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Mantengamos nuestro pensamiento abierto a Dios, el bien

Del número de octubre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Se ha dicho que “el pensamiento puede compararse con un paracaídas, no funciona a menos que esté abierto”.

La Ciencia Cristiana va más allá con esta alentadora declaración: El pensamiento funciona de una manera clara, segura, útil y sanadora si está abierto a Dios, el bien.

Mantener el pensamiento abierto de esta manera es inspirador y nos lleva al progreso. Trae como resultado un creciente conocimiento espiritual de que todo bien — incluyendo la verdadera sustancia, salud, felicidad y actividad del hombre — procede de Dios, el Amor divino; que Dios, el bien, es infinito, y que por tanto, está siempre presente, impartiendo constantemente Su bondad al hombre y al universo.

Cuando abrimos así nuestro pensamiento comprendemos la verdad de la declaración en el primer capítulo del Génesis: “Creó Dios al hombre a su imagen... Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:27, 31; Vemos que el hombre, bajo el cuidado de Dios, refleja por siempre todo lo bueno en un universo del todo bueno. En este bien ilimitado no es posible que pueda existir el mal, pues jamás puede haber un instante en que el bien no exista, ni tampoco ocasión en que el hombre, quien refleja la Mente divina, no comprenda la bondad y el poder de Dios.

¿Cómo es posible, entonces, que los males que aquejan a la humanidad estén tan difundidos? ¿Es acaso lógico cerrar los ojos a los problemas? La Sra. Eddy no los cerró. Una persona que la conoció escribió: “Alguien le envió tres monitos de bronce que hacían juego —‘No veas el mal, no oigas el mal, no hables el mal’. Eso, dijo sustancialmente la Sra. Eddy, no es Ciencia Cristiana, es filosofía pagana. Los Científicos Cristianos no cierran los ojos al mal, sino que los abren. Abren los ojos — el entendimiento espiritual — y se dan cuenta de la verdadera naturaleza del mal o del pecado, de su falsa pretensión, métodos y sutileza, etc., para ver después su nulidad, su falta total de poder para controlar o dañar”.We Knew Mary Baker Eddy, Primera Serie (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1943), pág. 22;

El mal quisiera impedir nuestros esfuerzos por mantener el pensamiento receptivo a las cosas de Dios, porque es la totalidad del poder y bondad de Dios lo que elimina todo mal y sus infundadas creencias.

Percibir la nada del error es comprender el verdadero significado del bien, es comprender que Dios imparte todo el bien y únicamente el bien. La Sra. Eddy declara: “Estando Dios, el bien, siempre presente, resulta en la lógica divina que el mal, el supuesto contrario del bien, nunca está presente”.Ciencia y Salud, pág. 72;

Si se nos llegaran a presentar ocasiones en que viéramos algún mal o un malhechor, abramos nuestros ojos a la verdad de la infinita totalidad de Dios, y veamos la naturaleza ficticia del error, “su falta total de poder para controlar o dañar”. Siendo Dios Todo-en-todo, el error no tiene origen, historia o existencia y, por consiguiente, no presenta evidencia ni tiene continuidad o fuerza; por tanto, es incapaz de dañar o modificar la actividad del bien en la consciencia.

Cristo Jesús mantuvo su pensamiento tan unido a su verdadera filiación con Dios y a la presencia, omnipotencia y bondad de Dios, que pudo destruir la obra del mal — la supuesta manifestación de discordancia. Gracias a su inseparable relación con Dios, Jesús le abrió los ojos a la humanidad para que ésta viera el sentido espiritual de la bondad de Dios. Esto es lo que nos revela la salud, armonía, compleción y sustancia, aquí y ahora. El hombre, el reflejo de Dios, mora por siempre en el bien, y el bien jamás puede desaparecer.

Cuando realmente lo deseamos y nos esforzamos por obtener el sentido espiritual y persistimos orando con ese propósito, obtenemos una visión más clara de la verdadera identidad del hombre como el hijo amado de Dios. Estamos más capacitados para advertir el mal y reflejar el entendimiento y fuerza del Principio divino que lo aniquila. Entonces la manera de pensar temerosa y perjudicial cede el lugar al entendimiento espiritual. Sentimos la celestial presencia del bien, de la armonía y de la paz.

Hace algún tiempo tuve la oportunidad de poner en práctica algo de lo que estoy aprendiendo acerca de la naturaleza omnímoda de la bondad de Dios, y de la nulidad de las falsas creencias o ilusiones del error.

Me había salido un absceso en una pierna. Estaba irritado y me dolía al caminar. Decidí mantener mi pensamiento abierto al bien, a toda hora y día tras día. Cuando sentía la tentación de preocuparme, le negaba la entrada a esos pensamientos malignos, mediante un firme y renovado esfuerzo por apartarme de lo que parecía una dolorosa condición física, y por percibir la creación espiritual de Dios en la cual jamás hay ningún defecto. Hallé consuelo en la promesa de Dios: “He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil par mí?” Jer. 32:27;

Comprendí que en el universo del bien, donde reina el Amor divino, no puede existir actividad que no esté gobernada. Siendo el error irreal, no tiene ningún punto de partida, apariencia, formación ni existencia y, por ello, no puede haber manifestación de dureza o de inflamación. No hay nada que pueda inquietar, irritar o lastimar. Además, comprendí la sencilla y fundamental verdad de que Dios creó todo lo que fue creado y que, por lo tanto, yo no podía expresar nada que no procediera de Dios; Él jamás creó el temor, de manera que no había temor que Él pudiera darme. De inmediato sentí un gran consuelo. Al siguiente fin de semana el absceso se reventó y empezó a secarse. Muy pronto sané completamente.

La inspiración y fuerza espiritual que obtuve mediante esta nueva comprensión de la omnipotencia de Dios, continúa siendo una maravillosa ayuda. Me siento más capacitada para mantener mi pensamiento constantemente abierto a la perfecta creación de Dios, a Su amor y cuidado por cada una de Sus amadas ideas.

El mantener nuestro pensamiento abierto a Dios, el bien, no significa que ignoremos el mal, ni tampoco que aceptemos como real un mundo de estragos habitado por una sufriente humanidad. El pensamiento elevado espiritualmente, lleva en sí un concepto sanador de amor, de bien y de paz universales. Con una percepción espiritual contempla al hombre y al universo buenos “en gran manera”, creados por Dios, gobernados por el Espíritu y reflejando sólo lo bueno. En esta espiritual y perfecta creación, no hay mal que descienda a la consciencia como si fuera un paracaídas. La Sra. Eddy escribe: “El hombre y su Hacedor están correlacionados en la Ciencia divina, y la consciencia verdadera sólo percibe las cosas de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 276.

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