Dios me sanó el tobillito porque Él es Amor y me quiere mucho; y como me quiere, no permite nada que me pueda causar dolor. Y el Himno No. 51 dice que la Mente modeló un ser de toda perfección (ver el Himnario de la Ciencia Cristiana). Como el hombre al que se refiere el Himno No. 51 incluye a todas las personas — a mí, también — Dios me modela a mí, así que no tengo tobillos hinchados ni dolor. Doy gracias a Dios que me sanó el tobillito.
Bogotá, Colombia
Gabriel es mi hijito de cinco años de edad, que asiste a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y se lastimó un tobillo cuando jugaba en una escalera. Él lloraba porque creía que no podría asistir a la Escuela Dominical que estaba a punto de comenzar ese domingo. Fue entonces cuando le sugerí que cantáramos los himnos que tanto le gustan — el 51, el 298 y el 293.
Comenzamos a cantar y el niño se fue poniendo muy contento; y para mi sorpresa y alegría, empezó a adaptar las palabras de los himnos a su caso. Así, al cantar “ella da a mi vida paz, /curación para el dolor” (No. 293), mostraba con el índice su pie aparentemente afectado. Luego se sentó y dijo: “Me voy con mi papito a la iglesia”. Le pregunté: “¿Crees que puedes hacerlo?” y me respondió: “Sí, mami. La Verdad me libertó”. Se calzó el zapato y asistió a la Escuela Dominical, caminado normalmente. Luego salió a pasear en bicicleta por el parque y saltó participando de sus juegos habituales.
Otra demostración obtenida gracias a la oración científica — viendo la creencia material como error y reconociendo la verdad espiritual — como enseña la Ciencia Cristiana, fue antes de que naciera nuestro hijo más pequeño.
Debido quizás a que hacía ya bastante tiempo que mi último hijo había nacido, se apoderó de mí un miedo tremendo. Toda clase de aprehensiones pasaron por mi pensamiento, y la idea de que iba a morir me obsesionó. Parecía estar completamente dominada por el temor, pero mi ayuda estaba cerca, porque, como cita la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 266), “la necesidad del hombre es la oportunidad de Dios”. A pesar de mi angustia y apatía, pensé en Dios como mi única esperanza y, si no con la frecuencia y humildad requerida, leía siempre la Biblia, Ciencia y Salud, y El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Un día leí la siguiente cita de la Biblia: “No es vuestra la guerra, sino de Dios... Paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros” (2 Crónicas 20:15, 17).
Ahí mismo percibí que mi problema era el de un concepto falso acerca de la responsabilidad. Quería, o pretendía, salvarme y asegurar la vida de mi hijo por mis propios esfuerzos, cuando sólo me correspondía estar quieta y ver “la salvación de Jehová”. Realmente, sólo Dios es la Vida del niño y la mía. El Amor divino tiene todo el poder y nos protege a los dos.
De esta manera abrí la puerta de mi pensamiento como dice Isaías (26:2): “Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades”. Las creencias erróneas fueron cambiadas por las promesas del Amor divino. Y así mi sufrimiento pasó y el parto fue normal. Tanto que casi ocurrió en la casa pues estaba tan serena y contenta que no me daba cuenta de la situación.
Doy gracias a Dios por ésta y por muchas otras bendiciones, pero ante todo por el crecimiento de mi familia en comprensión espiritual. Estoy agradecida por Cristo Jesús, el Mostrador del camino, y por la Sra. Eddy, que con su descubrimiento nos enseña cómo orar eficazmente y cómo vivir y gozar del reino de Dios aquí y ahora.
Bogotá, Colombia
