Se relata la anécdota de un profesor de matemáticas superiores que pidió a su clase solucionar en el pizarrón una fórmula complicada. El primer alumno que pasó al pizarrón comenzó a elaborar la solución, pero después del primer paso el profesor le dijo: “No, está mal. Su procedimiento es incorrecto”. El alumno regresó a su asiento.
Un segundo alumno fue llamado para solucionarla, pero con el mismo resultado; de modo que él también regresó a su asiento. Finalmente, se llamó a un tercer alumno para solucionarla. El profesor dijo exactamente lo mismo que antes, pero este alumno continuó con su solución. Cuanto más el profesor la objetaba, tanto menos atención le prestaba el alumno. Finalmente el alumno concluyó su fórmula.
El profesor la revisó cuidadosamente y la declaró correcta. Los primeros dos alumnos se indignaron. Reclamaban que la fórmula de ellos también había sido correcta, pero que la habían abandonado porque el profesor repetidamente había dicho que era incorrecta.
Entonces el profesor sabiamente declaró: “No es suficiente saber. Debemos saber que sabemos”. Esta anécdota de convicción, perseverancia y buen éxito nos enseña a todos una importante lección: a mantenernos firmes en lo que sabemos que es correcto, a pesar de los insistentes y constantes argumentos en contra.
Los estudiantes de Ciencia Cristiana están aprendiendo acerca de la totalidad de Dios, como lo enseñan las Escrituras: “Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él”. Deut. 4:35; También están descubriendo que el hombre es la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu, según se afirma en el Génesis: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Gén. 1:27; Por lo tanto el hombre es espiritual y semejante a Dios.
Un solo creador, con una sola creación, es la nota tónica del ser verdadero y de la armonía. Esta verdad fundamenta y sustenta toda realidad. Al aprender estos hechos básicos del ser, también se le ha enseñado al estudiante de Ciencia Cristiana a reconocer y refutar las mentiras o contradicciones que tratan de infundir duda, temor e incertidumbre en sus pensamientos.
Nosotros no originamos ningún pensamiento, ya sea bueno o malo, real o irreal, sino que aceptamos o rechazamos lo que nos viene a la consciencia. La Ciencia Cristiana utiliza el término “mente mortal” para definir las opiniones humanas, las falsas creencias y las mentiras que se expresan como pensamientos equivocados. Esta Ciencia enseña que Dios, o la Mente divina, es la Verdad, la inteligencia, que se expresa en pensamientos correctos. De nosotros depende el aceptar el falso testimonio de los sentidos materiales, o estar más alerta y aceptar como real solamente la verdad del ser.
Al considerar cuán persistentes y firmes somos en nuestras convicciones, podemos reflexionar sobre las tres tentaciones que enfrentaron a Cristo Jesús. Tres veces el diablo le habló al Maestro. Primero dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Recordando que Jesús había ayunado cuarenta días y cuarenta noches, vemos qué gran convicción y firmeza fueron necesarias para que contestara: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Otra sugestión persuasiva del diablo fue que Jesús se echara abajo desde el pináculo del templo. Inflexiblemente él le respondió: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”.
El tercer argumento fue el intento de sobornar a Jesús con posesiones materiales y prestigio. Nuevamente la respuesta del Maestro fue una de resuelta obediencia a la Verdad y de total repudio a los susurros insistentes de Satanás: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”. ¿Y cuál fue la recompensa a tal constancia, a tan firme lealtad a Dios? “He aquí vinieron ángeles y le servían”. Mateo 4:3, 4, 7, 10, 11;
Jesús es nuestro Mostrador del camino, y estamos aprendiendo a seguir, lo mejor que podemos, el camino que él enseñó. Muchos son los susurros de la mente mortal que nos llegan a todos para hacernos creer en un poder aparte de Dios y aceptar ese poder; para que temamos, y de esta manera adoremos, o sea, sometamos nuestro pensamiento a las amenazas de la materia; para ceder a los persistentes argumentos de desaliento; para renunciar a nuestra fe en Dios. La corona de júblio, los frutos de la demostración, el estar conscientes de los ángeles de Dios, pertenecen en todo momento a aquel que se mantiene firme y confía en Dios sin reservas mentales o dudas.
Cuando la mente mortal insinúa, audible o silenciosamente: “No sabes cómo orar; eres incapaz de enfrentar este problema”, ¿debemos darnos por vencidos e invitar la derrota? Por supuesto que no. Nada debe hacer titubear nuestra certeza de que el bien triunfa, sino que debemos insistir en la omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia de Dios, aquí y ahora.
Debemos seguir el ejemplo de Jesús, descartar el error vehementemente, y negarnos a someter nuestro pensamiento a los susurros de Satanás. Debemos saber que sabemos.
La Sra. Eddy nos dice en Pulpit and Press (Púlpito y Prensa): “Sabed, pues, que poseéis poder soberano para pensar y obrar correctamente, y que nada puede despojaros de esta herencia y contravenir el Amor”.Pul., pág. 3; Sin nuestro consentimiento, no podemos ser despojados por ningún enemigo, sea cual fuere su nombre, ya se llame enfermedad, desesperación, edad, carencia, o desdicha. El error no tiene poder para echarnos abajo. Solamente sugiere que nosotros mismos nos echemos abajo, o, en otras palabras, que cedamos a la sugestión de un poder o de una presencia aparte de Dios.
Debemos saber que sabemos que Dios puede y quiere cuidar de Sus hijos. Debemos saber que sabemos que el poder de Dios nunca ha sido desafiado, porque “de Dios es el poder”. Salmo 62:11; Al insistir en que Su totalidad jamás ha sido invadida y que el Amor divino está inmediatamente disponible y es capaz de superar cualquier problema, nosotros también estaremos conscientes de los ángeles de Dios, los pensamientos de Dios, que nos comunicarán las palabras sanadoras y de redención.
Si jamás escuchamos al error, si jamás aceptamos una mentira, si jamás cedemos a una sugestión, podemos continuar sabiendo y viviendo las verdades espirituales que solucionarán el problema que nos enfrente y así ganaremos la recompensa de tal fidelidad y constancia.
La Sra. Eddy dice: “Permaneced firmes en la verdad del ser en oposición al error de que la vida, la sustancia o la inteligencia puedan estar en la materia. Abogad con una convicción sincera de la verdad y una percepción clara del efecto invariable, infalible y seguro de la Ciencia divina. Entonces, si vuestra fidelidad aun no llegara más que a la mitad de la verdad de vuestro alegato, sanaréis al enfermo”.Ciencia y Salud, pág. 418.
