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Hace tres años me quedé sordo del oído izquierdo.

Del número de octubre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace tres años me quedé sordo del oído izquierdo. Me era difícil y bochornoso mantener una conversación y esto me hacía evitar a las personas. Dejé de manejar mi automóvil y mis actividades se iban limitando cada vez más. Mis amigos y parientes se dieron cuenta de ello e insistían en que viera a un médico y me aconsejaron que usara un aparato para oír, diciendo: “Después de todo ya tienes más de ochenta años y no puedes esperar recuperar el oído”. Agradecí lo que me dijeron, pues sabía que ellos me querían y que sus intenciones eran buenas.

No seguí su consejo sino que busqué ayuda en la Ciencia Cristiana en vez de atención médica. Lo hice sin ningún temor. Sabía que tenía que enfrentarme con una falsa creencia material, el error humano, la mente mortal, mitología. La mente mortal trataba de hacerme creer que había llegado a la senectud y que los sentidos materiales se habían vuelto inservibles. Comprendí que esto era el error que estaba apareciendo y el mal hablando. Negué esta falsa pretensión porque sabía que la Mente omnipotente le había conferido al hombre dominio sobre todo mal y error, y que ese dominio era parte de mi vida. Nuestros verdaderos sentidos son espirituales y no materiales. La pretensión del mal de que tiene poder sobre el hombre es una mentira que no debe aceptarse.

Para apoyar y sostener mi posición por medio de la ley divina, recurrí a Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y encontré la respuesta, la ley divina (la ley suprema) aplicable. Leí la página 486, línea 26 hasta el final del párrafo. Empieza: “La vista, el oído, todos los sentidos espirituales del hombre, son eternos. No se pueden perder. Su realidad e inmortalidad están en el Espíritu y en la comprensión, no en la materia, — de ahí su permanencia”. Bajo la ley de Dios quedó desenmascarada la falsa pretensión, mostrando que era sólo una ilusión sin ningún poder.

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