Hace algunos años me interesé en la Ciencia Cristiana, después de haber sufrido ocho operaciones quirúrgicas de hernia durante un período de once años. En ese tiempo un médico me examinó y me dijo que era necesario hacer una novena operación pero que no podía garantizar su éxito. Me dijo que siempre tendría un impedimento físico. Trabajo por mi cuenta y, como mi trabajo requiere levantar cosas pesadas, dejé de trabajar e hice otros arreglos para prepararme a vivir con este impedimento. Vendí mi motocicleta y mi bicicleta y dejé de bailar en reuniones sociales, lo que hasta entonces había sido una de mis actividades favoritas.
Vivo en una casa rodante ubicada en un lugar destinado a este tipo de casas, y una tarde, hablando con el administrador de este lugar, le mencioné mis problemas. Un vecino escuchó nuestra conversación y me preguntó: “¿Por qué no prueba la Ciencia Cristiana?” Si bien me había criado en una iglesia ortodoxa, no me sentía atraído a ella y había dejado de asistir a los cultos años atrás. Había oído algo sobre la Ciencia Cristiana pero sabía muy poco acerca de ella. Había notado en este vecino su naturaleza jovial y manera cordial de saludar a todos. Me dijo: “Esta noche es miércoles; ¿por qué no viene conmigo a la reunión de testimonios en mi iglesia filial?” Acepté la invitación de inmediato. Esa noche, por primera vez en mi vida, me sentí espiritualmente elevado.
A la mañana siguiente llamé a mi vecino y le dije: “Vayamos a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana a comprar una Biblia y un ejemplar de Ciencia y Salud”. Me acompañó con mucho gusto, y compré la Biblia y también Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana para estudiar la Lección-Sermón.
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