Quizás la pregunta que más frecuentemente se hacen los maestros de la Escuela Dominical, sea ésta: ¿Cómo puedo prepararme mejor para estar en condiciones de solucionar cualquier problema que se presente en la clase, para responder de manera satisfactoria y científica a cualquier pregunta, y para estar tan abundantemente provisto con la verdad que pueda enseñar a mis alumnos como merecen ser enseñados?
No hay, por supuesto, una respuesta única y del todo satisfactoria que ayude a quienes se les solicita enseñar en la Escuela Dominical de una Iglesia de Cristo, Científico. Pero el maestro de la Escuela Dominical demuestra la esencia de la buena enseñanza cuando reconoce que sus alumnos son ideas inteligentes de la Mente divina. Ya saben lo que es espiritualmente verdadero. La labor del maestro es proclamar esta verdad y así recordársela a los niños.
Muchos concordarán con esto que nos escribió un maestro: “Mi primer enfoque a la enseñanza en la Escuela Dominical fue simplemente tratar de sobreponerme al temor en mi pensamiento — especialmente de que no pudiese contestar adecuadamente las preguntas que me hicieran los alumnos, y también de que pudieran dejar de interesarse por la Ciencia Cristiana. Esto me guió a percatarme de que podía confiar en que Dios enseñaría, y que la Ciencia se sostendría a sí misma.
[Preparado por la Sección Escuela Dominical, Departamento de Filiales y Practicistas.]
“Desde entonces mi enfoque ha sido el que los alumnos comprendan que la fuente de todo bien es Dios, y que nosotros podemos lograr una mejor comprensión de Él mediante el estudio de Ciencia Cristiana, especialmente mediante la Biblia, y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy”.
En la página 2 de su Message to The Mother Church for 1900 (Mensaje a La Iglesia Madre para 1900), la Sra. Eddy escribe: “La canción de la Ciencia Cristiana es, ‘Trabajad — trabajad — trabajad — vigilad y orad’ ”. Una de las maneras en que el maestro puede “trabajar” es estudiando profunda y concienzudamente la Biblia y Ciencia y Salud, familiarizándose tanto con sus enseñanzas que pueda percibir instantáneamente cualquier idea que sea necesaria para contestar una pregunta de la clase. Si no puede repetir la cita de memoria, por lo menos sabe que existe y puede encontrarla con la ayuda de las Concordancias.
Preparado en esta forma, el maestro logra un punto de apoyo seguro desde el cual obedecer el requisito de la Sra. Eddy estipulado en el Manual de La Iglesia Madre: “Las enseñanzas que se impartan a estos niños no deben desviarse de la Ciencia Cristiana absoluta que contiene su libro de texto” (Art. XX, Sec. 3).
Un exitoso maestro del estado de Nueva York escribe: “A través de varios años de enseñar en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, he aprendido a amarla más y más. Me doy cuenta de que cuando estoy enseñando estoy practicando las verdades de la Lección-Sermón de una manera especial. Enfoco mi enseñanza desde el punto de vista de esta declaración de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 305): ‘Siendo, pues, el hombre el reflejo de su Hacedor, no está sujeto a nacimiento, desarrollo, madurez ni decadencia’. Sé que tanto el maestro como los alumnos, considerados espiritualmente, son manifestaciones de la Mente divina y que las necesidades de cada uno de nosotros están siendo satisfechas directamente por la Mente. En otras palabras, no considero que soy un medio a través del cual debe llegar la Verdad a la clase.
“Frecuentemente pienso en otra declaración de la Sra. Eddy (La Unidad del Bien, págs. 42–43): ‘La Verdad, desafiando al error o materia, es la Ciencia, que disipa el sentido falso y conduce al hombre al sentido verdadero de la entidad y de la Divinidad, en el cual lo mortal no engendra lo inmortal, ni lo material lo espiritual, sino donde la verdadera naturaleza del hombre y de la mujer aparece inalterada e inalterable en el esplendor del ser eterno y sus perfecciones’ ”.
Este maestro continúa:“Amo a mis alumnos, y creo que ellos sienten mi sincero interés en ellos como individuos. Sus preguntas me bendicen, por cuanto generalmente me voy a casa e investigo a fondo las respuestas. A menudo reconsideramos una pregunta el domingo siguiente”.
En todo este asunto de preguntas y respuestas, es bueno recordar que, espiritualmente hablando, los alumnos, siendo uno con la Mente divina y expresando la omnisciencia de la Mente, ya saben la respuesta a toda pregunta. Lo que el maestro puede hacer es que este hecho se evidencie mediante su propio enfoque espiritual en la enseñanza. Muchos maestros han encontrado que esta verdad básica, mantenida amorosa y consistentemente, ha resultado en respuestas de los alumnos en las cuales el mismo maestro no había pensado. En otras palabras, ha conducido a la manifestación espontánea de la inteligencia.
Nadie tiene por qué temer el resultado cuando se le solicita que enseñe su primera clase de la Escuela Dominical, porque el Cristo está siempre presente para proveer la sabiduría necesaria. Más de un maestro ha encontrado que la respuesta a una pregunta difícil le ha venido espontáneamente a sus labios, y ha sabido que era un mensaje de la Mente, por cuanto era algo en que él no había pensado antes. Muchos lectores de estas columnas recordarán experiencias similares. Todos podemos confiar en el Cristo para darnos nuevas ideas y nuevos medios de expresarlas, ¡y respuestas que ignorábamos que sabíamos!
Por supuesto, siempre está bien decir: “En este momento no conozco la respuesta a esta pregunta. ¿Puede alguien de la clase contestarla?” O también: “Tratemos todos de encontrar la respuesta esta semana en nuestros libros y traigámosla el próximo domingo”. Esto de ninguna manera reduce el prestigio del maestro ante la clase, porque la juventud aprecia la honestidad y humildad expresadas por este punto de vista y simpatiza con el que habla.
Realmente, ¿qué métodos de preparación para la enseñanza en la Escuela Dominical se ha comprobado que son eficaces?
Una maestra en Inglaterra se prepara para su trabajo con los alumnos en la Escuela Dominical estudiando la Lección-Sermón de una manera especial. Nos dice: “La semana comienza con mi lectura completa de la lección, notando qué aspectos especiales del tema se incluyen. Durante los días subsiguientes me dedico a estudiar las secciones en detalle; y hacia el fin de la semana, dependiendo de la dirección divina, selecciono pasajes que considero que pueden llenar las necesidades de cada alumno en su vida diaria. Preparo preguntas apropiadas que ayuden a iniciar el intercambio de ideas”.
El crecimiento espiritual del maestro es esencial para la buena enseñanza en la Escuela Dominical. El maestro que durante la semana verdaderamente trabaja para aprender a comprender y practicar mejor la Ciencia Cristiana, tendrá poca dificultad, si es que tiene alguna, en responder a las necesidades de su clase.
Dos caminos principales de aprendizaje que podrían considerarse inseparables del trabajo en la Escuela Dominical son: el desarrollo espiritual del maestro, día a día, semana a semana, y una siempre creciente capacidad de su parte para percibir la verdad espiritual, la verdadera identidad de los niños. Es cierto que ambas cosas requieren devoción de pensamiento y tiempo, pero ellas son esenciales para la preparación exitosa del trabajo de enseñanza. El maestro que se prepara en estos dos puntos puede encarar la tarea de cada domingo con confianza, aunque no se considere a sí mismo un maestro innato. Su pensamiento espiritualizado se evidenciará ante los alumnos, quienes estarán ansiosos de que se les enseñe más sobre lo que motiva su convicción. Más aún: el concepto espiritualizado del maestro sobre lo que verdaderamente son los niños — ideas de la Mente única, el linaje del Alma, los hijos e hijas de Dios, puros y perfectos ahora y para siempre — se demostrará en buena conducta y receptividad, y atraerá a aquellos otros niños de la comunidad que estén preparados para ser enseñados sobre Ciencia Cristiana en nuestras Escuelas Dominicales.
En la página 98 de Miscellaneous Writings, la Sra. Eddy utiliza una cita especialmente aplicable a la enseñanza en la Escuela Dominical:
Tú mismo tendrás que ser veraz
si la verdad quieres enseñar ;
tu corazón tendrá que rebosar
si al corazón de otro quieres llegar.
¡Qué modelo para la preparación en la enseñanza de la Escuela Dominical! Significa traer a la clase un sincero entusiasmo de impartir lo que se ha percibido durante la semana, de la infinita iluminación de la Ciencia Cristiana. ¿No es esto un corazón rebosante? Cuando lo profundo del corazón del maestro está lleno, rebosante de amor por la Ciencia Cristiana, de amor por su tarea de enseñar, y de amor por toda la humanidad, incluyendo a los jóvenes sentados a su alrededor, esto llegará al corazón de cada alumno y consolará, alentará, instruirá y sanará.
Esto significa traer a la clase una convicción de la veracidad de la Ciencia Cristiana tan profundamente arraigada que ningún alumno pueda dejar de reconocerla, y ninguna circunstancia perturbarla. La convicción en el pensamiento del maestro es importante. Se cuenta la anécdota de un ex alumno de la Escuela Dominical que, encontrándose con su ex maestro muchos años más tarde, dijo: “No recuerdo ni una sola palabra de lo que usted dijo, pero sí recuerdo que usted estaba convencido de lo que decía”.
Muchos en la enseñanza estarán de acuerdo con la mujer que nos escribió esto: “Enseñar en la Escuela Dominical es un proyecto de siete días a la semana. La maestra tiene mucho trabajo metafísico que hacer para sí misma, porque debe venir alegre a su clase, ser afectuosa y estar preparada. La Escuela Dominical debe ser para ella un acontecimiento de primera importancia. Y sacará de ello lo que ponga en ello”.
Otro maestro escribió: “La preparación de la clase es de gran importancia y tiene dos aspectos:
1. Los maestros necesitan dedicar tiempo a la oración antes de ir a la Escuela Dominical, a fin de establecer firmemente en el pensamiento la naturaleza clara, brillante y espiritual de los niños; para afirmar la presencia del Cristo; para ver la hora de clase en la Escuela Dominical como una hora preciosa de descubrimiento y curación, durante la cual los niños encuentran verdades prácticas para utilizar diariamente.
2. El maestro debiera tener algún plan o tema específico para el intercambio de ideas en la Escuela Dominical, un plan con ciertos objetivos espirituales en vista. Sin embargo, este plan no debiera ser rígido sino muy flexible, que se adapte a las necesidades de los niños según éstas se evidencien”.
Otro maestro escribe: “Es un privilegio trabajar con el pensamiento receptivo de los niños. Me alienta a pensar profundamente y a estudiar la Lección-Sermón más a fondo, para ser flexible, para expresar amor y para crecer con los niños en comprensión espiritual”.
