Un día Silvia fue a trabajar con su papá. Así le gustaba a ella decir cuando su papá la llevaba consigo a alguna cita de negocios. Su papá a veces construía casas y tenía a muchos hombres trabajando para él. Esta vez fueron a una casa a la cual le estaban agregando una nueva habitación. Era, además, una habitación grande y muy alta; en realidad era como de tres pisos.
Su papá le dijo que los obreros estarían ocupados colocando un andamio. Silvia no sabía lo que era un andamio, hasta que su papá le explicó que era una plataforma rústica sostenida por sogas gruesas, y que los obreros la usaban para levantar madera y herramientas. Cuando el andamio se sube hasta una altura adecuada, varios hombres pueden pararse sobre él y trabajar. Silvia estaba entusiasmada. ¡Sería divertido ver esto! Deseaba que le permitieran subir al andamio cuando llegaran allí. ¡Sería fantástico contarle todo a su hermano cuando regresara a casa!
Silvia quedó un poquito desilusionada cuando su papá le dijo que debía quedarse abajo y no caminar mucho por ahí porque los obreros, ocupados, no podían detenerse a hablar con ella. A pesar de todo, era lindo estar allí mientras ocurrían tantas cosas.
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