El hombre y la mujer creados por Dios son gobernados por Su ley inmutable.
La ley divina gobierna todo el universo espiritual. Esta regla jamás puede quebrantarse y siempre es buena. Obra para mantener el bienestar total de los hijos de Dios sin permitir la más mínima caída de la perfección del Principio divino.
En ningún momento es la identidad verdadera y espiritual de cualquier individuo menos que la imagen de la Verdad y el Amor eternos. En la Ciencia del ser es imposible que alguien pueda desviarse del orden decretado por el gobierno divino, así como tampoco puede haber divergencia en la exactitud de la ciencia de los números.
Lo contrario acontece con los hijos e hijas de los mortales. Los acontecimientos diarios en la vida de los seres humanos, así como su salud, seguridad, oportunidades y destino, corresponden a los pensamientos que consciente o inconscientemente se albergan en la mente humana.
La vida de la mayoría de la gente es modelada y regida por lo que se cree probable y posible para la humanidad, y especialmente por lo que en general es aceptado como ley para la humanidad. Esta ley humana no siempre es buena. Algunas veces es hasta cruel e injusta. Pero aquellos que han aprendido la verdad acerca de la ley de Dios siempre armoniosa que gobierna el universo del Espíritu, y mantienen esta ley divina en el pensamiento reconociendo su supremacía, pueden comprobar su eficacia en su vida humana. Pueden traer armonía a su vida diaria al reconocer que la ley de Dios es la única ley verdadera, y que esta ley gobierna todo su ser, invalidando la creencia de la ley humana con sus discordantes consecuencias.
Pocas cosas pueden ser más importantes para nosotros que comprender cabalmente la naturaleza de la ley verdadera y espiritual y asegurarnos de que predomine siempre en nuestro pensamiento. Es sabio, también, aprender a detectar y rechazar las falsas sugestiones originadas por la creencia de que existe otra ley, una ley material, que puede causarnos dolor o pesar. Entonces, cuando hayamos aprendido a mantener claramente en el pensamiento la benéfica ley de Dios — la única ley verdadera — los acontecimientos en nuestra existencia humana serán más armoniosos, aproximándose finalmente a la perfección infinita del universo del Alma en la medida en que la creencia limitada de la existencia mortal sea capaz de hacerlo.
Los más grandes benefactores de la humanidad fueron aquellos que enseñaron la naturaleza de la ley divina y exhortaron a que se reconociera y aceptara que puede ser demostrada en la vida humana. Moisés y los profetas la proclamaron en la medida en que pudieron discernirla en los períodos de relativa iluminación espiritual en que ellos vivieron. Más que todos los demás, Cristo Jesús enseñó y demostró la supremacía de la ley divina sobre toda creencia en las leyes humanamente constituidas. A veces la llamó la voluntad de Dios, y demostró, mediante obras de curación, que la salud, la provisión abundante, la vida inmortal, el gozo, paz, belleza y bondad no sólo son la voluntad de Dios para nosotros en un estado celestial futuro, sino que pueden gozarse aquí y ahora mismo.
El Maestro demostró que todas estas buenas cosas, y otras más, le pertenecen a todos por derecho de la ley divina. Demostró que toda la gente sobre la tierra puede probarlo por sí misma, reconociendo y afirmando el gobierno de Dios y obedeciendo sus reglas. Este método de curación por medio del Cristo fue explicado concisamente por Pablo, uno de los primeros y más activos y receptivos seguidores de Jesús, cuando dijo: “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Rom. 12:2; Desde entonces muchos han seguido con buen éxito su consejo y lo han hallado muy valioso.
Existe una ley de Dios aplicable a todo aspecto de nuestra vida. Por pequeño o poco común que pueda parecer un problema de la existencia humana, siempre existe una ley espiritual del bien que podemos evidenciar al examinar mentalmente el problema. Podemos descubrir esta ley en la Biblia o aprenderla por intuición. Y quien tenga el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, sabe que contiene instrucción de gran valor sobre este tema de la ley de Dios.
Este libro abunda en declaraciones de la voluntad de Dios y explicaciones de cómo aplicar Su ley en la vida diaria. Nos enseña que la ley de Dios establece la armonía a través del universo entero y proscribe la discordancia; nos enseña que todos aquellos que expresan la verdad y el Amor tienen que ser libres, jamás esclavizados ni mental ni físicamente por un poder maligno o material; que la vida y no la muerte es la ley para toda la creación de Dios. (Ver, por ejemplo, págs. 381, 227, 253.)
Cuando se reconoce y acepta como suprema, la ley de Dios de sanidad para Sus hijos asegura la inmunidad del género humano a toda enfermedad — hasta de la clase de indisposición que la creencia médica dice ser la pena legítima cuando se quebranta alguna regla humanamente ideada. Niega la necesidad de agotamiento o enfermedad como consecuencia de haber hecho alguna obra buena o trabajado mucho en un proyecto digno. No permite que el transcurso del tiempo, la casualidad o accidente, nos prive de la habilidad de desarrollar nuestra actividad normal.
La Sra. Eddy escribe: “La Mente inmortal, que lo gobierna todo, tiene que ser reconocida como suprema en el tal llamado reino físico, lo mismo que en el espiritual”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 427. Cuando seguimos esta regla, la ley de armonía de la Mente divina opera en todos los pormenores de la vida diaria. Nuestro reconocimiento de que la voluntad de Dios es suprema y de que estamos subordinados a ella, hace que Su ley de armonía sea eficaz en todo aspecto de nuestra vida humana, y el resultado es la curación.
