En la medida en que deseemos adoptar la Ciencia del ser, aunque ésta nos parezca exigente y radical, podemos disfrutar de un sentido más agradable de la vida e impartirlo a los demás. Esto ocurre cuando percibimos que el bien — todo lo que es real — no viene y se va.
Es posible que cuando nos sentimos solos busquemos amor, suponiendo que el Amor, o Dios, pueda estar ausente. Puede que anhelemos que venga el amor. Pero mediante la Ciencia podemos probar que la presencia del amor es una consecuencia de la presencia del Amor. Quien tenga una convicción científica de la realidad de Dios aquí y ahora, jamás se sentirá solo, aunque la situación humana sea la de vivir en un país extraño o sentirnos olvidados por una familia negligente. El aparente ir y venir del amor se debe a un concepto personal del yo; pero el sentido espiritual reconoce que el amor — el amor del Amor — es eternamente universal, que no sufre altibajos.
Para el sentido espiritual absoluto, toda la vida y el amor verdaderos, toda la sustancia y la verdad — todo el ser verdadero — es divino y está siempre presente. El ir y venir materiales que parece ocurrir, incluso nuestro aparente arribo a la materia durante la concepción y nacimiento y nuestra partida al ocurrir la muerte, son ilusorios. “Si Dios está siempre presente”, Mary Baker Eddy razona, “no está ausente ni de Sí mismo ni del universo”.La Unidad del Bien, pág. 60; Más adelante dice: “El ir y venir pertenecen a la consciencia mortal. Dios es ‘el mismo ayer, y hoy, y para siempre jamás’ ”.ibid., pág. 61;
El hombre mismo — la idea siempre presente del Espíritu — no viene y se va. No es el producto final de la evolución física sino el objeto inmediato de la consciencia de la Mente divina. Como manifestación de la Mente eterna, el hombre nunca se enfrenta con los misterios prenatales y postmortales, ni con los enigmas de la existencia terrenal. Nunca será aniquilado por explosiones nucleares o de población. El hombre no es físico sino espiritual. Así como la Vida eterna, Dios, no oscila entre el ser y el no ser, él tampoco lo hace. Nuestra comprensión más firme de este hecho, mediante la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), nos puede ayudar ahora, de infinidad de maneras, dondequiera que estemos. Elle bendice nuestro presente concepto humano acerca de la vida.
El conocimiento científico de la presencia del bien y de la ausencia del mal robustece nuestra salud. La enfermedad — y cualquier pretensión que esté relacionada con ella como causa o síntoma (virus, contagio, fiebre)— nunca puede tener existencia. La comprensión de esto nos ayuda a sobreponernos a la enfermedad. Si admitimos que la enfermedad realmente viene, es probable que tratemos de hacer que se vaya — por medio de tratamientos médicos, o hasta pensando que el tratamiento de la Ciencia Cristiana hace que la enfermedad se vaya. La enfermedad, como se entiende en la Ciencia, no es nunca una entidad que viene, y que tengamos que esperar a que se termine.
Si estamos necesitados, es posible que estemos esperando dinero para pagar nuestras cuentas — y cuando lo conseguimos nos sentimos bastante molestos al ver que se va directamente a nuestros acreedores. Pero a nosotros como hijos de Dios, la sustancia no se nos da a gotas a través del filtro del tiempo. Ésta no viene despacio ni se va de prisa, pues es un aspecto del ser siempre presente — que nunca viene, que nunca se va, siempre abundante aquí mismo y siempre accesible mediante la demostración científica. Por muy crónico que sea nuestro concepto de escasez, el aumento de nuestra comprensión de que la sustancia es la presencia de Dios, nos ayuda a dejar de lamentarnos por nuestra pobreza y meramente estar a la espera de algo mejor.
¿Y qué de la comprensión espiritual — viene y se va? Desde un punto de vista científico, No. Sin embargo, si creemos que poseemos una consciencia finita encerrada en el cráneo, podría parecer que la consciencia puede materializarse y ser temerosa. Entonces es posible que esperemos a que la materialidad se vaya. O que tengamos temor de que venga con mayor intensidad. O que esperemos inútilmente durante largos años de trabajo a que venga la comprensión espiritual. Pero podemos reconocer que el entendimiento está aquí mismo, porque la Mente lo está, y esto acelera nuestro progreso. “Los mortales”, explica la Sra. Eddy, “no comprenden el Todo, de ahí su deducción que debe haber otra existencia fuera de Dios y Su verdadera semejanza, — algo desemejante a Él. El que es Todo, lo entiende todo. Él no puede tener otro conocimiento ni deducción sino Su propia consciencia y no puede abarcar más que todo”.No y Sí, pág. 16; La Mente, conjuntamente con su comprensión — vista a la luz metafísica — ni va ni viene, sino que lo es Todo.
Si pensamos que la vida en sí es algo que misteriosamente entra en la materia, nos sometemos a la pretensión de que pueda salir de ella — esto es, intensificamos la creencia en la mortalidad y la muerte poniéndonos a merced de los problemas que parecen acompañar tal creencia. Pero la Vida es divina, es Dios, y Dios en Su infinitud ni puede venir e ir ni lo hace jamás. La Vida está aquí, siempre lo está, y el testimonio contrario de los sentidos físicos no puede cambiar este hecho espiritual absoluto.
El Maestro sabía que el Cristo — el espíritu de Vida y Amor — no vino con su nacimiento ni se fue después de treinta y tres años de haber estado en la tierra. Refiriéndose al Cristo, dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Juan 8:58. Y podemos probar hoy en la curación, que el Cristo no se ha ido jamás.
