Oí hablar por primera vez acerca de la Ciencia Cristiana cuando estaba de vacaciones. Al regresar compré un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. No tenía idea que en este libro de texto encontraría la verdad que había estado buscando desde mi adolescencia, pero mi primera reacción después de leer el primer párrafo fue: “¡Al fin la encontré!”
Durante dos días y parte de sus noches leí el libro constantemente. Con gran alegría encontré que había sido curada de un impedimento físico conocido en la medicina, según creo, como prolapso. Antes de mi curación por medio de la lectura de Ciencia y Salud había tenido durante diez años un constante dolor y no podía cargar cosas pesadas. Me había sometido a toda clase de tratamientos médicos. Usaba un soporte y me habían dicho que debería usar un enyesado pero, por supuesto, nunca llegué a tal extremo porque ya estaba bien.
Tiempo después, estando sentada una mañana en mi oficina comencé a sentir un miedo muy grande sin razón alguna. Era tan grande el temor que abrí Ciencia y Salud y prácticamente grité cada palabra que leía en sus páginas. Leí durante casi una hora, luego me interrumpió un cliente y olvidé el asunto. Cuando llegué a mi casa esa tarde, mi hija me relató un incidente que había ocurrido cuando ella junto con otros estaban paseando a caballo; habían sido protegidos de la forma más maravillosa de lo que podía haber sido una situación grave — los otros en el grupo pensaron que había ocurrido un milagro. Entonces comprendí que había sido prevenida y que la verdades de Ciencia y Salud habían respondido a esa necesidad.
Una de las cosas que he comprendido por medio del estudio de Ciencia Cristiana es que la operación del Principio divino, el Amor, correctamente vivida, trae curación. Un caso serio de eczema que persistió durante muchos años fue curado instantáneamente cuando seguí un curso de acción correcto basado en este Principio. Otra curación instantánea, la de fumar y beber (lo que hacía en exceso), tuvo lugar cuando visitaba a un practicista de la Ciencia Cristiana para preguntarle la forma de ayudar a alguien que pasaba por grandes necesidades.
Pocos meses después de haber conocido la Ciencia Cristiana mi marido falleció. Tenía tres niños que cuidar, muy poco dinero, y no tenía un hogar propio. Al apoyarme en mi conocimiento de Ciencia Cristiana (que en aquel tiempo era muy limitado), fui correctamente guiada a decidir hacerme cargo de lo que quedaba del negocio de mi marido. Unos tres meses después me informaron que debía irme porque las autoridades locales querían derribar la propiedad. Traté de encontrar otro local para mi negocio pero me dijeron que era imposible. Un día, mientras leía un testimonio en el Christian Science Sentinel, encontré el versículo bíblico que dice (Éxodo 23:20): “He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado”. Siempre que el temor trataba de presentarse me aferraba firmemente a este versículo. Tres meses después me ofrecieron un local nuevo y satisfactorio. Trabajaba de dieciséis a dieciocho horas diarias, concurría a la escuela nocturna y pasaba muchas horas estudiando, sin cansarme. Este negocio satisfizo las necesidades de mi familia durante muchos años y todavía continúa satisfaciendo las mías.
Estoy agradecida de poder decir que durante los veinte años que he estado en este negocio calculo que le he presentado la Ciencia Cristiana a más de seiscientas personas. Algunos han regresado para expresar su gratitud y contarme sus experiencias.
Un ejemplo es el de una clienta a la que le regalé un ejemplar de Ciencia y Salud. Volvió a verme pocas semanas después y me dijo que leyendo el libro se había curado de sus dolores de cabeza y del uso constante de malas palabras. Me contó que cuando su marido se enfermó repentinamente ella pudo hacer frente a la situación sin temor. Así también, una grave situación con su hija se había resuelto armoniosamente. Ella dijo que siempre tenía a mano Ciencia y Salud y que estaba muy agradecida por este libro.
Estoy profundamente agradecida a la Sra. Eddy por esta revelación de la verdad y por el bien que está trayendo a luz en mi vida y en la de los demás.
Teddington, Middlesex, Inglaterra
