Un poeta dijo que vivimos demasiado conscientes del mundo.
Me apremia en esta hora opresiva;
Continentes enteros son agitados, la gente huye despavorida
— Multitudes, seres humanos, que con sus animales y pequeñuelos
Cargan sus angustias y aflicciones, esperanzas y temores —
Familias que de un malévolo poder desconocido escapan
Hacia la inseguridad.
¿Estamos demasiado conscientes del mundo en esta hora?
¿Querría yo estar menos consciente? ¿Escapar quizás?
Llevo una vida serena hasta el momento,
La oficina y el hogar me sirven de ordenado refugio.
Quizás las cosas son diferentes, más difíciles,
Pero todavía no tan catastróficas ni tan fuera de control.
“Eso aquí no puede ocurrir”, decimos.
“Apagad la radio. La televisión.
Vivid en el ahora del trabajo placentero y la diversión”.
Pero no, prefiero que el mundo me envuelva totalmente;
Prefiero sentir su indigna hambre a ser insensible.
Pero existe otro camino:
Cristo Jesús dijo
Que aquellos que en él creen sus obras harán,
Y aun mayores que las de él.
¿Qué “mayores obras”?
Él resucitó a los muertos, redimió a las prostitutas,
Alimentó multitudes.
¿Qué “mayores obras”? ¿Podrá ser,
Que al obedecerle a él, utilizamos la ley
Que, sanando a la gente, sana al mundo,
Y adelanta el día del amor universal,
Desenmaraña el pesar y temor de la vida,
Y trae a la tierra un iridiscente resplandor celestial?
Mundo, estad conmigo y yo contigo;
Un Dios, una Mente, la ley del Amor está con todos nosotros.
 
    
