Samuel, que desde su niñez había sido educado en el templo y fue reconocido como profeta a una edad temprana, todavía no había llegado a la adolescencia cuando Jehová le reveló la sentencia contra los hijos del sacerdote Elí, Ofni y Finees, cuya conducta había degradado el sagrado oficio del sacerdocio (ver 1 Samuel 3:13).
Israel se comprometió imprudentemente en combate contra los filisteos, y en la primera escaramuza perdió cuatro mil guerreros. Desconcertados por este imprevisto resultado, los ancianos de Israel, evidentemente confabulados con los hijos de Elí, trajeron la sagrada “arca del pacto” a su campamento, confiados en que este acto precipitado les aseguraría la victoria. En realidad lo que hizo fue estimular a los filisteos a que se esforzasen más contra ellos. Los israelitas fueron derrotados, Ofni y Finees perdieron la vida, y el arca fue capturada (ver 1 Samuel 4:1–11).
Hasta veinte años después no volvemos a tener noticias directas de Samuel y de sus actividades. Sin embargo, es natural suponer que durante estos años, Samuel continuó preparándose para su gran misión y que su fama e influencia aumentaron gradualmente hasta que él se convenció de que había llegado el momento de alzar el pendón de la reforma. Así que aquel que a edad temprana había sido reconocido como profeta, ahora lo presentan como reformador.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!