Podríamos decir que cada vez aparece un número mayor de libros sobre ayuda propia, sobre cómo sobreponerse a la tensión, cómo comprenderse a sí mismo y cómo llevarse bien con uno mismo, cómo encarar los cambios sucesivos de la edad madura, y así por el estilo. Algunos de estos libros describen las fases de la vida humana de una manera tan vívida que es posible que lleguemos a pensar, “Así es exactamente como yo me siento”.
Es posible que uno también se sienta inducido a pensar que la Ciencia Cristiana, que enseña la invariable perfección de nuestra naturaleza como hijos de Dios, simplemente no se relaciona lo suficiente con nuestra condición humana. De hecho, esto no es así. La Ciencia Cristiana toca exacta y específicamente todo problema de la vida humana, sí, todo problema. Pero sea que encontremos en ella, o no, la ayuda que necesitamos, depende de lo que estemos buscando.
Por supuesto, ¡cada uno quiere mejorar la condición humana! Necesitamos encarar sinceramente los desafíos de las décadas que van pasando y progresar con cada desafío. ¿Pero es suficiente tratar la vida humana meramente con términos humanos? Si aceptamos la condición humana como se nos presenta — nacimiento, niñez, madurez, envejecimiento... ancianidad — ¿dónde terminaremos inevitablemente? Es posible que parezca interesante y no perjudicial hablar sobre cambios emocionales cuando pasamos de los treinta o los cuarenta, ¿pero qué decir cuando vamos pasando de los noventa?
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