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No se deje influir adversamente

[Original en alemán]

Del número de diciembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


— No te ves nada de bien hoy —, me dijo una compañera de trabajo una mañana en la oficina. Le contesté: —¡Pero me siento muy bien! Poco después de eso otra compañera me preguntó: —¿No te sientes bien hoy? Me sorprendí, pero también le contesté con firmeza que me sentía muy bien.

Un poco inquieta, iba ya a mirarme en el espejo para ver la causa de estas observaciones, cuando de pronto me di cuenta de lo que estaba sucediendo: por medio de la sugestión estaba siendo convencida en creer algo que no podía ser cierto de ninguna manera, puesto que, después de todo, cuando empecé mi trabajo esa mañana estaba sana y vigorosa.

Pensé en esta declaración que hace la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Tenéis que dominar los pensamientos malos en el primer momento, o ellos os dominarán en el segundo”.Ciencia y Salud, pág. 234; Inmediatamente rechacé mental y enfáticamente la mentira de una apariencia falsa y afirmé en silencio, con vigor y convicción, que yo era la expresión perfecta de Dios, el Espíritu, y que nada podía influir, cambiar, debilitar o deteriorar esta expresión. La imagen de Dios no es algo abstracto sino que es reflejada de una manera que se percibe claramente. Estos pensamientos llenaron totalmente mi consciencia y permanecí perfectamente bien.

Esta pequeña experiencia me mostró lo alerta que debemos estar para proteger nuestra vida, nuestro bienestar y nuestra felicidad de influencias adversas o de erradas opiniones humanas.

Cada día, casi cada hora, nos enfrentamos a esa influencia. Hasta el bebé está expuesto a ella cuando los parientes y amigos, frente a la cuna, admiran al recién llegado y dan sus opiniones. Se escucha, por ejemplo, que el niño tiene la nariz del padre, los ojos del tío o el temperamento de la madre. Y cuando es mayor, se puede escuchar la afirmación de que es tan jovial como la tía X, o tan obstinado como su abuelo, o tan caprichoso como otra persona, o..., o..., o...

Cuán importante es que los padres sepan persistentemente que cada individuo, no importa cuán viejo o joven sea, expresa su propia individualidad dada por Dios y que no está hecho de diversas cualidades o peculiaridades que pueden haber prevalecido en su familia durante varias generaciones.

El primer relato de la creación que se expone en la Biblia dice claramente: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Gén. 1:27; ¡No a imagen de alguna otra persona sino a imagen de Dios! Por lo tanto es nuestro derecho, hasta nuestro deber, rechazar como falso toda clase de influencia adversa de una supuesta ley de la herencia o de otra circunstancia externa.

Una ley que limite o degrade nuestras habilidades u oportunidades no es una ley divina. Puesto que Dios, el Principio divino, es eterno, todo lo abarca, es perfecto y el único creador, y puesto que Su idea, el hombre, está creado a Su semejanza y por lo tanto es espiritual y perfecto, cada creencia contraria debe ser una mentira. ¿Puede agregarse algo a la perfección?

La ley divina no conoce limitaciones, porque Dios Mismo es infinito, ilimitado. Encontrar, vivir y expresar esta libertad divina, es el derecho de toda persona. Podemos resistir vigorosamente las sugestiones de la mentira de la mortalidad. Pero para hacer esto eficazmente, debemos reconocer estas falsedades tal como realmente son — las presunciones erróneas del sentido personal.

A menudo los rasgos de carácter son considerados como ingénitos y por lo tanto inalterables. En muchos casos esto implica meramente alguna influencia consciente o inconsciente de un individuo en cierta dirección, y que probablemente se ha originado temprano en la niñez.

Por ejemplo, ¿estamos tratando con un niño considerado tímido, o caprichoso, o voluntarioso, o impaciente, o inconsiderado, o alguna otra característica que no sea espiritual? Ayudaría mucho al niño (¡y a nosotros!) si viéramos que tales cualidades no pertenecen a su verdadera naturaleza, otorgada por Dios. Deberíamos entender la verdad espiritual de que Dios, la Vida, es omnipresente y omniactivo y de que el hombre es siempre Su expresión perfecta. Es el hijo de Dios — libre, puro, inocente y feliz.

Deberíamos pensar más en la verdadera filiación del hombre con Dios. En el Glosario de Ciencia y Salud se da el significado espiritual del término biblíco “hijos” como: “los pensamientos espirituales y representantes de la Vida, la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 582; En su verdadero ser, los hijos no son portadores de factores mortales, hereditarios; no son los representantes de una familia humana, raza o pueblo sino “representantes de la Vida, la Verdad y el Amor”, es decir, representantes de Dios. Como tales, expresan cualidades como la serenidad del Alma, la espontaneidad del Espíritu, la inteligencia de la Mente, el orden del Principio, la viveza de la Vida, la sinceridad de la Verdad y la magnanimidad del Amor.

Alguien puede decir: “Todo eso está bien, pero en mi caso no me prestaron atención cuando yo era chico. Fui criado erróneamente, y ahora forma parte de mí. Las malas cualidades han llegado a ser parte de mi carácter y ¡nunca me libraré de ellas!”

La Ciencia Cristiana refuta esto. Enseña y demuestra la verdad tan claramente mostrada por Cristo Jesús al sanar la carencia, la enfermedad, el pecado, la tristeza, el pesar y toda otra falsa pretensión de la mortalidad.

Ciencia y Salud afirma: “La vida del hombre es la Mente. El cuerpo material manifiesta sólo lo que la mente mortal cree, ya sea la fractura de un hueso, una enfermedad o un pecado”. Y continúa: “Decimos que una mente humana puede influenciar a otra y de esta manera afectar el cuerpo, pero rara vez nos acordamos de que gobernamos nuestros propios cuerpos”.ibid., pág. 402.

Cuanto más profundamente penetremos bajo el significado superficial de las opiniones humanas para entender la gloria y la armonía de la creación divina, incluso el hombre, más claramente veremos que toda la creación es armoniosa. Los defectos de carácter también serán vencidos progresivamente y desaparecerán.

No tenemos por qué ser víctimas de la influencia adversa; siempre podemos expresar el bienestar y el gozo que pertenecen a Dios.

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