Reconociendo que el hombre tiene un refugio eterno en el Alma, Jesús dijo: “Nadie os quitará vuestro gozo”. Juan 16:22;
La alegría le es tan natural al hombre verdadero, al hombre creado a la semejanza de Dios, como lo es el perfume a las flores. La alegría armoniza y embellece la vida, dándole calor y matices radiantes. La alegría es una cualidad del Alma que el hombe espiritual posee como reflejo del Alma. No es algo que se adquiere fuera de nosotros; no depende de ninguna persona, circunstancia, lugar o cosa; es algo que se desarrolla desde dentro del corazón.
La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) nos enseña que el hombre real no está sujeto a repentinos cambios de la alegría a la depresión, ni que es juguete de circunstancias fortuitas, dado que él siempre está en su lugar correcto — en la Mente eterna — siempre reflejando a su amado Padre-Madre, Dios. Esta nueva comprensión transforma la vida humana y con ello viene una manifestación de alegría que permanece constantemente.
En una ocasión recibí como regalo un bulbo con la indicación de que si lo ponía en agua daría una flor. Cuando a su debido tiempo aparecieron dos flores de una belleza exquisita tanto en color, forma y contorno, vinieron a mi pensamiento las palabras de Jesús: “El reino de Dios dentro de vosotros está” Lucas 17:21 (según la Versión Moderna); — o sea, la alegría estaba y está en nosotros, en nuestra consciencia, y tiene que ser expresada en actos de ternura y amor, del mismo modo que la belleza estaba en el bulbo y sólo tenía que salir a luz.
Sólo tenemos que someter nuestra voluntad al Cristo, la idea inmortal del Amor divino, despojándonos de falsos deseos, egoísmo, dureza de corazón y otro bagaje de errores acumulados que interfieren en nuestro camino hacia lo espiritual. Para el sentido mortal todo parece estar fuera de nosotros. Nuestra salud parece depender de un cuerpo material, nuestra felicidad de una persona, nuestra provisión de un empleo. Sin embargo, para el sentido espiritual, el hombre es la idea perfecta del Espíritu, y su salud, felicidad y provisión son otorgadas por Dios. No obstante, el sentido humano de lo que es divinamente verdadero, tiene que ser cultivado y mejorado. Como la belleza de la flor que surgió del inatractivo bulbo, de la misma manera nuestra expresión de alegría puede embellecer y bendecir nuestro hogar y nuestro ambiente.
El concepto humano acerca del hombre que parece empezar con el nacimiento y terminar con la muerte, pretende que la alegría y la felicidad son contingentes de las circunstancias: la familia, educación, casamiento, azar, suerte, posición social, riquezas, etc. Pero no es así. La alegría y la felicidad son cualidades eternamente otorgadas al hombre por su Principio divino y se logran por la espiritualización del pensamiento.
Humanamente hablando, la alegría debe ser ganada. Es muchas veces el premio a una larga y honesta lucha para vencer mediante la Ciencia del Cristo el estigma de un mal genio o mala disposición, o la angustia de tentaciones y apetitos depravados. Muchas veces requiere sacar a la superficie y vencer rasgos familiares, desagradables y limitaciones, tales como la timidez, falta de elocuencia, complejo de inferioridad o de superioridad, como también vencer el temor a la soledad, la vejez o el fracaso, o la angustia por un pasado equivocado que necesita ser redimido.
Hace muchos años había una canción popular que alentaba a la gente a buscar al pájaro azul de la felicidad en el fondo de su jardín. Cuántos de nosotros encontramos, después de una infructuosa búsqueda de la felicidad en todas direcciones menos la correcta, después de muchas luchas y tribulaciones, algo de la felicidad en las cosas simples de la vida — en el cumplimiento de nuestro deber hacia nuestro prójimo y en un sentimiento de gratitud hacia las actividades que desempeñamos diariamente para nuestro propio bien y el de nuestro prójimo.
Nada, excepto el pecado, separa al individuo de Dios y, por lo tanto, de su regocijo espiritual. El sufrimiento que trae el pensar mal o el obrar mal, tarde o temprano nos obliga a encontrar consuelo a los pies de Cristo, la Verdad. “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente”, Salmo 51:12; exclamó el Salmista.
Un profundo remordimiento y arrepentimiento por nuestras faltas, o un profundo pesar por la pérdida de un ser querido, o el derrumbe de nuestros deseos humanos más atesorados traen grandes lecciones que, si son aprovechadas, sólo pueden hacer más profunda y verdadera nuestra alegría. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe: “La aflicción tiene sus compensaciones. Nunca nos deja donde nos encuentra. El horno separa el oro de la escoria, para que el metal precioso pueda ser grabado con la imagen de Dios.” Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, págs. 66–67;
La alegría no es superficial, causada por la diversión o por una manera trivial de pensar, o por el goce de los sentidos, porque tal alegría tiene sus raíces en el polvo. La alegría verdadera está arraigada en el Alma y su sustancia es inamovible e indestructible. Tal como el perfume de las flores se esparce dulcemente para todos los que están a su alrededor, así la alegría consciente del ser real del hombre, al ser expresada, imparte felicidad y eleva los corazones de todos los que se hallan a su alrededor.
Esta espontánea expresión de alegría hace que cada esfuerzo correcto sea posible. La vida súbitamente adquiere un nuevo significado y su poseedor contempla las infinitas posibilidades de una nueva vida, iluminada por el Cristo y consagrada a Dios. Dotado con un poder espiritual mayor, uno se siente capaz de enfrentar sin temor los males tan comunes que atacan la vida cotidiana de mucha gente — y pruebas más severas, aun la muerte misma — y vencerlos. La alegría es fuerza para el corazón doliente de la humanidad. Es manantial de vitalidad y pureza.
La Sra. Eddy nos dice: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y la felicidad se lograría más fácilmente y se guardaría con más seguridad, si se buscara en el Alma. Sólo los goces más elevados pueden satisfacer los anhelos del hombre inmortal”.ibid., págs. 60-61.
