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Un solo Dios y ningún diablo

Del número de marzo de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El creer en el diablo resulta de un razonamiento falso. Se basa en un concepto erróneo y supersticioso de causa y efecto. Antiguamente ciertos hechos insólitos de la vida cotidiana, los cuales no eran comprendidos, inducían a la sospecha y al temor. De este estado mental falso surgió la creencia tanto en espíritus buenos como en malos — el diablo o Satanás.

Los hebreos, unos de los primeros en adorar a un solo Dios, durante la travesía de Egipto a la tierra de Canaán fueron decayendo hasta llegar al temor, la superstición, y finalmente a la adoración de ídolos. La ingratitud, la desobediencia, la obstinación, los celos, la terquedad y el sensualismo de muchos en el grupo oscurecieron la comprensión que tenían del Dios único, el Amor, y se extraviaron. Su guía, el fiel Moisés, les dio el remedio para su lastimoso estado: Reconocer a un solo Dios, el Espíritu. “Aprende... hoy, y reflexiona en tu corazón”, les dice en su gran discurso final que se encuentra en el libro de Deuteronomio, “que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro”. Deut. 4:39;

Este reconocimiento resulta eficaz hoy en día al hacer frente a la fascinación prevaleciente por la superstición y el ocultismo. Olas contemporáneas de cinismo, fatalismo, médiums psíquicos, e irrefrenables acciones y reacciones nerviosas tienden a atraer la confianza y el interés de la humanidad por el camino errado.

El magnetismo animal, la atracción aparente hacia una causa y efecto falsos — un sentido ilusorio de Dios, el universo y el hombre — alega que toda vida, sustancia e inteligencia están en la materia y proceden de ella. Pretende indicar que el hombre es víctima perpetua de fuerzas externas e internas. Pero cada fase del magnetismo animal es decepción total, y está completamente sujeta al gobierno de la Verdad.

La Mente divina es la única Mente del hombre. Esta Mente es la fuente constante de pensamientos saludables. El universo de Dios jamás está bajo la influencia del negativo magnetismo animal. Como idea espiritual de Dios, el hombre no está sujeto al mal en ninguna forma o condición — a ningún diablo.

El fundamento mismo del exitoso ministerio sanador de Cristo Jesús era la unidad con Dios — la totalidad del bien — y la nada del diablo, o el mal. Nuestro Maestro relegó el mal al ámbito de la ficción. Sobre esta base lo echó fuera del pensamiento y la vida de los hombres.

Al instruir a setenta estudiantes, Jesús dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”. El mal y su séquito de manifestaciones supersticiosas no tienen, en absoluto, cabida en el Cristo, en el pensamiento que está centrado en Dios. Esto se confirma con su declaración: “He aquí os doy potestad... sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Lucas 10:18, 19;

“Nada os dañará”. Esta verdad eterna y pertinente fue probada en la curación de una mujer de edad avanzada que sufría de una crisis nerviosa, afectándole el uso de brazos y piernas. Llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana para que la ayudara, y tanto ella como el practicista comenzaron a orar fervorosamente afirmando la presente totalidad y bondad de Dios y la perfección de Su creación, incluyendo al hombre. Sin embargo, casi no hubo progreso.

El practicista reconoció la necesidad de negar enfáticamente la creencia en un diablo personal. Reconoció que la acción del hombre está eternamente gobernada y regulada por el Principio divino, y no por creencias diabólicas de que el hombre existe en la materia o en el cuerpo. Afirmó que no existe, ni ha existido jamás, ni un solo elemento en la creación de Dios capaz de destruir o dañar. El ser del hombre, la expresión del Amor divino, no está a merced del magnetismo animal o de diablos o demonios imaginarios.

Durante años esta mujer había sentido que ella era el blanco de las preocupaciones e incumbencias de otras personas. Debido a su edad avanzada, sus amistades más íntimas se esforzaban por restringir sus actividades. Como resultado se sentía sofocada y sin vida. El temor, la perturbación y la obstinación oscurecieron su pensamiento, y su vida parecía estar fuera de gobierno.

El reconocimiento de que no hay un diablo personal ni impersonal — o mal — que pueda tener poder, cambió todo eso y al cabo de una semana sanó completamente.

Las pretensiones persistentes de que el mal es una realidad y un poder, pueden ser derrotadas por medio de la Ciencia Cristiana, que enseña que la creación, comprendida correctamente, es el efecto perfecto de Dios, el Principio divino. Es el desarrollo del bien ilimitado. En este universo espiritual no hay elemento maligno capaz de causar daño. Todo está intacto, perfecto y hermoso.

Las acusaciones del concepto mortal y material de las cosas, alegando que el hombre está bajo la autoridad de la superstición, los diablos o demonios, deben ser desafiadas mediante una creciente comprensión de Dios y Su creación. Este entendimiento es el Cristo, que no conoce derrota alguna. La Sra. Eddy escribe: “Aquel que ha nombrado el nombre de Cristo, que virtualmente ha aceptado las exigencias divinas de la Verdad y el Amor en la Ciencia divina, diariamente se aparta del mal; y todos los esfuerzos inicuos de supuestos demonios, jamás podrán cambiar el curso de aquella vida que fluye invariablemente hacia Dios, su fuente divina”.Miscellaneous Writings, pág. 19.

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