La Ciencia Cristiana enseña que el hombre verdadero, nuestra verdadera identidad, no va a la deriva con las llamadas corrientes del tiempo, sino que permanece ahora en la ribera firme del ser eterno. En esta Ciencia divina aprendemos que nuestro ser verdadero no forma parte de la transitoriedad del tiempo; vivimos en el ahora eterno, sin la carga de un pasado temporal, sin la incertidumbre de un futuro temporal, sin comienzo ni fin.
“La eternidad, no el tiempo, expresa la idea de la Vida, y el tiempo no es parte de la eternidad”,Ciencia y Salud, pág. 468; dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. La eternidad, por lo tanto, no es un lapso de tiempo de longitud infinita porque “el tiempo no es parte de la eternidad”. Pablo proclamó: “He aquí ahora el tiempo aceptable”. 2 Cor. 6:2; Este ahora, sin espacio de tiempo — sin años, meses, semanas, días, horas, minutos o segundos antes o después — es nuestro, aquí, para siempre.
La creencia de tiempo y todo lo relacionado con él es una creencia tenaz; los sentidos materiales a menudo nos convencen de que nuestra vida — todo lo que hacemos o emprendemos — está gobernada tiránicamente por el tiempo. Pero no nos dejemos engañar. El tiempo es una de las más viejas cadenas que atan a la raza humana. Se necesita mucha disposición y disciplina para liberarse de esta ligadura, negándose a creer que se está bajo la coacción del tiempo. Es provechoso cualquier esfuerzo que se haga para obtener y mantener la comprensión espiritual de lo que es la Vida eterna.
Esta consciencia espiritual de la irrealidad del tiempo y del ahora de la eternidad incluye el maravilloso reconocimiento de que la creencia general de que la humanidad envejece puede disminuir y ser destruida finalmente — por cierto, que esta creencia ni siquiera ha tocado al hombre verdadero creado a la imagen de Dios. La Sra. Eddy escribe: “El error de pensar que estamos envejeciendo, y los beneficios que obtenemos al destruir esa ilusión, son ilustrados en el bosquejo biográfico de una mujer inglesa, que fue publicado en la revista médica de Londres llamada ‘The Lancet’ ”. (Este artículo describía cómo una joven había perdido su noción del tiempo y por esta razón no envejeció sino que a los setenta y cuatro años parecía tener menos de veinte.) “Los años no la habían envejecido,” continúa la Sra. Eddy, “porque ella no se había dado cuenta del tiempo que pasaba, ni había pensado de sí misma como envejeciendo”.Ciencia y Salud, pág. 245;
Un Científico Cristiano que estaba agobiado por el temor de que sus posibilidades de desarrollo estuvieran llegando a cero, empezó sinceramente a pensar en las observaciones que hace la Sra. Eddy sobre el relato del “The Lancet”. Vio claramente que tenía que empezar por renunciar — por perder — el concepto y la noción del tiempo, e identificarse más y más con su identidad verdadera, creada por Dios. Reconoció que su identidad real no tiene comienzo ni fin. Esta verdad espiritual despertó su interés; y usando las Concordancias, empezó a estudiar a fondo los conceptos de eternidad y de la inexistencia del tiempo.
Muy pronto reconoció que el pasar del tiempo podía compararse con una corriente que fluye, a cuya orilla estamos firmemente parados. Vio que el agua que fluye — o el pasar del tiempo — no podía en lo más mínimo quitarle el gozo de vivir, la energía, las posibilidades de desarrollo, la vitalidad o la perpetua renovación del ser.
Comprendió que estaba parado sobre tierra firme a la orilla del río; que no podía ser llevado por el agua. Estaba afirmado en la roca del ahora eterno. El tiempo era incapaz de arrastrarlo. En verdad, el tic tac del reloj, el que las agujas del reloj den vueltas, la rotación de la tierra alrededor del sol, nunca habían sido capaces de acercarlo a la eternidad, ni indicaban algo que camina irreversiblemente llevándose el progreso espiritual, el gozo y las posibilidades de desarrollo.
Estos pensamientos de la verdad lo liberaron del apremio de creer en el tiempo y en algunas de las cadenas que acompañan esta limitación de la humanidad. La comprensión de que el verdadero ser es espiritual empezó a aparecer en su consciencia, convenciéndole de que en un sentido absoluto, no hay años por venir, ni años que quedaron atrás; no hay ni un milésimo de segundo por venir, ni un milésimo de segundo que haya pasado. Este concepto absoluto del ser se manifestó en su vida diaria en la forma de mayores oportunidades para hacer uso constructivo de su tiempo y para un mayor desarrollo. El tiempo vino a ser un siervo, no un amo.
Cuando humildemente estamos dispuestos a aceptar las grandes verdades del ser eterno del hombre, que se obtienen de la Biblia y del significado espiritual de estas verdades en la Ciencia Cristiana, las siguientes palabras de la Biblia aparecerán con una nueva luz: “Mas a todos los que le recibieron [al Cristo], a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Juan 1:12, 13;
Si la mente mortal hubiera alguna vez dado vida, si hubiera conferido una existencia transitoria, entonces esta vida limitada podría ser quitada nuevamente por la misma mente temporal y mortal. El profeta Oseas certifica que esto no es así: “Sois hijos del Dios viviente”. Oseas 1:10. El Principio divino, viviente, amoroso, se manifiesta a sí mismo por medio de su idea, el hombre espiritual. Cuando entendemos esto, demostramos que nuestra verdadera identidad vive en la armonía eterna, de la cual el tiempo no forma parte.
