Para mí, la Ciencia Cristiana es “la perla preciosa” (Mateo 13:46) de la que Cristo Jesús habló en una de sus parábolas. La considero de máximo valor.
Hace unos quince años tenían que operarme por cuarta vez y ya se me había reservado una cama en el hospital. Uno de esos días una amiga me dijo: “No tienes por qué operarte”. Por cierto que no fue necesaria la operación, pues, por medio de esta amiga, conocí a una practicista de la Ciencia Cristiana y en pocas semanas sané de la desviación de un órgano.
En mi primera visita la practicista me explicó de una manera maravillosa el primer relato de la creación en la Biblia, en el primer capítulo del Génesis — la completa creación espiritual en la que toda la creación expresa al Dios perfecto. Sentir que, en realidad, todo es bueno, creado a la semejanza de Dios, me dio gran alegría y paz. ¡La atadura del sentido corporal se había roto! Sólo tenía el gran deseo de saber más acerca de Dios — como se lo comprende en la Ciencia Cristiana.
Como resultado del apoyo que por medio de la oración me daba la practicista cuando las dificultades querían aferrarse, lograba una mejor comprensión sobre cómo rechazarlas, reconociendo que no pertenecen a la realidad. De hecho era muy sencillo, y a pesar de ello transcurrió cierto tiempo antes de que el error, el concepto falso, desapareciera de mi consciencia — en ningún otro lugar podía estar presente — y la condición verdadera saliera a la luz. Pero siempre he estado agradecida por este período de crecimiento, porque aprendí que el tiempo no es nada en comparación con lo que uno gana por medio del consistente y perseverante trabajo metafísico basado en la oración.
En años subsiguientes a esto, hemos tenido en la familia curaciones de hemorragias, de problemas glandulares y de trombosis.
Hace algunos años fui curada de anemia. Fue un poco antes de un viaje que iba a hacer a otro país durante mis vacaciones, cuando se manifestaron en mí los síntomas de agotamiento y pérdida de peso. Llamé a una practicista para que me ayudara, y luego emprendí el viaje — equipada con la Biblia, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana para estudiar la Lección-Sermón diariamente. Estaba muy agradecida porque durante todo el viaje, que duró varias semanas, en ningún momento fui una carga para mis compañeros de viaje. Esto lo observó y lo apreció una amiga que viajaba conmigo y que no era Científica Cristiana.
De regreso al hogar llamé a la practicista, y entonces las dos juntas hicimos frente a esta creencia de agotamiento con la verdad de que sólo hay un poder, Dios, y que la fuerza le es natural al hombre como Su reflejo. Después hablamos del significado espiritual de sangre (Ciencia y Salud, pág. 25): “La esencia espiritual de la sangre es el sacrificio”, y de lo que es necesario sacrificar o abandonar. La practicista dijo, por ejemplo, que la Ciencia Cristiana no requiere ritos materiales de sacrificios, porque “las demandas de Dios apelan sólo al pensamiento” (ibid., pág. 182). El falso concepto teológico del hombre como mortal, tenía que ser sacrificado, abandonado.
Por medio del trabajo metafísico de la practicista, tuve abundancia de bellos pensamientos. Uno era, que las ideas que constituyen al hombre a imagen de Dios están siempre coordinadas perfectamente y expresan armonía y paz. Rechacé la teoría médica que afirmaba lo contrario — que el hombre es material y que la pobre condición de mi sangre se había vuelto peligrosa para mí. Sin embargo, no sané completamente hasta que percibí más claramente mi verdadero ser a imagen y semejanza de Dios. Comprendí que esta naturaleza espiritual verdadera siempre había sido mía y, aunque no lo había reconocido, siempre había guiado y gobernado mis asuntos. Este pensamiento me enterneció.
Sencillamente ya no puedo imaginar mi vida sin la Ciencia Cristiana, porque la Ciencia le da a la vida un profundo significado, mayor utilidad y gran alegría y belleza; entre estas alegrías se haya la afiliación a La Iglesia Madre y a una iglesia filial, y la instrucción en clase que es tan importante para elevarse y progresar espiritualmente. Desde que obtuve una mayor comprensión de Dios y de mi verdadera naturaleza a la semejanza divina, cada día es un día de acción de gracias en mi corazón.
Kronberg, República Federal de Alemania
