Para mí, la Ciencia Cristiana es “la perla preciosa” (Mateo 13:46) de la que Cristo Jesús habló en una de sus parábolas. La considero de máximo valor.
Hace unos quince años tenían que operarme por cuarta vez y ya se me había reservado una cama en el hospital. Uno de esos días una amiga me dijo: “No tienes por qué operarte”. Por cierto que no fue necesaria la operación, pues, por medio de esta amiga, conocí a una practicista de la Ciencia Cristiana y en pocas semanas sané de la desviación de un órgano.
En mi primera visita la practicista me explicó de una manera maravillosa el primer relato de la creación en la Biblia, en el primer capítulo del Génesis — la completa creación espiritual en la que toda la creación expresa al Dios perfecto. Sentir que, en realidad, todo es bueno, creado a la semejanza de Dios, me dio gran alegría y paz. ¡La atadura del sentido corporal se había roto! Sólo tenía el gran deseo de saber más acerca de Dios — como se lo comprende en la Ciencia Cristiana.
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