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La espiritualidad, la religión y la paz

Del número de diciembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La espiritualidad usualmente tiene una forma de expresión religiosa, pero las enseñanzas y actividades religiosas no siempre tienen un firme elemento espiritual.

La espiritualidad no lucha, ya que, sin esfuerzo, eclipsa a cualquier posible oponente. Está caracterizada por paz y curación. Ver al hombre como completamente espiritual — porque él es la expresión del Espíritu, la causa única — puede ayudar a traer paz a aquellos cuyo compromiso sea exclusivamente con lo religioso, y que pudieran abrigar firmes convicciones humanas de carácter belicoso. “Confiando en la materia para destruir su propia discordancia, la salud y la armonía se han sacrificado”, Mary Baker Eddy explica en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. “Tales sistemas están desprovistos de la vitalidad del poder espiritual, por el cual el sentido material llega a ser el siervo de la Ciencia, y la religión se convierte en la semejanza de Cristo”.Ciencia y Salud, pág. 146;

Para disminuir y eliminar las guerras, la espiritualidad es una exigencia primordial. Si hay una batalla que librar es contra la materialidad, contra la creencia multifacética de que el universo es físico y que el hombre es mortal, discordante y agresivo. Ésta es una guerra santa en todo el sentido de la palabra. Ocurre en la consciencia humana y es un requisito hasta que el último vestigio de la creencia en una consciencia aparte de la divina dé lugar a la realidad de una Mente infinita, el bien universal.

Esta guerra santa, que es el paso preliminar para acabar con el conflicto político, no es sencillamente una guerra personal. Terminar la guerra no es meramente el caso de que mortales falibles traten de ser mejores, manipulando grupos, ajustando fronteras e implantando programas políticos con la esperanza de establecer justicia y tranquilidad internacionales. Tales esfuerzos, sin embargo, no deben menospreciarse. El cinismo indica la acción del magnetismo animal, lo opuesto a las fuerzas beneficiosas del Amor divino. No obstante, los intentos para mejorar permanentemente el destino del género humano sobre bases humanas, exclusivamente, no podrán nunca tener éxito completo.

En el orden divino, tal como aparece al sentido humano iluminado por el Cristo, la Verdad, se ha establecido el modo de pelear con buen éxito las guerras santas. La Biblia lo indica, como señala la Sra. Eddy: “El Antiguo Testamento asigna a los ángeles, que son los divinos mensajes de Dios, diferentes cargos. La característica de Miguel es la fuerza espiritual. Él dirige las huestes del cielo contra el poder del pecado, Satanás, y hace las guerras santas. Gabriel tiene la tarea más apacible de impartir un sentimiento de la omnipresencia de Amor ministrador. Estos ángeles nos salvan de los abismos”. Y más adelante: “El Gabriel de Su presencia no tiene contiendas. Para el Amor infinito, siempre presente, todo es Amor, y no hay ningún error, ningún pecado, ni enfermedad, ni muerte”.ibid., págs. 566–567;

Activando estos dos conceptos angelicales que concertan la paz — Miguel y Gabriel — en nuestro propio pensamiento, nuestra perspectiva entera se espiritualiza. Ganamos el terreno en el cual eliminar la contienda en nuestra propia vida. Esto contribuye irreprimiblemente a calmar los instintos bélicos que tan cruelmente han afligido a la humanidad, y que todavía lo siguen haciendo.

Algunos individuos se han vuelto ateos porque las guerras libradas a través de la historia humana, en nombre de la religión, los han apartado de ésta. Concedido, que aquellos que carecen de un concepto claro acerca de la Deidad, o que carecen totalmente de él, han visto el pensamiento mortal discordante exteriorizarse en escaramuzas y batallas por cuestiones religiosas. Pero queda en pie el hecho de que la destrucción y la miseria no pueden nunca ser el resultado del entendimiento espiritual genuino, al contrario de lo que sucede con la religiosidad humana que no va acompañada de las cualidades del Cristo. El resultado de comprender el amor y la presencia de Dios es reconciliación, orden y fraternidad.

Refiriéndose a la base y a los propósitos de la instrucción dada por Cristo Jesús, la Sra. Eddy dice: “Fue el Principio divino de todo ser real lo que él enseñó y practicó. Su prueba del cristianismo no fue una forma o un sistema de religión y de adoración, sino la Ciencia Cristiana,Christian Science (crischan sáiens) demostrando con obras la armonía de la Vida y el Amor”.ibid., pág. 26;

Formas o sistemas de religión pueden ser incompatibles, que provoquen mutuos rozamientos — especialmente cuando son muy diferentes y son practicados en la misma vecindad. Esto ha sido evidente a través de los siglos y lo es todavía. El papel que nos toca desempeñar no es el de pasar juicio sobre el grado de espiritualidad de los demás — ya sean éstos individuos o sociedades — sino el de examinarnos nosotros mismos. ¿Cuál es nuestra posición? ¿Es que tenemos solamente inclinaciones religiosas y nos faltan las divinas? ¿Son estas inclinaciones dirigidas y sostenidas por nuestra espiritualidad, por nuestra propia búsqueda de ideas divinas antepuesta a la búsqueda de prestigio e influencia humanos, de objetos y triunfos materiales?

Nadie puede contestar estas preguntas por nosotros, ni podemos nosotros hacer tales evaluaciones de los demás. Podemos saber si estamos o no persiguiendo valores espirituales por la compasión que sentimos —¿tomamos en cuenta la manera de pensar de otros pueblos y razas y de cómo viven? ¿Nos lleva el egotismo a sentirnos satisfechos con nuestra propia estructura de valores? ¿Nos sentimos satisfechos solamente con ir a la iglesia y con trabajar, quizás, en alguna organización de bienestar social? Meritorias como pueden ser estas actividades, es posible que sean como las muestras en el escaparate de una tienda, sugiriendo espiritualidad, mientras que tras el escaparate, en la tienda, las mercancías de inspiración, penetración espiritual y convicción, estén muy agotadas.

Sobre el fundamento de la Ciencia el individuo puede cumplir fructíferamente con sus obligaciones hacia la humanidad y hacia sí mismo, obligaciones resumidas claramente por el Apóstol Santiago: “La religón pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Sant. 1:27. La espiritualidad es de Dios, quien es Espíritu. Es sustancial y es práctica porque fluye del Espíritu y la autoriza el Espíritu. La religiosidad — si bien idealmente es sostenida por la espiritualidad — se relaciona con el campo de actitudes y comportamiento humanos, con la cultura y sociedad humanas. Puede errar. Y lo ha hecho. La religión científica, tal como se la revela en la Ciencia Cristiana, es más que religión — es la Ciencia impersonal del ser. Trasmite una visión total de la realidad, un modo completo de vida y paz. Cambiará nuestras vidas para bien y nos puede empezar a ayudar ahora mismo. Ésta es la naturaleza de la espiritualidad que la Ciencia Cristiana nos enseña a cultivar.

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