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Saliendo de deudas

Del número de enero de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Gran beneficio se deriva del uso acertado del crédito, de pedir prestado o de prestar. Sin embargo, hay quienes se obsesionan a tal punto con el deseo de adquirir cosas, que incurren en nuevas deudas antes de haber cancelado las que ya tienen. Es obvio que estas personas necesitan algo más que pedir prestado suficiente dinero para apaciguar a los acreedores. Necesitan sabiduría.

El hábito de vivir abrumado de deudas o de gastar más de lo que se tiene, exige el que se obtenga y demuestre comprensión espiritual. El exceso de deudas puede representar una acumulación de desaciertos y descuidos, una tendencia a estar de acuerdo con lo falso. Pero el monto total de la deuda en el mundo nunca excede la clasificación del error corregible, el cual la Ciencia Cristiana puede destruir, probando así su nada.

Tales malos hábitos y los sufrimientos que los acompañan provienen de la ignorancia o de la duda acerca de la abundancia siempre presente de Dios; de un concepto erróneo de la totalidad de Dios; y de la desconfianza en Su poder irresistible para expresar Su misericordia de manera práctica en el escenario humano.

El hábito de gastar en forma desmedida que ha llegado a convertirse en un impulso irresistible, es una enfermedad que corroe y que requiere atención sanadora. La Ciencia Cristiana puede proporcionar esta atención porque nos muestra cómo cambiar el curso de nuestra vida por medio del cambio de nuestros pensamientos. El nacer de nuevo — de la materialidad a la espiritualidad — salda el balance de gastos y ahorro al proveer al individuo con una comprensión de los valores permanentes.

La oración promueve el nuevo nacimiento que libera. En lugar de encadenarnos perpetuamente con deudas, podríamos evitarnos el enredarnos más con la materialidad tan sólo con orar antes de sucumbir a la tentación. Los enredos adicionales sólo postergan la solución del problema. La oración en la Ciencia Cristiana reconoce que Dios es Todo, que es del todo bueno. Repudia cualquier forma del mal — incluyendo la creencia crónica en la escasez — como irreal, temporario y posible de sanar.

Cuando afirmamos la verdad de la supremacía de Dios, podemos probar que Él nos guía inequívocamente y nos purifica con Sus ideas espirituales. Él nos confiere la probidad con la cual avaluar nuestra posición, la conciencia con la cual rectificarla, la inteligencia con la cual mejorarla; Él nos da sabiduría y fortaleza espirituales. Cuando prestamos atención a esta sabiduría, sabemos cómo manejar nuestros ingresos, cómo comprar cuidadosamente, cómo estar satisfechos con lo que está al alcance de nuestros medios, cómo tener valor moral para decir “no” a todo lo que exceda a nuestras entradas, y cómo ingeniarnos para pasar sin ello.

El aceptar la inspiración espiritual, que detiene el desarrollo del problema de malgastar, nos prepara para la restauración total de la integridad: la determinación de buscar y encontrar medios prácticos con los cuales pagar las deudas y mantener los gastos razonablemente al día.

Las Escrituras ratifican el que encaremos las exigencias morales y espirituales para ganar dominio sobre las deudas. Pablo escribió: “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo... No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. Rom. 13:7, 8;

Indudablemente, es señal de afecto pagar lo que debemos a nuestros acreedores. Es afectuoso cultivar la frugalidad a fin de estar en condiciones de ayudar a quienes temporariamente puedan necesitar ayuda. Es afectuoso ser compasivos con los que nos deben y están esforzándose por pagarnos. Y no es menos afectuoso ser firmes con aquellos que nos deben, pero que parecen indiferentes a su responsabilidad moral de reembolsar lo que legalmente están obligados a pagar.

Pero lo más afectuoso de todo es esperar la pronta vindicación del derecho inherente a cada persona de demostrar su propia valía como hijo de Dios, y, en consecuencia, liberarse de deudas. En el análisis final, esta deuda de amor que sólo ve la verdad de Dios perfecto y hombre perfecto, es todo lo que uno empieza o termina debiendo a otro. La Ciencia Cristiana sostiene la posibilidad presente de una posición económica solvente para todos.

Cuando Jesús se vio ante una multitud hambrienta y con sólo unos pocos panes y peces, obviamente insuficientes para alimentarla, Jesús no se declaró insolvente ante la situación. ¿Estaba, quizás, más consciente de la inagotable abundancia divina que temoroso de los números y cifras — la estadística de escasez? Por supuesto que no es razonable creer que Cristo Jesús haya dejado de cumplir con el pago de su deuda primordial de amar a su prójimo, de pensar verazmente de él — aun en ese momento en que el hambre y la escasez alardeaban como si fueran verdaderos.

La Biblia dice que Jesús tomó lo que allí había y dio gracias. Luego, usando su contabilidad cristiana respecto al estado completo del hombre y de toda la creación, el cual se deriva de la totalidad de su creador, Jesús distribuyó alimento en cantidad más que suficiente para satisfacer a cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños (ver Mateo 15:32–38).

En otra ocasión, Jesús y sus discípulos necesitaban dinero para pagar impuestos. ¿Reprendió el Maestro a sus seguidores por su imprevisión? ¿Consideró que esa escasez indicaba fracaso en el trabajo de ellos? ¿Sugirió que cambiaran de actividad o que se trasladaran a localidades más promisorias? No. Le dijo a Pedro explícitamente dónde obtener el dinero (ver Mateo 17:24–27).

Ahora bien, la boca de un pez no se considera normalmente un lugar apropiado en el cual encontrar un banco. El buscar allí no es un procedimiento convencional de ganar dinero o uno muy exigente. Aunque el método de Jesús pasó por alto de manera sorprendente la creencia popular de cómo hacer frente a las obligaciones, dio resultado.

De manera similar, siempre debemos mirar más allá de las perspectivas limitadas del sentido material y de la mente mortal. La bendición original que Dios otorgó al hombre incluye la promesa de dominio ilimitado sobre todo. Los discípulos invocaban esta promesa al curar, enseñar y predicar. Estaban empleados en el trabajo de Dios, y su remuneración venía en formas que probablemente son tan enigmáticas para los materialistas de hoy como lo eran para los de esa época. De maneras similares, a menudo inesperadas, la provisión puede venir a todos aquellos que sirven a Dios con total sinceridad en el trabajo que en el presente desempeñan.

La Ciencia Cristiana nos enseña que Jesús conocía un método de oferta y demanda que va más allá del conocimiento de la economía humana. Demostró una economía divina en la cual la prosperidad, la abundancia y el aumento son innatos a todos, accesibles en la relación exacta en que llevemos a la práctica en la vida la diligencia, la sabiduría y un concepto desarrollado de lo que es el amor.

Jesús demostró que un conocimiento del cielo, donde la oferta y la demanda son espirituales y siempre actúan en perfecta armonía, se manifiesta de manera práctica para satisfacer las necesidades humanas aquí y ahora. Ese conocimiento del cielo, la armonía, y del eterno Cristo, la Verdad, que Jesús demostró, está disponible hoy en día. Hacer uso de los tesoros del cielo liberalmente es la deuda que tenemos con Jesús, pues el hacer esto evidencia verdaderamente su misión y, en consecuencia, ayuda a cumplir nuestra responsabilidad de amarle.

La economía perfecta de vivir con abundancia es, en realidad, la única economía. Partiendo desde la premisa bíblica de que el hombre ha sido creado a la semejanza de Dios, la Ciencia Cristiana razona que la afluencia de Dios hace necesaria la afluencia del hombre. Todo lo que parezca ser lo contrario es solamente un concepto falso y material de las cosas, el cual se desvanece ante la demostración de la realidad espiritual, tal como fue demostrado por Jesús.

Correctamente considerado, mediante la comprensión de la unidad eterna del hombre con la amplitud de Dios, puede verse que los recursos ya existen ahora mismo en nuestra identidad verdadera. Confiando en estos recursos, uno puede instantáneamente corregir su pasada falta de comprensión. La sustancia divina, incluyendo todas las ideas correctas que el hombre refleja, excede por siempre a las más severas exigencias. La sustancia es infinita, incapaz de agotamiento o escasez. Ni la materia, ni la mente mortal, tienen acceso a la sustancia. No existe inteligencia alguna con la cual presentar oposición a la Ciencia.

Uno podría enumerar muchos otros recursos sustanciales aparte de la esperanza, la fe, el valor y la perseverancia. En términos de valores espirituales, todos somos multimillonarios. Sin embargo, ninguno de nosotros es lo suficientemente rico como para dar lugar a las insaciables exigencias del descontento, la duda, el desaliento y el derrotismo. Cuando admitimos estos onerosos huéspedes, negamos la sustancia, privándonos así de la plenitud de cada momento. ¿Por qué no invitar y atesorar cualidades útiles que nos ayudarán a abastecer nuestro capital espiritual?

Quizás podríamos decir que en vez de luchar por recibir bastante como para salir de deudas, la aplicación sincera de la Ciencia Cristiana capacita a quienquiera que la practique a dar tanto, que sale de las deudas — es decir, sale a recibir gozoso lo que Dios le está dando de todo lo que Él tiene, y dejar que este dar fluya a través de sus buenas obras para bendecir a todos. La Sra. Eddy ha compartido con nosotros una vía eternamente nueva para recibir y dar. Nos dice: “Quiera Dios darnos a todos ese sentimiento bondadoso de gratitud que se complace en la oportunidad de saldar cuentas”.Miscellaneous Writings, pág. 131;

Lo cierto es que nadie puede carecer de gratitud porque Dios nos provee de ella indefectiblemente. De esto se sigue que nunca podemos carecer de medios para expresar nuestra gratitud por servicios recibidos, por posesiones adquiridas o por productos consumidos. De esta manera podemos promover el amor fraternal imparcialmente a todos, como Jesús lo hizo. Entonces, lo mejor de todo, descubriremos nuestra naturaleza verdadera y la de los demás como hijos de Dios, como herederos del linaje de la realeza del Amor. Hallaremos que estamos recibiendo directamente gracia abundante, y satisfaciendo las condiciones que cumplen con la ecuación en el Padrenuestro: “El plan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Mateo 6:11, 12.

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