En 1966 tuve una curación, mediante la Ciencia Cristiana, de un crecimiento que se me desarrolló en el cuello. Cuando el problema apareció por primera vez traté de cubrirlo usando pañuelos alrededor del cuello. Hice esto durante un año, pero la condición empeoró de tal manera que fue necesario que una enfermera de la Ciencia Cristiana lo vendas frecuentemente.
Durante este período de prueba oré para obtener una mayor comprensión de Dios. Estaba motivada por un profundo deseo de servir a la Causa de la Ciencia Cristiana. Sabía que toda enfermedad es mental, aun cuando aparezca en forma física, y me esforcé por descubrir y quitar de mí todo pensamiento falso. Necesitaba vencer un profundo sentido de odio y resentimiento. Tuve que aprender a amar más universalmente. La condición física no me causaba dolor pero sí bastante temor. Para librarme del temor tuve que llamar frecuentemente a una practicista de la Ciencia Cristiana y pedirle que orara para mí. Cada día le pedía tratamiento para ese día en particular ya que esperaba la curación. Una cita de la Biblia que me ayudó mucho fue (Isaías 41:10): “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios”.
En cierto momento sentí un extremo malestar, lo que resultó en parálisis de una mano y un brazo. Durante ese período hallé consuelo en este pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 225): “Los poderes de este mundo lucharán, y ordenarán a sus centinelas que no permitan que la verdad pase la guardia hasta que acepte sus sistemas; pero la Ciencia, no haciendo caso a las bayonetas apuntadas, sigue su marcha. Siempre hay algún tumulto, pero también hay quienes se reúnen alrededor del estandarte de la verdad”. En un par de días, y con el tratamiento que me dio la practicista, la sensación de malestar desapareció, pero no así la incapacidad de usar la mano y el brazo. En dos semanas sané de la parálisis y la mano y el brazo fueron restablecidos a su uso normal.
Poco después el aspecto físico se volvió muy amenazador. Fue entonces cuando comprendí que debía vencer esta condición errónea si quería sobrevivir. Éste fue el punto decisivo. Declaré con gran firmeza, hablándole al error: “Aun si tú cubrieras todo mi cuerpo, no podrías tocarme a mí”. Vi que mi identidad era completamente espiritual y que esta enfermedad no era parte de mi ser verdadero. Al día siguiente la condición había mejorado, y en unos pocos días mi cuello también sanó.
Mi gratitud por esta curación es ilimitada, y estoy especialmente agradecida por las lecciones que aprendí y por la mayor comprensión espiritual que la acompañó. La eliminación del odio me trajo alegría a mediada que aprendí a amar a aquellos con los que anteriormente estaba amargamente resentida. Estoy profundamente agradecida a Dios por Su amor siempre presente; a Cristo Jesús, el Mostrador del camino; y a la Sra. Eddy, quien descubrió esta verdad sanadora que se llama Ciencia Cristiana.
Santa Mónica, California, E.U.A.
