La Sra. Eddy dice en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud (pág. 569): “Todo mortal, aquí o en el más allá, llegará a un punto cuando tendrá que luchar con la creencia mortal en un poder opuesto a Dios y vencerla”.
Frecuentemente he comprobado esto en mi vida y en la de otros. Pero, hace algunos años, tuve que hacer frente a un problema aparentemente insuperable, cuando me apareció una grave enfermedad en las piernas que era extremadamente dolorosa y que me tenía muy impedida. Con este testimonio deseo expresar mi gratitud por la curación completa de esa condición por medio de la Ciencia Cristiana.
No sé de una curación completa, de un caso similar, por medio de la medicina u otra ayuda material. Por eso, se puede comprender cuán agradecida estoy por esta curación, que testifica de la gran verdad que Dios reveló a la Sra. Eddy en la Ciencia Cristiana.
No fue una curación rápida, pero a todos aquellos que se sienten tal vez desesperados cuando no reciben ayuda inmediata, desearía hacer mención de las bendiciones que recibí a causa de ello. He tenido el privilegio de experimentar muchas curaciones rápidas por medio de la Ciencia Cristiana, pero aunque esta curación haya sido tan prolongada, aun así la considero valiosa. Ahora, mirando retrospectivamente, el tiempo que duró esta enfermedad desaparece en la nada, pero la comprensión que obtuve durante este tiempo es como una lámpara en el camino. Como resultado de ello, he sido grandemente bendecida.
Desearía expresar mi gratitud por las mayores vislumbres espirituales que fueron los pasos que me llevaron a la liberación final. En la Ciencia Cristiana es un hecho fundamental que las enfermedades no son ni materiales ni corporales sino mentales, y que, por lo tanto, corregimos las creencias acerca de la enfermedad mediante la regeneración de nuestro pensamiento. Claro está que, por eso, consideré natural no pedir un diagnóstico médico, mucho menos someterme a tratamiento médico o material. Pero había aceptado el dolor que me atormentaba durante el transcurso de la enfermedad como un hecho real, del cual yo era una víctima inocente y al que tenía que vencer, tratando de liberarme de él. Entonces una noche pensé: “Ahora, ¿sigues siendo Científica Cristiana si crees que el dolor es real porque lo percibes con tus sentidos? ¡Con eso estás admitiendo que podría haber otro poder aparte de Dios!”
Fue desesperante el darme cuenta de esto en medio de la aparente agonía, y hubo una lucha como la de Jacob con el ángel que había tocado su muslo. Yo no ignoraba el dolor, pero pude vencerlo mediante la comprensión y demostración de que Dios es Todo. Durante toda la noche libré esta batalla implacablemente contra el testimonio de los sentidos, con declaraciones de la verdad del ser espiritual. Pero esta noche trajo la victoria sobre el dolor. Y así progresó la curación, hasta completarse finalmente.
Nuevamente pude asentar mis pies bien y moverlos. Recobré de nuevo mi fuerza cuando comprendí que ésta ya estaba allí, aun en el momento en que, a la vista humana, parecía que tenía cada vez menos fuerza, pues percibí que toda fuerza permanece inmutable en Dios y, por lo tanto, le pertenece también a Su reflejo, sin disminución — sí, que todo mi trabajo ya estaba hecho en Él.
Poco después pude hacer todos los quehaceres de mi casa y, durante mis vacaciones, pude hasta subir a la cumbre de las montañas que un año antes sólo había contemplado con anhelo desde mi ventana.
Por medio de esta curación obtuve la firme comprensión de que no necesitaba sufrir a causa de los pecados de otros, estos pecados sencillamente no me alcanzaban. Además, los ataques contra la Ciencia Cristiana no podían llegar hasta mi pensamiento purificado. Cuando reconocemos sólo a Dios, el bien, entonces nuestra visión se despliega para admitir la verdadera naturaleza espiritual de todos los hombres como hijos e hijas de Dios.
“La nulidad de la nada es evidente”, dice la Sra. Eddy en el libro de texto (pág. 346), “pero necesitamos comprender que el error no es nada, y que su nada no es salvada, sino que tiene que ser demostrada a fin de probar el algo, — sí, la totalidad — de la Verdad”. Y continúa: “No hay duda de que somos armoniosos tan sólo cuando dejamos de expresar el mal o la creencia de que sufrimos a causa de los pecados de otros. El descreer en el error destruye el error y conduce a la comprensión de la Verdad”.
Bremen, República Federal de Alemania
    