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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Serie de artículos que indica cómo se ha revelado progresivamente el Cristo, la Verdad, en las Escrituras.]

Oseas: el profeta del amor

Del número de octubre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Amós hizo especial hincapié en el valor de la justicia y el juicio, pero su contemporáneo, Oseas, indica cómo estas loables cualidades se ponen en práctica al reconocer el amor eterno de Dios y por medio del arrepentimiento sincero del hombre.

Posiblemente Oseas fue el único profeta literario que procedió del reino del norte de Israel y que a la vez profetizó allí. Era poeta de corazón y amaba profundamente a su tierra natal. Sus enseñanzas, como las de Cristo Jesús, contienen abundantes ilustraciones de la vida campestre, y, al igual que Jesús, elabora metáforas simples pero eficaces tomadas de las tareas domésticas. “Efraín”, escribe Oseas, “fue torta no volteada” (Oseas 7:8); y Jesús comparó al reino de los cielos con la levadura (ver Mateo 13:33).

El nombre Oseas es significativo, ya que proviene de la misma raíz básica que los nombres Josué y Jesús, una raíz que implica “salvación” o “salvador”. Esta correspondencia en los nombres insinúa la relación de pensamiento entre Oseas y la gran obra del Mesías.

La decadencia moral de la gente había consternado profundamente a Amós, pero Oseas, que vivió en Israel un poco más de una década más tarde, parece haber sentido esta carencia aún más intensamente porque en su propia vida familiar tenía evidencia de esta decadencia moral. Al encarar este problema personal, él creció en su comprensión de la ternura de Dios al tratar con el pueblo de Israel, el que muchas veces Le era infiel.

El libro revela en sus comienzos la tragedia doméstica de Oseas, y en esta experiencia personal puede encontrarse ejemplificado el mensaje de la constancia y del amor de Dios. La traducción que ofrece Moffat de Oseas 1:2 expone el problema del profeta: “El Eterno le dijo a Oseas, ‘Vé y cásate con una prostituta, y ten hijos de una prostituta, porque la tierra ha sido como una prostituta al abandonar al Eterno’ ”. Oseas aceptó este desafío y se casó con una mujer llamada Gomer, quien le dio tres hijos, uno de los cuales él evidentemente no aceptó como suyo y le dio el nombre de Lo-ammi, que literalmente quiere decir “no pueblo mío” (1:9). No obstante, parece que Oseas mantuvo un profundo sentido de comprensión. Creía que todavía había esperanza para Gomer y sus hijos, como también para los hijos extraviados de Israel. Donde mayor era su necesidad, allí mismo podía ser satisfecha y lo sería. Por eso una de las declaraciones más inspiradas de Oseas sobre los hijos de Israel es: “Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente” (versículo 10).

A medida que se desarrolla el libro, se hace evidente que así como Oseas mantuvo su lealtad hacia su esposa infiel, así Dios jamás abandonaría a los infieles hijos de Israel, sino que haría todo lo posible para que volvieran a Él. De esta manera la constancia personal de Oseas le permitió emular, en cierta medida, la constancia y el amor de Dios, mientras que la enaltecida actitud de su pensamiento lo hizo un digno antecesor del Mesías.

Repetidamente el profeta pone de relieve el amor de la Deidad para con Israel, o Efraín, a pesar de todos los defectos, resistencia e idolatría de Israel: “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo” (11:1). En sus primeros días como nación, Dios había enseñado a caminar a Su pueblo “tomándole de los brazos”; pero ellos no reconocieron la curación y el apoyo que gratuitamente se les había ofrecido ni siquiera cuando Él “con cuerdas humanas los [atrajo], con cuerdas de amor” (versículos 3, 4). Aún así el Señor reformaría a Israel: “Te desposaré conmigo para siempre... en justicia, juicio, benignidad y misericordia” (2:19).


Hermanos míos,
tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia
a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
He aquí, tenemos por bienaventurados
a los que sufren.
Habéis oído de la paciencia de Job,
y habéis visto el fin del Señor,
que el Señor es muy misericordioso
y compasivo.

Santiago 5:10, 11

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