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Consuelo para viudas y viudos

Del número de agosto de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunas personas sienten el deseo de volver a casarse después de haber enviudado. Después de años de feliz compañerismo, tal vez al ver la silla vacía junto a la chimenea se sientan tristes y deprimidos en su soledad. Es posible que a las mujeres les sea difícil manejar sus asuntos cotidianos después de haber delegado gran parte de las decisiones. Es posible que los hombres teman volver a una casa vacía. Pero a medida que estas personas van conociendo mejor la naturaleza real de sus identidades completamente espirituales como hijos de Dios, los difíciles desafíos de la viudez serán más fáciles de dominar, sin buscar, necesariamente, que otra persona llene ese vacío. Surgen maneras de bordear el valle de separación y pesar hacia una comprensión aún más elevada de la que antes tenían de su ser completo y de realización.

En un tierno mensaje a una viuda — la Sra. McKinley, esposa del Presidente McKinley, quien fuera tan trágicamente asesinado en 1901— la Sra. Eddy escribe: “Mi alma recurre con anhelo a Dios para que le dé apoyo, consuelo y victoria. Confíe en Aquél cuyo amor la rodea”. Y continúa más adelante, “El Amor divino nunca está tan cerca como cuando todos los goces terrenales parecen estar más lejanos”. Luego concluye: “ ‘Yo sabía que siempre me oyes’, son las palabras de aquél que sufrió y dominó el pesar. Mantenga esta actitud mental, y ella quitará el cilicio a su hogar”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 290;

Muchos hombres y mujeres han sido maravillosamente consolados después del fallecimiento de la esposa o el esposo, mediante la comprensión de la cercanía de Dios. Manteniendo el pensamiento de la real e indisoluble unidad de Dios, el Amor divino, el Padre-Madre de todo ser verdadero, y Su idea, el hombre, han superado la pena y la triste soledad, y se sienten capacitados para vivir una vida útil, feliz y satisfactoria.

Hoy, todos pueden beneficiarse con esta ley de Dios revelada por medio de la Ciencia Cristiana. En realidad, todos están eternamente completos y satisfechos en su propio ser. No hay hombre o mujer en el universo de Dios que no esté amplia y permanentemente provisto de todas las varias cualidades del Amor divino. Se nos dice en la Epístola de Santiago: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Sant. 1:17;

El significado radical de la palabra “viuda” es “separar”. Este término aptamente describe la melancólica condición mental de muchos seres humanos que se encuentran solos después de años de feliz matrimonio. Con mucha frecuencia aquellos que han enviudado caen en la sugestión hipnótica de estar separados, no sólo de la presencia personal de un ser querido, sino también separados de cualidades que ellos consideran vitalmente importantes para su vida — tales como el afecto desinteresado y el consolador compañerismo. Creen que éstas dependen de una persona que ya se ha ido de este mundo, y por lo mismo se sienten privados de dichas cualidades. Para estas personas la Ciencia Cristiana es una bendición que las eleva de ese estado de abatimiento y frustración a la paz espiritual de estar conscientes de su perfecta identidad como reflejos completos de Dios.

Un reflejo es una semejanza. Por lo tanto, cada uno, en su ser verdadero, es la imagen o idea reflejada de Dios, e incluye todas las cualidades de la naturaleza divina. Ni un solo hijo o hija de Dios, está jamás privado de ninguna idea o cualidad espiritual. La plenitud, la satisfacción, la paz, la felicidad, el amor, la armonía, la fuerza espiritual y la comprensión — todas éstas y muchas otras cualidades importantes pertenecen a Dios, y por lo tanto, a todos nosotros. Puesto que el reflejo nunca está aislado de su origen, el hombre nunca es deficiente, defectuoso o separado de Dios, el único Ego o Principio inmortal de todo ser verdadero. “El hombre espiritual es la semejanza de este Ego”, escribe la Sra. Eddy. “El hombre no es Dios, mas como un rayo de luz que procede del sol, el hombre, la emanación de Dios, refleja a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 250;

Los hijos e hijas de Dios no sólo son inseparables de Él, como los rayos de luz son inseparables del sol, sino que no existe circunstancia humana que pueda separar de su ser individual ni una sola de las buenas y perfectas cualidades del Amor. Todas las cualidades e ideas de Vida, Verdad y Amor están invariablemente presentes dentro de la consciencia de todos y cada uno de nosotros.

Pablo dijo: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 8:38, 39. Ésta es la ley del Principio divino, el Amor, y la actitud mental a la cual el hombre o la mujer puede aferrarse al sentir la tentación de entregarse a la lástima de sí mismo, tentación que a veces acompaña a la experiencia humana de separación del esposo o la esposa.

No seremos desleales a los que se han ido, ni los amaremos menos porque entendemos mejor la verdad de que nuestro ser individual es completo. Más bien nuestro afecto por ellos será más profundo por estar basado en el Principio, y más libre por haber sido purgado de la preocupación egoísta. Ese afecto estará menos abrumado por el temor y por un falso sentido de responsabilidad. Tal amor espiritual es todo felicidad. Quita del hogar la pena que parece cilicio.

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