¿Puede uno sentirse optimista respecto a la situación mundial cuando diariamente surgen nuevos motivos de conflicto y violencia y los problemas del pasado continúan? ¿Puede uno examinar todos estos disturbios de una manera útil e inteligente y, a pesar de ello, mantener su fe en que el bien ciertamente reinará?
En primer lugar debemos adquirir y mantener una perspectiva correcta. Hace algunos años, un físico austriaco escribió un artículo para una revista de los Estados Unidos explicando cómo él, como físico, podía sentirse optimista en esta época y dijo: “... comparando el tiempo casi interminable que queda para el ulterior desarrollo humano con el período ridículamente breve de la historia del mundo, vemos que nuestra civilización se encuentra en la etapa de un bebé recién nacido que abre sus ojos por primera vez”. Y agregaba que “todas las insuficiencias de nuestra civilización — el rezago cultural, la barbarie de la guerra, las mezquinas querellas entre individuos y grupos...— todas estas cosas sólo son enfermedades infantiles de nuestra humanidad que todavía es bastante infantil”. Hans Thirring, “Can a Scientist Be an Optimist?” Saturday Review, 28 de octubre de 1967, pág. 17;
Hace muchos siglos, cuando el mundo conocido se sacudía ante las campañas de Ciro el Grande y, sin duda, muchos de los judíos de Babilonia sentían temor por lo que podría ocurrir, otro escritor, inspirado por la convicción de la omnipotencia de Dios, dijo: “He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo”. Isa. 40:15;
Es conveniente que mantengamos la perspectiva correcta y que se nos recuerde que — como lo expresó ese gran profeta del Exilio — los problemas nacionales e internacionales que parecen temibles y ominosos son, desde el punto de vista de la omnipotencia de Dios, mero polvo en las balanzas. Vista a la luz del amor y cuidado infinitos de Dios por toda Su creación, bien se puede considerar que la fuerza más amenazadora en la escena humana es sólo una mentira agresiva acerca de la bondad siempre presente de Dios. Por lo tanto, nadie debe sentirse impotente ante las aparentes fuerzas irracionales del mal.
El gobierno perfecto de Dios — que es Espíritu infinito — abarca todas las identidades y no está ni sujeto a veto ni restringido por la tiranía o el militarismo. Tampoco la soberanía de Dios está limitada a quienes Le sirven conscientemente. Nuestra fe descansa en el hecho de la infinitud omnímoda de Dios. El Principio divino — un importante sinónimo de Dios — por cuanto gobierna al hombre y al universo, dirige los buenos esfuerzos de toda la humanidad. La oración del individuo, que percibe la verdad de este hecho, es una influencia sanadora que no debe ser subestimada.
Cristo Jesús, que no pasaba por alto las malas condiciones, sino que las enfrentaba con dominio, expuso una vez, en un pasaje admirablemente profético, la agitación de las futuras generaciones, concluyendo con esta observación: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”. Lucas 21:28;
Con estas palabras, Cristo Jesús señaló la actitud que deben mantener sus seguidores en todo tiempo a fin de que sean útiles. No deben sentirse abrumados por las apariencias lamentables de los acontecimientos, sino que deben elevar su mirada a la contemplación del gobierno perfecto de Dios, sabiendo que el Cristo está siempre presente para redimir.
La Ciencia Cristiana demuestra que efectivamente reflejamos de Dios la capacidad semejante al Cristo para discernir lo que debemos saber acerca de la situación actual a fin de poder actuar de manera sabia y útil. Por cuanto Dios es la fuente de toda acción y de todo ser, como lo pone de relieve la Ciencia Cristiana, todo lo que en realidad está aconteciendo es el desarrollo del gobierno perfecto de Dios. Si comprendemos que ello es la verdad no nos desalentaremos ante las apariencias del desorden y revolución. Con respecto a la manera correcta de mantenernos serenos y triunfantes tenemos una excelente guía en estas palabras de la Sra. Eddy: “Mantened perpetuamente este pensamiento, — que es la idea espiritual, el Espíritu Santo y Cristo, que os capacita para demostrar con certeza científica la regla de la curación, basada en su Principio divino, el Amor, que subyace, cobija y rodea todo el ser verdadero”.Ciencia y Salud, pág. 496;
La disciplina implícita en esta declaración merece nuestra abnegada devoción porque promete una “certeza científica” en la comprobación del gobierno de Dios. Los estudiantes sinceros de la Ciencia Cristiana han probado, una y otra vez, lo valioso de las palabras de la Sra. Eddy.
Dios, el Principio divino, es el bien irreversible e irreprimible y podemos saber que este hecho puede dominar e invalidar todo aquello que pueda parecer discordante, turbulento y desalentador. Sabiendo esto podemos estar alegres y ser persistentes en nuestra fe y mantener la calma, por desagradables que parezcan algunas situaciones. Esta fe se basa en el hecho de que la bondad de Dios está triunfando ahora y que todo lo que parezca oscurecerla es simplemente una errónea concepción mesmérica, naturalmente irreal.
Podemos persistir en reconocer la verdad del gobierno de Dios, pero no es necesario decidir de antemano cuál será la solución justa para cualquier problema. A veces, al igual que en las experiencias personales, también en la situación mundial, nos vemos impelidos, con toda humildad, a dejar de lado nuestras nociones preconcebidas respecto a lo que creemos que es la única solución. A menudo tenemos que estar dispuestos a aceptar soluciones diferentes aun cuando éstas puedan estar en desacuerdo con nuestros prejuicios. Quizá necesitemos expresar una mayor adaptabilidad y elasticidad de pensamiento. No debemos permitir que nuestros prejuicios u arraigadas opiniones humanas frustren la demostración de la gracia y la bondad de Dios, que están siempre al alcance del pensamiento receptivo y en constante desarrollo.
Ajustarse, adaptarse, ser flexible e ingenioso y aceptar nuevos enfoques — son actitudes que aceleran la aparición de mejores circunstancias. También reducen los inconvenientes y privaciones causados por una posición rígida e intransigente, basada solamente en un sentido personal y limitado de las cosas. El desarrollo del progreso, más que un desorden desdichado, se puede realizar más rápida y ordenadamente. No podemos permitirnos ser absolutos en cuestiones relativas. Es correcto, claro está, que seamos radicales en nuestra posición de que Dios es la única Mente y de que el hombre es Su expresión, y en la aserción individual de similares verdades metafísicas básicas. Pero insistir en que humanamente hay sólo una decisión y solución posibles, puede resultar una trampa.
La capacidad para adaptarse es el reconocimiento de la infinita variedad de los caminos y designios de Dios para satisfacer las necesidades de la humanidad. Un pensamiento receptivo y dispuesto a aprender, allana el camino al progreso y a un mayor desarrollo del bien.
Cuando obedecemos la instrucción de Jesús de erguirnos y levantar la cabeza vemos más allá de un punto de vista personal y limitado. Porque Dios es la única Mente, no somos mentalidades finitas y mortales que tratan de comprender la verdad por otras mentalidades menos esclarecidas. Dios es la Mente infinita y única que comprende y gobierna a todas las identidades, que son Su propia expresión. Comprendemos que Dios es todo lo que en realidad obra en la consciencia humana y que Su Cristo, la idea verdadera, es la única influencia, el único factor determinante, en todas las circunstancias.
La palabra “circunstancia” se deriva de vocablos que significan “lo que circunda”. Todo lo que nos rodea es, en realidad, la totalidad de Dios, razón por la cual la circunstancia fundamental es el hecho del benévolo gobierno de Dios, gobierno que todo lo abarca. Podemos sentirnos confiados y alegres sean cuales fueren las aparentes circunstancias porque sólo lo correcto es real. Si el sentido mortal, impresionado por su propio temor y falsas proyecciones, arguye que las cosas empeoran constantemente y que el firmamento está por desplomarse, podemos utilizar nuestra comprensión de la totalidad de Dios e invertir esas sugestiones negativas, confiados en que el bien prevalece.
La Sra. Eddy nos da la razón del verdadero optimismo cuando nos dice: “En ninguna parte de las Escrituras se asocia el mal con el bien, el ser de Dios; y cada hora que pasa, el mal está perdiendo su falsa pretensión de existencia o consciencia. Todo lo que puede existir es Dios y Su idea”.La Unidad del Bien, pág. 47.
