Conocí la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) a mediados de 1973, pocos días antes de contraer matrimonio. Siempre había buscado una respuesta inteligente a todas las preguntas que con frecuencia me hacía acerca de Dios, del hombre y del universo. Mi búsqueda me había conducido a leer mucho, pero con resultados pocos positivos. Esta Ciencia, como el mejor regalo de bodas, fue la luz que abrió para mí la esperada puerta del entendimiento espiritual.
Durante los años que han transcurrido, el estudio de la Biblia bajo este nuevo enfoque espiritual, y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, ha ido corrigiendo, limpiando y transformando mi pensamiento con las aguas purificadoras de la verdad. A través de un camino no siempre fácil ni rápido, muchos conceptos que había aceptado acerca de mí misma como verdaderos y definitivos cedieron ante conceptos más espirituales que siempre nos aseguran y nos hablan de nuestra perfección espiritual y real.
Por eso es que deseo hoy expresar mi inmensa gratitud por la curación específica de la tristeza y del temor a la muerte. Cuando la Ciencia Cristiana llegó a mi vida, yo me encontraba sufriendo a causa de estos angustiosos sentimientos, que se manifestaban en el pesar que sentía por la enfermedad que aquejaba a mi madre, en relaciones personales discordantes, y en el temor intenso a que ella pudiera un día desaparecer de mi vista para siempre. A medida que avanzaba en la comprensión de las nuevas enseñanzas y me esforzaba por aplicarlas, apoyada por el trabajo metafísico de una practicista de la Ciencia Cristiana, comencé a sentir la liberación que se experimenta al reconocer la realidad espiritual de la creación.
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