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El gobierno de Dios es autogobierno

Del número de agosto de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Generalmente se piensa en el gobierno en términos de reglamentos creados por los hombres. La Ciencia Cristiana desafía al pensamiento humano y lo inspira al sostener que el autogobierno infinito de Dios es una verdad al alcance, la cual puede demostrarse aquí y ahora.

Cristo Jesús comenzó su ministerio público con el evangelio, con las buenas nuevas de que esta declaración es un hecho. Definió el gobierno de Dios como el reino de los cielos. Dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 4:17; En lenguaje moderno, sus palabras pueden interpretarse como una invitación, a todos aquellos que las escuchan, a cambiar su modo de pensar de la base de que la vida es mortal y material a la premisa de que Dios es la Vida del hombre y que, por consiguiente, el hombre es, en realidad, espiritual e inmortal, gobernado por Dios con toda perfección.

Jesús ilustró su enseñanza dando salud a los enfermos, integridad a los pecadores y alimento a las multitudes hambrientas. Resucitó a los muertos. Anuló para sí mismo en más de una ocasión las limitaciones de tiempo y espacio. La Ciencia Cristiana percibe en las obras de Jesús la evidencia de que la realidad es enteramente espiritual, que el hombre, en realidad, existe eternamente como la expresión de la infinita y divina acción creadora que se gobierna a sí misma. La Ciencia Cristiana señala que Jesús no usó ni medios materiales ni manipulación mental, sino que demostró la verdad del ser, ejemplificando el ideal espiritual percibido proféticamente como el Mesías, o el Cristo,

Esta idea-Cristo ha influido profundamente en la perspectiva humana. Ha hecho que se aprecien más tanto los valores individuales como colectivos. Ha abierto horizontes más amplios al potencial y capacidad humanos. Asimismo, ha señalado normas cada vez más elevadas para los gobiernos humanos, haciendo la tiranía menos tolerable y la integridad y utilidad gubernamentales más normales. Aunque todas estas cosas se han logrado, es obvio que mucho queda aún por hacerse. La Ciencia Cristiana ilumina el camino.

La Ciencia Cristiana demuestra que el gobierno humano es un concepto mental y moral que deriva su verdadero significado de Dios. Por ser mental y moral, el gobierno mejora a medida que progresa la percepción que de él tiene la consciencia humana. Por emanar de Dios en su verdadero significado, el gobierno no puede, en realidad, ser una fuerza material que domina la experiencia humana, por muy agresivo que se presente bajo este disfraz.

El gobierno derivado de Dios alcanza su expresión humana doquiera que la sociedad aprecia la individualidad y la reciprocidad y establece instituciones apropiadas para manifestarlas. Esta idea-Cristo se oscurece cuando él egoísmo, la codicia, la complacencia y el temor se desenfrenan. Un buen gobierno, desde el punto de vista de las enseñanzas de Jesús, se puede manifestar dondequiera que la idea-Cristo, la verdad del ser, viene a ser la base del pensamiento y de la acción. Puede que a veces parezca que somos los únicos que se esfuerzan por hacerlo. Con todo, garantiza el bienestar del individuo, y, aún más, su influencia para el bien llega a ser inconmensurable. El ejemplo de Jesús lo demuestra claramente.

Todos podríamos hacer más para seguir sus huellas si superáramos el obstáculo de la creencia común que declara que la mentalidad es personal y privada. La Ciencia Cristiana nos enseña a hacerlo. Nos muestra que Dios, el infinito, es Mente y que, por cuanto Él expresa la individualidad en el hombre, la diversidad verdadera debe ser armoniosa. Una mentalidad contendiente no es realidad, es sólo un concepto erróneo. Por lo tanto, cuanto más claramente los seguidores de Jesús perciben que la Mente del hombre es Dios, tanto más demuestran que el autogobierno divino es una realidad presente. La Sra. Eddy lo expresa así: “Sólo la divinidad resuelve el problema de la humanidad, y esto cuando Dios lo dispone”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 306;

Al enseñar: “El reino de Dios dentro de vosotros está”, Lucas 17:21 (según Versión Moderna); Jesús indicó que la divinidad gobierna la consciencia individual. Comprender que esta íntima relación — esta relación con el reino de los cielos — constituye nuestra naturaleza presente y verdadera, en modo alguno nos convierte en ermitaños. En realidad, nos presenta a la humanidad bajo otra luz porque vemos que todo lo que los llamados sentidos físicos nos describen como externo a la consciencia, si ello es bueno y verdadero, existe realmente dentro de la infinitud de la Mente. Todos parecemos abrigar innumerables conceptos materiales erróneos acerca de la realidad, pero el Cristo, la idea verdadera de Dios, nos capacita para reconocer cada vez más la presencia de la expresión de Dios. Aprendemos a percibir a las personas, lugares y cosas como revelaciones, no de la materialidad, sino de Dios.

Esto lo comprobamos cuando ante alguna temida mala función del gobierno nos mantenemos firmes en la verdad de que el hombre, en toda circunstancia, actúa como la idea de Dios. Vemos que el gobierno, en su realidad espiritual, tiene que ser para todos tan verdadero como lo es para nosotros. Tal posición bien puede requerir de nosotros una gran humildad y reforma. Puede que requiera que abandonemos convicciones personales por largo tiempo abrigadas acerca de lo justo y de lo injusto para poder afirmar devotamente que la rectitud de Dios apoya a la justicia en los asuntos humanos.

“Todo lo que mantenga el pensamiento humano de acuerdo con el amor desinteresado” — escribe la Sra. Eddy — “recibe directamente el poder divino”.Ciencia y Salud, pág. 192; ¿Qué significa para nosotros el amor desinteresado? ¿No debiera sernos cada vez más claro que Dios, la Mente suprema, es el Amor universal y que el verdadero amor no depende de factores personales, sino que es la expresión omnipresente de Dios? Cuando reconocemos que Dios se gobierna a Sí mismo, tenemos que admitir que el hombre creado por Dios manifiesta el autogobierno de Dios. Dejamos de pensar en el mérito o demérito personal y comenzamos a reconocer que el reino de Dios dentro de nosotros tiene que ser el reino de Dios en todas partes.

La Ciencia Cristiana nos muestra que este conocimiento es verdadera oración. Esta oración es poder porque su espíritu es semejante a Dios y, por lo tanto, es motivada por Dios. Cuanto más nuestras oraciones están de acuerdo con la universalidad del Amor divino, con tanto más confianza podemos observar el aprendizaje de otros. Tan variado es el drama humano que el desarrollo de la sociedad debe, necesariamente, parecer complejo y múltiple, pero podemos sentirnos alentados ante el hecho de que la infinitud de Dios se ocupa, solícita, de esta diversidad. Así permanecemos con la idea-Cristo. Hablando como representante del Cristo, Jesús declaró de manera concluyente: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” Mateo 28:20; — hasta el fin de todo concepto mundanal erróneo.

Tanto nuestras propias circunstancias como las de la humanidad nos dan amplia oportunidad para demostrar que el gobierno de sí mismo es la herencia verdadera que el hombre recibe de Dios. Al comprender que las condiciones humanas son fundamentalmente mentales y que sólo tienen la realidad que la acción del ser espiritual les confiere, percibimos que al reconocer que el autogobierno divinamente dirigido está al alcance, traemos a la sociedad el don del buen gobierno de Dios.

No esperamos a que otros hagan esto por nosotros. No perdemos tiempo deplorando las deficiencias de otros. Como pensadores, observamos a la sociedad a fin de percibir de qué manera podemos servirla mejor. Como seguidores de Jesús, nos ocupamos entonces de la interpretación espiritual que la Sra. Eddy ha dado a una de las líneas de la oración del gran Maestro:

“Venga Tu reino.
Tu reino ha venido; Tú estás siempre presente”.Ciencia y Salud, pág. 16.

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