El creer en el diablo resulta de un razonamiento falso. Se basa en un concepto erróneo y supersticioso de causa y efecto. Antiguamente ciertos hechos insólitos de la vida cotidiana, los cuales no eran comprendidos, inducían a la sospecha y al temor. De este estado mental falso surgió la creencia tanto en espíritus buenos como en malos — el diablo o Satanás.
Los hebreos, unos de los primeros en adorar a un solo Dios, durante la travesía de Egipto a la tierra de Canaán fueron decayendo hasta llegar al temor, la superstición, y finalmente a la adoración de ídolos. La ingratitud, la desobediencia, la obstinación, los celos, la terquedad y el sensualismo de muchos en el grupo oscurecieron la comprensión que tenían del Dios único, el Amor, y se extraviaron. Su guía, el fiel Moisés, les dio el remedio para su lastimoso estado: Reconocer a un solo Dios, el Espíritu. “Aprende... hoy, y reflexiona en tu corazón”, les dice en su gran discurso final que se encuentra en el libro de Deuteronomio, “que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro”. Deut. 4:39;
Este reconocimiento resulta eficaz hoy en día al hacer frente a la fascinación prevaleciente por la superstición y el ocultismo. Olas contemporáneas de cinismo, fatalismo, médiums psíquicos, e irrefrenables acciones y reacciones nerviosas tienden a atraer la confianza y el interés de la humanidad por el camino errado.
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