Mesonero, no te reprendas
ni pierdas tu tiempo en remordimientos
por no haber reconocido
la santa familia que llegó a tu puerta.
El pesebre, según el plan de Dios,
era el lugar apropiado para el nacimiento del niño
―el que curaría al borde del camino,
a la orilla del mar y en humilde hogar.
Mesonero, no es éste el momento
para mirar hacia atrás.
El pesebre para siempre permanece,
como símbolo por toda la eternidad,
recordándonos que la humildad
siempre acuna al Cristo en el pensamiento.
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