La Ciencia Cristiana enseña que el hombre verdadero, nuestra verdadera identidad, no va a la deriva con las llamadas corrientes del tiempo, sino que permanece ahora en la ribera firme del ser eterno. En esta Ciencia divina aprendemos que nuestro ser verdadero no forma parte de la transitoriedad del tiempo; vivimos en el ahora eterno, sin la carga de un pasado temporal, sin la incertidumbre de un futuro temporal, sin comienzo ni fin.
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