíritu, en verdad no tiene un cuerpo material que pueda sentir dolor; ni hay materia en ningún lugar del Espíritu infinito. ¿Cómo puede haber dolor, entonces, en la materia inexistente? Dios, que es Vida y Alma, está en todas partes y es Todo.

El Espíritu impenetrable es el bien, Dios, que es Todo-en-todo. No hay nada fuera del Espíritu que lo pueda penetrar. Tampoco hay ningún lugar en donde el Espíritu no esté o donde haya lugar para que entre algo aparte del Espíritu. Puesto que el Espíritu está en todas partes, la materia, su opuesto, no puede estar en ningún lugar en el universo de Dios — el único universo que existe. En consecuencia, la materia no existe como una realidad, y no puede haber dolor en la materia, la nada. Tanto la materia como sus sensaciones son ilusiones.

Si alguien piensa que tiene dolor, esto puede ser vencido al entender y utilizar el método sanador de la Ciencia Cristiana, que la Sra. Eddy explica en sus obras. En su libro Rudimentos de la Ciencia Divina ella escribe: “Los males de los mortales no son sino errores del pensamiento, — enfermedades de la mente mortal, no de la materia; puesto que la materia no puede sentir, ni ver, ni informar sobre el dolor o la enfermedad”.Rud., pág. 10;

Puesto que las creencias materiales de la mente mortal son totalmente irreales porque no vienen de la Mente divina, Dios, uno puede negarse a estar de acuerdo con ellas o a concederles poder. Una vez tuve la oportunidad de entender esto y probar el poder sanador de la Ciencia Cristiana. Tenía una dificultad en una de mis piernas que cuando caminaba o descansaba apenas si podía soportar el dolor. Por medio de mi estudio de Ciencia Cristiana me di cuenta de que el dolor no podía estar realmente en la materia, y pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara a vencer lo que yo sabía que era sólo una falsa creencia de dolor, que no venía de la Mente divina sino de la mente mortal.

Sabía que, en la realidad, la Mente es Dios y rechacé la mente mortal aferrándome persistentemente a las verdades que fluyen de la Mente divina. Afirmé constantemente que Dios crea al hombre a Su semejanza, y que, en verdad, yo era la hija espiritual de Dios. Una idea divina no tiene un cuerpo material, con dolor o sin dolor. Después de un período de crecimiento espiritual, del cual estoy muy agradecida, el dolor desapareció y nunca más volvió.

Cualquier sugestión de dolor en la materia puede ser destruida por el estudio y la aplicación de la Ciencia Cristiana y por el reconocimiento del poder sanador del Amor divino. Comprender que las verdades espiritualmente científicas están siempre presentes, hace evidente la nada de las pretensiones de la materia: el dolor, la limitación y otras creencias falsas. No hay poder malo, ya sea que se le llame diablo, magnetismo animal, hipnotismo o sugestión mental agresiva. Uno puede libremente llenar su consciencia con el conocimiento de la totalidad del único y supremo Dios, del todo poder del Espíritu, de la eterna omnipresencia de la Vida, y de la omnipotencia de la Mente, el bien eterno.

Ni la medicina material, ni las drogas, ni cualquier clase de aplicación material destruye realmente el dolor, porque, en verdad, la materia no es sustancia. En cualquier forma en que se manifieste es una ilusión mortal, absolutamente sin poder alguno para realizar cualquier tarea. Por lo tanto no nos trae ningún beneficio someternos a las sugestiones, tentaciones o pretensiones de la mente mortal en cuanto a la utilidad de los remedios materiales. Dios es la Mente omnipotente, el único poder que existe, el único remedio para el dolor. La Sra. Eddy dice: “Las escuelas han hecho que la fe en las medicinas esté en boga, más bien que la fe en la Deidad. Confiando en la materia para destruir su propia discordancia, la salud y la armonía se han sacrificado. Tales sistemas están desprovistos de la vitalidad del poder espiritual, por el cual el sentido material llega a ser el siervo de la Ciencia, y la religión se convierte en la semejanza de Cristo”.Ciencia y Salud, pág. 146;

Las palabras y las obras de Jesús nos aseguran que podemos vencer el dolor por medio del entendimiento espiritual y no tenemos por qué temer que nada nos haga daño a nosotros o a los demás. Él les aseguró a todos los que seguían lealmente sus enseñanzas: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Lucas 10:19;

Las leyes de Dios, espiritualmente perfectas y demostrables — las únicas leyes que gobiernan — son justas y buenas porque Dios es un Padre amable. Su voluntad suprema es la única voluntad, Él es — como causa — la única causa que hay para toda la creación. La materia no está incluida en la consciencia divina siempre presente. La armonía y la felicidad espiritual están en todas partes. El bien es supremo. El Amor divino conoce al hombre íntegro, saludable y lleno de paz. Por lo tanto el hombre es precisamente esto. Cuando comprendemos que no hay nada aparte de Dios, perfecto e infinito, y de Su reflejo, el hombre perfecto, todo falso sentido de dolor que hayamos podido pensar que teníamos se desvanece. Entonces, la ausencia de dolor queda demostrada como la verdadera condición del hombre.

Durante la crucifixión, Jesús puede haberse visto enfrentado a una creencia de dolor extremo. La Sra. Eddy dice lo siguiente sobre el trabajo de Jesús en la tumba después de la crucifixión: “Sobre la base de la Ciencia Cristiana, el poder de la Mente sobre la materia, combatió y venció todas las pretensiones de la medicina, cirugía e higiene.

“No empleó medicamentos para aliviar la inflamación. No dependió de alimento o de aire puro para resucitar energías gastadas. No necesitó la destreza de un cirujano para curar sus manos rasgadas y vendar su costado herido y sus pies lacerados, para que pudiera servirse de esas manos al quitarse el sudario y las vendas y usar los pies como antes”.Ciencia y Salud, pág. 44; Tomás, el incrédulo discípulo de Jesús, creyendo aún que la materia era sustancia, no estaba convencido de que su Maestro había resucitado de la tumba, hasta que vio las marcas de los clavos y puso su dedo en ellas y metió su mano en el costado de Jesús.

En un estado de consciencia bastante diferente, Juan, el autor del Apocalipsis, reconociendo la demostración total de Cristo Jesús sobre la materia, pudo ver mucho más de lo que los ojos materiales pueden ver. En vez de un falso concepto del universo como material, Juan vio el cielo y la tierra reales, perfectos y espirituales, libres de dolor, creados por Dios para deleite de todos Sus hijos e hijas, cada uno de ellos muy queridos para Él. Resumiendo el universo verdadero y sin dolor, Juan escribió: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor”. Apoc. 21:4.

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