Hasta que no hayamos identificado correctamente la naturaleza de los negocios, no podemos hablar de su condición real. Por eso, si queremos y esperamos dar un juicio honesto y útil, tenemos que pensar muy detenidamente sobre lo que consideramos qué son los negocios.
Debido a la gran variedad de consideraciones humanas que tienen que ver con lo que llamamos nuestros negocios, es posible que caigamos en el torbellino y la confusión del pensamiento mortal respecto a los negocios. Y al caer perdemos de vista el hecho espiritual — a saber — que los verdaderos negocios son la actividad del bien.
Un plomero de nuestro vecindario tiene este cartel en un lado de su camión: “¿Nuestro negocio? ¡Bien!” Aunque el mensaje que yo deduje de ese anuncio tal vez no sea exactamente lo que el plomero tenía pensado, siempre me alegra verlo porque me recuerda oportunamente que mi negocio no sólo está bien sino que es el bien. Expresar el bien es, en realidad, el único negocio en el que podemos estar.
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