De pronto, allí estaba él,
lo vieron
en medio de ellos
donde siempre había estado,
en la consciencia.
Allí estaba.
Y lo vieron.
¿Vieron ellos finalmente al hombre
que ni viene ni se va;
al hombre en el reino del Amor,
su morada divina;
al hombre sin frustraciones del tiempo,
ni divisiones globales,
ni hemisferios ni fronteras
— al hombre, que imagen y semejanza de Dios es siempre, para siempre?
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