Querida Martine:
La otra noche, durante nuestra agradable visita en tu casa, enfáticamente desafiaste la condición de la mujer en la sociedad humana y la desigualdad establecida entre las niñas y los niños desde la infancia. También mencionaste lo lamentable de la condición actual de la juventud, y la condición de los desafortunados de cualquier edad en esta sociedad.
Al principio y sin éxito alguno, te presenté algunas razones por las cuales debemos abrigar esperanza: el progreso lento de la humanidad, el esfuerzo sincero de hombres y mujeres de buena voluntad. Luego desistí de contestar y traté primero de comprender mejor tu protesta.
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