Una atmósfera social que permita e induzca la pornografía puede ser purificada por la comprensión espiritual de que la verdadera naturaleza del hombre refleja la naturaleza de Dios y que no incluye un apetito salaz. La Ciencia Cristiana demuestra que no hay realidad en ningún concepto impuro, porque un concepto impuro no podría proceder de Dios, el bien.
Dios es Mente, la fuente de todo pensamiento bueno y real. Una comprensión de la realidad — de la totalidad — de la Mente divina nos capacita para percibir la falsedad y la impotencia de los conceptos pecaminosos que parecen originarse en alguna mente o inteligencia inferior.
La Ciencia Cristiana sistematiza para esta época el método de curación espiritual y científico utilizado por Cristo Jesús al liberar a la humanidad del pecado y de la enfermedad. Es la reaparición del cristianismo primitivo, que confía absoluta y únicamente en medios espirituales para regenerar y curar. Al despertar a la totalidad e inmanencia de Dios, la Mente divina, podemos afirmar y probar la irrealidad, la nada, de cualquier concepto impuro y degradante.
La Sra. Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana asesta el hacha en la raíz del pecado y lo destruye sobre la base misma de su nada. Cuando el hombre hace algo del pecado es porque lo teme o lo ama. Ahora bien, destruid el concepto de que el pecado es algo, una realidad, y destruís el temor y el amor a él; y el pecado desaparece”.Message to The Mother Church for 1901, pág. 13;
El concepto mortal del pecado o error es totalmente desconocido para la Mente divina. El pecado y el error no son hechos de la realidad. Los pensamientos, acciones y acontecimientos producidos por la voluntad humana y que ocurren en una atmósfera que se supone está fuera de la totalidad de la Mente se clasifican adecuadamente en la Ciencia Cristiana como mentiras, ilusiones, decepciones. Es nuestro derecho otorgado por Dios ver la irrealidad de tales engaños y alejarnos de ellos. Hacer el esfuerzo de rechazar el error y de comprender la Verdad, Dios, es recurrir a la luz de la Mente divina, y esta búsqueda es recompensada por el “Padre de las luces”. Sant. 1:17; La luz de la Verdad es la realidad radiante que brilla por siempre donde el sentido mortal, no comprendiéndola, sólo percibe oscuridad. A medida que esta iluminación del Cristo nos revela y define el cielo, la tierra y el hombre creados por Dios, la creencia en una creación defectuosa o impura cede hasta que se desvanece.
Este es el método científico para destruir el pecado y el error. Esta es la verdadera purificación, depuración, expiación. La atracción a la impureza disminuye al sentir aunque sea un despertar momentáneo de la alegría que acompaña la percepción espiritual, esto es, la unidad con la Mente del Cristo. Y esta alegría es nuestro deseo verdadero. Nuestro verdadero apetito es por el dominio y la libertad que acompañan a las ideas y percepciones puras y divinas.
La oración del Salmista expresa ese vivo deseo por el influjo del bien: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí... Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”. Salmo 51:10, 12, 13; Este último versículo habla del poder del bien que es parte integral de los motivos puros y debiera inspirarnos en nuestra labor redentora y purificadora para sanar un estado de pensamiento que promueve un interés obsesivo por la sexualidad.
¿Cómo podemos contribuir más para traer la purificación de un ambiente mental falso que permite librerías para “adultos” y exhibiciones de películas pornográficas en las comunidades, y que fomenta el tratamiento inmoral de los niños como productos corruptibles? Podemos hacerlo reconociendo la imposibilidad de que haya una Verdad — Dios — corruptible. Orando para que se establezca la verdad del reino de Dios en lugar de la mentira de una sociedad que explota a inocentes con intenciones depravadas y que está dividida en victimarios y víctimas, explotadores y explotados, los que satisfacen los vicios y las debilidades de la gente y quienes consumen lo que éstos ofrecen. Lo hacemos al reconocer con gratitud que la Vida, el Alma, no depende de la materia ni está encerrada en ella ni en los sentidos materiales. Contribuimos a este fin al declarar para todos, con alegría, que el hombre es libre, que no está sujeto al sueño de la sensualidad, y al nosotros despertar progresivamente a la santidad y pureza del ser verdadero como reflejo de la sustancia pura de nuestro Padre-Madre Dios.
El hombre, la imagen de su Hacedor, nunca puede ser influido a ser nada menos que un reflejo fiel de su Padre celestial. Nuestra defensa frente a cualquier mentira que diga lo contrario es la oración que afirma constantemente la totalidad de Dios, del Espíritu. El vocabulario y las imágenes de esta literatura degradante y degradadora no tienen poder real para subvertir el pensamiento, y ayudamos a demostrar esto a medida que comprendemos que el hombre es gobernado solamente por la Palabra de Dios, la Verdad, que lo es Todo.
Los negociantes de materiales eróticos son traficantes de ilusiones y fantasías. Sus consumidores ignoran sus necesidades verdaderas o no buscarían satisfacción “en lo que no sacia”. Isa. 55:2; El Amor sacia, y Juan nos dice: “Dios es amor”. 1 Juan 4:8; Dios no nos tienta privándonos del amor para que seamos forzados a buscar un sustituto adulterado. Dios satisface todas nuestras necesidades, incluso la de dar y recibir afecto.
Aquellos que buscan estímulo o satisfacción en la pornografía se están alejando de la Vida y del Amor, Dios, y sucumbiendo ante un hechizo mesmérico que nunca puede satisfacer. En todos sus aspectos la pornografía busca que se acepte una mentira acerca de Dios y acerca del hombre y la mujer verdaderos.
“Morar en nuestro mejor y abnegado yo,” nos dice la Sra. Eddy, “es terminar para siempre con los pecados de la carne, con las equivocaciones de la vida humana, con el tentador y la tentación, con la sonrisa y el engaño de la condenación”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 6;
Nuestras mejores individualidades — el hombre y la mujer de la creación de Dios — son atraídas únicamente por el Espíritu hacia las cosas del Espíritu. Cuando nos identificamos espiritualmente, las atracciones ilusorias o gustos engañosos de una creación impía, insustancial y material no pueden desviarnos del camino trazado por Sus motivos puros. Demostramos que en realidad no hay nada en nosotros que responda a las lisonjas o seducciones del mal. Jesús dijo: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí”. Juan 14:30.
